martes, 30 de junio de 2015

¡Señor, Señor!

Ayer encendí el televisor justo en el momento en el que el Sr. de Chiripa estaba apelando a la dignidad del pueblo griego para no pagar lo que debe. Lo apagué de inmediato y me puse a hacer meditación trascendental por ver si así me situaba en algún lugar concreto del eje de coordenadas. Es que, saben, cuanto más viejo se hace uno peor soporta escuchar la palabra dignidad. Yo juraría por lo que más quiero que sólo he escuchado arrogarse la cualidad de digno a gente despreciable, o sea, que a construido su sinvergüenzoneria a golpe de ignorancia, estupidez. Gente muy peligrosa en definitiva. 

Todavía me acuerdo que entre aquellas enseñanzas de los viejos tiempos sin aparente sentido estaba la de darse golpes en el pecho mientras se recitaba: Señor, yo no soy digno de que entres en mi morada. Para la chusma, cristianos de base, gente de izquierda, o como quieran llamar a los que se niegan a reconocerse en lo que son, esa salmodia era un signo de humildad. Para la gente con estudios en el sentido auténtico del sintagma, nada más lejos: era la constatación de una realidad: la conciencia de la propia calidad moral que, sin excepción posible, siempre deja mucho que desear. 

En fin, cosas de la vida que nunca van a cambiar. Así que ya saben, si ven a alguien por ahí dándoselas de digno cámbiense automáticamente de acera porque ese será el mejor modo que tendrán de preservar el contenido de su bolsa.  

miércoles, 24 de junio de 2015

Cartujo

Quizá el mayor drama que nos afecta a los humanos es el de pasarnos la vida opinando de lo que sea que se nos ponga por delante como si supiésemos algo, o mucho, de ello cuando la realidad es que por lo general no sabemos absolutamente nada de nada. Esto es algo de lo que nos podemos dar cuenta si estamos dispuestos a escuchar sin prejuicios a alguien que ha dedicado muchas horas a estudiar cualquier cosa que sea. Lo más probable será entonces que le oigamos plantear dudas sin cuento acerca de lo que para el profano es negro sobre blanco. Es lo que tiene esforzarse por saber que lo único que aprendes es a reconocer lo lejos que estás del fondo de la cuestión. Así es que, donde dije drama, debiera haber dicho tragicomedia porque, por un lado no paramos de decir tonterías que pueden tener hasta su gracia, y por otro causamos verdaderos estropicios cuando actuamos en función de esas tonterías que tomamos por verdades. En fin, no les digo nada nuevo. Desde el "sólo sé que no sé nada" socrático hasta "el elogio de la estupidez" erasmista, han sido multitud los sabios que han hecho hincapié sobre tal asunto sin que por ello la humanidad haya tomado la menor nota. Y es que quizá no pueda ser de otra manera porque de lo que peor llevamos y más inestabilidad psíquica nos produce es acercarnos a la conciencia de nuestra ignorancia que es tanto como decir nuestra inutilidad.

Me dio en repensar estas cosas a propósito de la lectura del borrador de la tesis sobre los orígenes del idioma japonés que me acaba de mandar Jacobo. Miles o millones de horas de estudio para dejar claro que nada está claro. Un verdadero monumento a la humanidad. El intento de hallar fundamentos sólidos en los que apoyarse para avanzar.

En fin, voy a ver si me aplico el cuento. Aunque, no sé, como no me meta a cartujo...  

lunes, 22 de junio de 2015

Levantar España

Un día de estos he leído en no sé dónde un gran titular que rezaba así: HAY QUE LEVANTAR ESPAÑA ENTRE TODOS. No estoy seguro pero me parece que son palabras pronunciadas por el REY durante un homenaje rendido por la Corona a los héroes anónimos. Vamos, algo así como lo de la llama al soldado desconocido pero sin sangre por medio. Baste en este caso con molestarse en madrugar y ser responsable. Anyway, lo que me ha chocado de semejante proclama es lo de levantar España. ¿De dónde hay que levantarla? Acaso es que está postrada en la cama, o por los suelos. O en la miseria. La verdad, a mí no me lo parece ni de lejos.

