Cada vez me fastidia más hablar, o escribir, de cosas que no sean el sexo, el tiempo, las pensiones o la renta variable, pero comprendo que a la gente le gusta hablar de política, comida, turisteos y perros, y a ello trato de acomodarme porque no quiero convertirme en hurón solitario -perdonen el pleonasmo-.
Así es que hoy voy a darle a la política aprovechando que anoche vi en ARTE un estremecedor reportaje sobre Cuba. En ARTE precisamente, donde tantas veces había visto tratar el tema cubano con una objetividad sesgada por la encubierta simpatía hacia las pretendidas conquistas revolucionarias. Progresismo obliga, al fin y al cabo. Sobre todo el progresismo francés de no quieras para ti lo que queda romántico, abstracción hecha de estragos, en otros.
Bien, pues lo de anoche, ni conquistas de la revolución ni leches. Sólo miseria y degradación moral para el común de las gentes y dolche farniente para un poder mafioso que pende del hilo que supone la ya casi extinta vida del líder carismático. Al parecer, las más favorables expectativas de una salida sosegada del infierno actual están puestas en la hija de Raul Castro, una señora de la que destacan su carácter abierto y su condición de homosexual, cosas ambas dos de suma importancia para atraerse las simpatías del lobby rosa de la isla, el único, dicen, organizado y con cierto poder fuera del poder oficial.
El caso es que para mí todo esto es cosa archisabida desde casi la noche de los tiempos. Creo que fue por los años setenta cuando Juan Goitisolo hizo un viaje allí y luego nos contó con pelos y señales de qué pie cojeaban. Los más de entre mis conocidos le tacharon de facha y siguieron en la brecha, venga a cantar las conquistas del "hombre nuevo" que perfilara en su día el insigne Che Guevara. El "hombre nuevo", sí, justo la misma idea que tuviera medio siglo antes un señor en Alemania... con los resultados de todos conocidos. Como dos gotas de agua, "hombre nuevo" y "hombre nuevo", de Che Guevara a Hitler, nacido para matar a todo el que disienta de la linea que marca el líder. O sea, como perros, tan simpáticos ellos. ¿A quién no le van a gustar? Con esa lealtad sin resquicios.
Pues sí, mucho es lo que he tenido que tragar en conversaciones con amigos cuando surgía el tema de Cuba. Muchos de ellos iban allí con su visa repleta en el bolsillo y venían contando maravillas. Algunos de ellos incluso se habían entrevistado con algún viceministro, que allí los hay a patadas, o director general de cualquier cosa, que también a patadas, y traían el ego a reventar. Por no hablar de los más atrevidos que habían hecho de las suyas por dos perras. Así que, en esas condiciones, ¿a ver quién era el guapo que les bajaba del carro? Y luego, claro, como que todos leían con indisimulada fruición el PAIS que no paraba de zurrar la badana a los EEUU como causa determinante de la no consecución de las metas programadas por la revolución... pues ya, todo cuadraba.
La verdad, yo no sé si seré o no seré un facha, pero sí estoy seguro de una cosa y es que he tenido algunos amigos y bastantes conocidos que lo eran, y no sé si seguirán siendo, a carta cabal, y eso me desmoraliza hasta la náusea por razones obvias que se pueden extraer del refranero popular. En fin. ¡Qué le vamos a hacer si la vida nos pone donde nos pone!
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