Así que, alea jacta est, o sea, que si los dioses omnipotentes no me fulminan antes con su rayo en el más breve espacio de tiempo que sea posible estaré instalado en La Capital. Volveré por donde solía, es decir a disfrutar de la sensación de anonimato, de ser transparente, con sólo alejarme una manzana de mi demeure. Bien, sí, quizá haya quien diga que eso no es para tanto, pero yo les contestaré que quizá ellos lo sienten así porque siempre ponen buena cara al mal tiempo y se adaptan a lo que impera en el momento con agrado y, así, ya se sabe, cualquiera transita por la vida a la manera del rayo de sol que pasa por el cristal que la Virgen tenía en el himen. Para que nos entendamos, que sin despeinarse, engendran un Cristo y ni se enteran.
En fin, que si todo transcurre según lo calculado, dentro de poco, en vez de La Provincia será La Capital la que atice a los demonios que me habitan para que canten su palinodia: será entonces cuando de nuevo sueñe con "del monte en la ladera, por mi mano, plantado tengo un huerto..." porque, ya digo, si te habitan los demonios...
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