El caso es que esta mañana he acudido a la cita que tenía en Vodafone-Sol para que me hiciesen una tarjeta de transporte. En diez minutos ya la tenía en mi poder por obra y gracia de una señorita la mar de amable y guapa. Ahora por 12 euros cada 30 días viajaré todo lo que quiera en lo que quiera por toda la Comunidad. Son, en definitiva, las cosas de la España tumbada. Y como ésta les podría contar otras cien mil.

Lo que yo quiero suponer es que el Rey hace ese, a mi juicio, mal uso del lenguaje a sabiendas de que es una de las muchas concesiones que los sabios tienen que hacer para que los necios no revienten. Porque es que ya saben que los necios revientan por un quítame allí esas pajas. Y es que las legiones de necios que señorean en estos tiempos que corren la opinión pública no soportan escuchar que ellos son los dueños de su propio destino y que, por tal, son ellos y sólo ellos los responsables de su necedad. O su mal rollo con la vida si mejor quieren. Se hubieran esforzado un poco y otro gallo les cantara y otra sería su monserga.

Desde luego que no es que yo sea un panglosiano, es decir, de los que piensan que viven en el mejor de los mundos posibles porque a ellos les va bien. Ni mucho menos. Podría hacer un montón de sugerencias que, in my opinión, serían de utilidad para engrasar los engranajes del sistema si se tuviesen en cuenta. Cosas relacionadas con el civismo las más de ellas y, también, con el dar un cierto sentido agónico a la vida. Accountability, conciencia del otro y demás. En fin, que les voy a contar que no sepan. Pero desde luego, lo que se dice levantarse, eso, España, en estos momentos de la historia, imposible porque ya lo está. 

viernes, 19 de junio de 2015

Podemitas

Hemos de reconocer que de vez en cuando los tertulianos aciertan en su constante empeño de moldear el lenguaje para que mejor se adapte a la realidad siempre cambiante, por más que los cambios, por lo general, nunca pasen de ser cosméticos, es decir, superficiales, o sea, para tapar lo que por debajo se aja sin pausa. Siempre, supongo, ha debido de ser igual, con la única variable consistente en que cuanto menos se mueve el fondo más se agita la superficie... cual es el caso, pienso, ahora, que si uno juzga sólo por lo que dicen y escriben los supuestos analistas del presente debería concluir que de ésta no salimos bien parados.

Sea como sea, esta mañana en El Trébol, un conductor de autobús: no sé, dicen que la cosa está muy regular. El camarero: ya lo arreglan los de Podemos. El conductor: sí, ahora, en media hora. El conductor, pueblo llano donde los haya, ha apurado su café con leche en vaso y se ha ido a lo suyo sin añadir consideración alguna.

El caso es que los tertulianos han dado en llamar "podemitas" a los chicos, porque son chicos, de Podemos. Podemitas por aquí, podemitas por allá. A mí tal nombre me recuerda mucho a los de las antiguas sectas de comienzos del cristianismo. Negadores furibundos de la transustanciación del padre en el hijo e igual de furibundos defensores de la comunidad de bienes. Así es que los podemitas, para abrir boca, van, dicen que van al menos, a subir los impuestos de las transmisiones patrimoniales cosa que, como todo el mundo sabe, es la mayor de las trabas que se pueden poner a la citada transustanciación. Después, lo de la comunidad de bienes, va de soi vía subir impuestos a los ricos. La teoría, como ven, es tan sencilla que hasta las viejecitas, que suelen ser las que más pasta tienen, la comprenden y por eso están tan asustadas. Van a volver a quemar las iglesias, exageran ellas para reconfortarse.  

Ahora bien, díganme ustedes qué fue de todas aquellas sectas. Llegó Constantino, se erigió en guardián de las esencias -transustanciación y lo mío ni me lo toques- y mandó a todos los podemitas y similares a retorcerse en la hoguera. Y así es que todavía queda hoy el hedor a carne quemada como para que a nadie, por muy tonto que sea, se le olvide que lo sagrado, la propiedad privada para que nos entendamos, ni se toca so pena de, ya digo, turruscarse en la hoguera.

