Yo fui un día a la universidad con el diario ABC bajo el
brazo. Al principio noté cómo mis compañeros me miraban de un modo extraño y
sin disimulo, como si trataran de advertirme algo de lo que yo no me había dado
cuenta. ¿Será que me he dejado la bragueta abierta?, llegué a pensar. Me sentí
incómodo. Cuando ya había ocupado mi asiento en el aula, un compañero de
pupitre me dijo, señalando al periódico, con cierta indignación:
-Oye, ¿y tú decías el otro día que no eres conservador?
Parece ser que si uno lee un periódico conservador, tiene que justificarlo. Si lee un periódico de izquierda, no. Y si el periódico es nacionalista, también está a salvo.
La inquisitorial pregunta de mi compañero de aula me ha recordado que al filósofo británico David Hume, que tenía fama de ateo, un día le reprocharon que fuera los domingos a escuchar el sermón del sacerdote John Brown en la iglesia. ¡Pobre David Hume, criticado por todas partes! Lo que el filósofo respondió en aquella ocasión fue algo parecido a esto:
-Yo no creo en todo lo que el ministro afirma, pero Brown sí lo cree. Y al menos una vez a la semana me gusta oír a un hombre que cree, firmemente, todo lo que dice.
Algo así me hubiera gustado contestarle a mi compañero.
-Oye, ¿y tú decías el otro día que no eres conservador?
Parece ser que si uno lee un periódico conservador, tiene que justificarlo. Si lee un periódico de izquierda, no. Y si el periódico es nacionalista, también está a salvo.
La inquisitorial pregunta de mi compañero de aula me ha recordado que al filósofo británico David Hume, que tenía fama de ateo, un día le reprocharon que fuera los domingos a escuchar el sermón del sacerdote John Brown en la iglesia. ¡Pobre David Hume, criticado por todas partes! Lo que el filósofo respondió en aquella ocasión fue algo parecido a esto:
-Yo no creo en todo lo que el ministro afirma, pero Brown sí lo cree. Y al menos una vez a la semana me gusta oír a un hombre que cree, firmemente, todo lo que dice.
Algo así me hubiera gustado contestarle a mi compañero.
Les traigo esto a colación porque curiosamente a mi me está empezando a pasar como a aquellos estudiantes de los que habla Paul, sólo que en mi caso el cuerpo del delito en vez del ABC es EL PAÍS. Veo a alguien con El País y no puedo dejar de sentir compasión. Pobre hombre, o mujer, me digo, se ha quedado colgado de aquellos maravillosos años. No se ha enterado todavía de que aquello no fue tal y que lo de ahora empieza a ser lo que algunos pensamos que algún día tendría que llegar a éste país. Es decir, ese día, que para mí ya está aquí, en el que la gente ilustrada ha alcanzado ya esa masa crítica que le permite marcar el destino de la patria. Un destino duro, de gran exigencia, por supuesto, en el que la calidad de vida no la darán ya las horas demoradas en playas y bares sino las oportunidades para realizar las propias aspiraciones.
Por Dios bendito, El País y los papeles de Bárcenas. ¡Qué majadería! Y que ganas de hacer daño cuando ya se sabe que se tienen perdidas todas las partidas. El consuelo del miserable. Le salió bien lo de la guerra de Irak porque España todavía no era lo que hoy es. Todavía éramos pocos los que habíamos leído a Hitchens, por ejemplo. Hoy seguirán intentando aprovecharse de la ignorancia de las masas para pescar en río revuelto, pero cada vez lo tendrán más difícil porque la masa crítica de ilustrados sabe lo que hay porque lo han construido ellos. Se oye un día detrás de otro en los debates de las cadenas de economía foráneas: las empresas españolas están entre las de tecnología más actualizada del mundo. La balanza por cuenta corriente nos es favorable. Y cosas así que quieren decir que montar el pollo reivindicando derechos inalienables cada vez servirá para menos porque se darán de frente con personas sin complejos que pedirán a cambio el sacrificio de la instrucción. ¿A cambio de qué pides tú eso? No, no, amigo, con eso que ofreces ni para cerillas. Prueba suerte con los de El País que a lo mejor cuela. ¡Son tan buenos! Y están tan a favor de los desfavorecidos... Ja, ja, dice Inaki que ayer daba pena ver a Rajoy en Berlín junto a Merkel. Daili que daili al panderu.
No hay comentarios:
Publicar un comentario