viernes, 15 de febrero de 2013

El Camino



Ni siquiera llevo  24 horas por aquí y ya es como si todas las constantes biológicas se hubiesen puesto en su sitio. Porque el caso es que venía arrastrando desde hace tiempo una como desafección de la vida que me tenía muy maltrecho. O muy acobardado, para ser más exactos. 

Desembarqué en Frómista bien entrada ya la noche, crucé el pueblo desierto y seguí por el camino que lleva a Santiago. El aire era frío y trasparente y las estrellas parecía que las podías alcanzar con la mano. Pedalear en tales condiciones era una verdadera dicha. No tardé en llegar a Población de Campos en donde tenía reservada habitación. Una cosa les puedo asegurar, pocas veces en la vida se puede llegar a una posada en donde le acojan a uno con tanta amabilidad. No has traspasado la puerta de "Amanecer en Campos" y ya te han colocado encima del mostrador de la recepción un vaso de vino para que tomes fuerzas antes de ni siquiera saludar. A partir de ahí, como en casa pero mucho mejor. El ambiente bon enfant reina por doquier. Tuve que intercambiar tantas opiniones e ideas con las dueñas y los huéspedes que me costó más de una hora acabar el vino para poder subir a mi habitación. Había unos peregrinos de canarias, otros de Alicante, algún japones de imposible inglés, una intelectual o algo así que entre opinión y opinión escribía con furia en su ordenador... 

La cena, ni les cuento. Pensé que me daría una noche toledana, pero no. Quizá fue porque antes de retirarme me pasé una hora paseando por el pueblo y, sobre todo, por los alrededores para poder contemplar las estrellas a mi antojo. No vi un alma en todo el rato. Sólo los incesantes aullidos de los perros rompían la quietud. ¡Pobrecillos! Que destino más asqueroso les reservó el Creador. 

Hoy, cuando bajé a desayunar ya habían abandonado el recinto todos los peregrinos, así que sólo la dueña me dio conversación. Luego fui hasta Frómista y tomé el tren hasta Osorno. Anduve por allí indagando, vi un par de casas que están en venta. Hice un buen rato bargaining con sus propietarios. Tipos duros de pelar. Y con la misma me volví para Frómista por la carretera nacional. Daba gusto pedalear. El sol estaba debilitado por una tenue capa de nubes y el aire apenas se notaba. Las cosechas alrededor apenas acaban de despuntar de tal forma que el verde que cubre la tierra es como una barba incipiente. Eran las dos o así cuando llegué. Pocos, pero algunos peregrinos sí que se veían demorándose por los bancos de plazas y paseos. Me fui al Van Dos a comer. Desde el altillo en el que me instalaron podía ver a los Simpsons mientras engullía. 

Después me he venido para lo de "amanecer en campos" a descansar. Luego iré a esperar a María que llega a Frómista en el regional de las ocho menos cuarto. En fin, ya digo, menos de veinticuato horas y ya están todas las constantes en su sitio.  Castilla, "el camino", no lo puedo evitar... 

2 comentarios:

  1. Buenas, viejo amigo. ¿On the road de nuevo? Por curiosidad, ¿dónde guardas tu ropa? ¿En Camargo, o has emigrado de nuevo a algún sitio que promete ser mejor que el último?

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  2. Ravi de vous retrouver,Juan Pablo. ¡uf, Camargo dónde quedó ya! Sigo en el camino, proyectando nuevas etapas. Circunstancialmente en Santander, pero no creo que dure mucho.

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