En resumidas cuentas, que vengo escuchando las sucesivas declaraciones de la Sra. Carmena en quien por el momento se sustancian las esencias podemitas y, la verdad, se lo confieso, estoy muy esperanzado. Más, bien sure, que si la estricta gobernanta hubiese resultado ser, valga la redundancia, Esperanza con su perrito Pecas. La Sra Carmena, que debe ser bastante rica, no va a hacer nada de lo que dicen que va a hacer por dos poderosísimas razones: una, porque las instancias superiores no se lo van a permitir; dos, porque a nivel personal no le conviene un pelo. Sin embargo, pienso, es muy positivo su papel de asustaviejas. No por nada sino porque las viejas asustadas es como el esperpento de una sociedad ensimismada en sus ridículos privilegios. Sólo hay que ver la ceguera de los millones atrapados en atascos de tráfico, o que recorren las calles agachándose aquí y allá para recoger la caquita de su "pecas". Y ya saben lo que el esperpento tiene de espejo en el que hasta el más obstinado acaba por reconocerse. En fin, ya se lo dije, de esta vamos a duplicar o triplicar los carriles bici, las zonas peatonales, etc. y, de caquitas, no me atrevo a pronosticar porque eso es cosa de afectos que, como es sabido, son la antítesis de la razón.

Insisto, estoy esperanzado por el hecho de que una podemita sea la regidora de la ciudad de la que voy a ser nuevo vecino.

jueves, 11 de junio de 2015

Alea jacta est

No es que esté mal en La Provincia, pero después de sesudas y agotadoras reflexiones he llegado a la conclusión de que La Capital es más apropiada para los que, como es mi caso, mezclan en su personalidad una irreprimible querencia de libertad de expresión con una muy molesta propensión a la paranoia. Al final, así, con tales mimbres, como dicen los tertulianos, es inevitable que el espacio de La Provincia se convierta en asfixiante por tener en cada esquina, ya sea un agente del CNI dispuesto a denunciarte, ya sea un vampiro con los colmillos apuntando. 

Así que, alea jacta est, o sea, que si los dioses omnipotentes no me fulminan antes con su rayo en el más breve espacio de tiempo que sea posible estaré instalado en La Capital. Volveré por donde solía, es decir a disfrutar de la sensación de anonimato, de ser transparente, con sólo alejarme una manzana de mi demeure. Bien, sí, quizá haya quien diga que eso no es para tanto, pero yo les contestaré que quizá ellos lo sienten así porque siempre ponen buena cara al mal tiempo y se adaptan a lo que impera en el momento con agrado y, así, ya se sabe, cualquiera transita por la vida a la manera del rayo de sol que pasa por el cristal que la Virgen tenía en el himen. Para que nos entendamos, que sin despeinarse, engendran un Cristo y ni se enteran. 

En fin, que si todo transcurre según lo calculado, dentro de poco, en vez de La Provincia será La Capital la que atice a los demonios que me habitan para que canten su palinodia: será entonces cuando de nuevo sueñe con "del monte en la ladera, por mi mano, plantado tengo un huerto..." porque, ya digo, si te habitan los demonios...  

miércoles, 10 de junio de 2015

Invertir matrices

Son tiempos con apariencia de cambio. Otra vez. Pasa siempre que la gente incapaz de cambiarse a sí misma consigue aglutinarse alrededor de una ilusión, la de cambiar el mundo a su favor. Es la cosa más tonta que se puede concebir, pero así es la gente incapaz de cambiarse a sí misma por medio del esfuerzo que, como todo el mundo sabe, es el único método que funciona. Aprendes a esforzarte y, automáticamente, pierdes capacidad de aglutinación. Así son las cosas y, el que no quiera entenderlo, allá él. 

En resumidas cuentas, nunca va a cambiar eso. Siempre habrá una inmensa mayoría dispuesta a aglutinarse antes que a esforzarse. O lo que es lo mismo, a vivir más en la ilusión que en la realidad. La ilusión de ser conducidos por cualquier Moisés a una tierra prometida antes que la realidad del esfuerzo de aprender a invertir matrices... ya sea por el método de Gaus, ya sea dividiendo el adjunto de la traspuesta por su determinante. 

No hay que darle muchas más vueltas. La cantidad de gente sobresaliente que lo señaló no deja lugar a dudas: el retorno es eterno. Toda aglutinación se disuelve en la nada. Toda matriz invertida resuelve una ecuación. 

sábado, 6 de junio de 2015

¡Otra de lo mismo, por favor!

Si uno va por ahí se da cuenta de que hay muchos más Johnnys Guitar de lo que a primera vista pudiera parecer. Encontramos uno el otro día en la estación cuando esperábamos para tomar el tren hacia la Meseta. Como vio que llevábamos bicicletas no paró de remolonear a nuestro alrededor hasta que entabló conversación. Mi Ortler Meran le dio buenas excusas para ello. El tipo llevaba una bicicleta inglesa bastante vieja pero en buen estado, una especie de Rolls Royce amarillo, con alforjas delanteras y traseras y, coronando las traseras, una guitarra. Le tuve que ayudar a subirla al tren porque el pobre hombre que, según nos confesó poco después, recién había perdido treinta kilos, no andaba muy ágil que digamos a sus 67 años. Anyway, acababa de llegar en el ferry y se dirigía a Lisboa desde donde pensaba dirigirse a Málaga pasando por Madrid y Barcelona. Por otro lado como llevaba sonotone añadía una dificultad suplementaria al entendimiento ya de por si limitado a causa de nuestro pobre inglés. Así todo, con lo que cascamos, las cuatro horas del viaje pasaron volando. Y más que se sumó al coloquio un cantante de flamenco que iba unos asientos más adelante y no pudo resistirse a hacer ciertas puntualizaciones cuando escucho que yo incluía las colombianas entre los toques de ida y vuelta. Cerca ya nuestro final de viaje, justo por Monzón de Campos, mencionó el inglés, de Londres por cierto, la arqueología industrial a ambos lados de la vía. Aquí había una gran azucarera le dije. Y añadí, la han sustituido por el mayor burdel de la región. Sugar too, remató él con grandes carcajadas.

Nos despedimos del inglés con un caluroso apretón de manos al llegar a Palencia. Sin nostalgia de futuros encuentros, como tiene que ser. Supongo que le dimos para un rato de cavilaciones como él nos dio a nosotros y con eso todos felices. Gente del camino, en definitiva. Con la guitarra en bandolera para que nos entendamos.

Y hablando del camino, estamos en el Hotel El Camino en Boadilla del Camino. El hotel está adyacente al albergue del mismo nombre. El hotel es el resultado del éxito que viene teniendo el albergue desde que se fundó hace años. El hotel está muy bien, pero la miga está en el albergue. Hemos comido en él a la sombra de un sorprendente manzano. Imposible concebir un ambiente más variopinto, pero, también, más bon enfant como dicen los franceses para referirse a algo que se parece al paraíso. Treinta, cuarenta, cincuenta personas, todos sonrientes y diciéndose cosas agradables los unos a los otros. En veinte o treinta idiomas diferentes, claro está. Nada de particular por otra parte si se tienen en cuenta las circunstancias... y el olor a cannabis que invade los espacios umbríos. Hay que vivirlo para saber de qué se trata. Parece ser que el personal se vuelve adicto y tan pronto llega a Santiago comienza los preparativos para una nueva edición. Lo comprendo perfectamente porque no he visto lugar en el mundo que conjugue más a la perfección lo agónico con lo dionisiaco. ¡Otra de lo mismo, por favor!

jueves, 4 de junio de 2015

Johnny Guitar

Hay días luminosos en los que uno cae en la cuenta de lo mucho que se está complicando la vida para nada. Es la complicación que trae causa de la inconsecuencia. Después de décadas soñando con ser Diógenes, resulta que vives sometido a la tiranía de múltiples objetos totalmente prescindibles y miles de apegos a puras fantasías. Y no es que me las vaya a dar ahora de Johnny Guitar que tengo más que de sobra con mi guitarra en bandolera. No, no es eso. Hay unas cuantas cosas además de la guitarra que me alegran la vida, pero para disfrutar de ellas no tengo por qué limitar mi movilidad ni mi independencia de las instituciones. En el fondo no es más que una cuestión de aquella libertad por la cual dijo D. Quixote que merecía la pena perder la vida si ello fuese necesario para conseguirla.

El caso es que ayer tuve una larga conversación con el muchacho al que he encargado que me venda este piso en que ahora vivo. Un tipo la mar de interesante. En sus años mozos estudió filosofía con los mejores maestros (Savater, Félix de Azúa, Gómez Pin) y, sin duda, supo sacar partido. Sócrates por un lado, Séneca por el otro. Un cóctel de lo más esclarecedor. La felicidad es la ausencia de problemas. Es decir, de todos esos problemas estúpidos que nos echamos encima ya sea por dejarnos seducir por la ilusión de la seguridad, ya sea por seguir los malos consejos que nos dan los que nos quieren ver atados al mismo poste al que ellos lo están.

No sé, pero de ésta creo que me voy a liberar. Mientras el cuerpo aguante, de la Ceca a la Meca con mis cuatro cachivaches en bandolera. Eso es todo. 

martes, 2 de junio de 2015

Papiles

Ayer leí en un periódico que la Dirección General de Tráfico tiene la intención de exigir a los ciclistas, por un lado, que matriculen sus bicicletas, por otro, que pasen un examen para poder circular en ellas. Normal, pensé. Es un nicho de empleo y recaudación que la Administración del Estado no puede pasar por alto de ninguna manera. Y, por otra parte, la medida va a gozar de las simpatías de enormes capas de la población que se están tragando de muy mala gana los improperios que están deseando lanzar a los ciclistas que se les ponen delante del coche o les obligan a modificar la trayectoria cuando van de paseo por una acera so pena de sufrir arrollamiento. 

Es evidente que una sociedad organizada necesita regular lo que modifica, aunque sea para bien, los hábitos establecidos. Y también es evidente que hay que sacar dinero de donde sea porque organizarse es caro. Así que, por mi parte, nada que objetar a que se obligue a pasar por taquilla a los ciclistas. Y más teniendo en cuenta que cada kilómetro que se rueda en bicicleta en vez de en coche es dinero que se detrae de las arcas del Estado. Porque ¿de dónde va a sacar dinero el Estado para asfaltar las carreteras si no se consume gasolina? Y los ciclistas, ¡que me lo digan a mí!, disfrutamos de esas magníficas carreteras sin gastar un duro. Francamente, es injusto.

Ahora bien, una cosa es que comprenda, e incluso aplauda, las intenciones del Gobierno y otra que esté dispuesto a pasar por el aro. Me lo tendré que pensar. Y mucho. Porque en el fondo es una cuestión de más "papiles". Y ya estoy hasta el gorro de "papiles". Tengo un archivador de esos de fuelle lleno de ellos y siempre que voy a buscar algo para lo que sea nunca lo encuentro. Claro, el rico, lo primero que hace cuando alcanza esa condición es pagar a alguien para que le lleve los "papiles". Supongo que eso es para lo único que merece la pena ser rico... en términos dinerarios, me refiero. 

Porque esa es la cuestión, que tampoco hace falta mucho dinero, ni mucho menos, para ser rico. Como tampoco hace falta tener coche, ni bicicleta, por supuesto, para vivir como un príncipe. Con las necesidades primarias resueltas, manduca y calor, el resto sólo es cuestión de combatir el ocio cultivando las neuronas. Cultivar las neuronas para tratar de entender el mundo, única fuente inextinguible de placer. 

En fin, vamos a ver en que acaba todo esto. Si la propuesta de Tráfico tira adelante siempre me quedará Segundamano y Ebay para vender mi querida Ortler Meran. Me va a doler, pero cualquier cosa antes que más "papiles".