La cosa va de que, si los obreros de una fábrica de neumáticos no aceptan trabajar más horas a la vez que bajan sus salarios, Mr. Morry, que es el que tiene la pasta, coge, agarra, y se lleva la fábrica a la India, un suponer. Así de sencillo. Claro, los pobres obreros andan pillados entre promesas de distinto signo, porque se da el caso de que cuando el actual Presidente de la República andaba de campaña electoral les visitó para decirles que de cerrar la fábrica nada de nada, que él, si salía elegido, se lo garantizaba. Es decir, o sinvergüenza porque sabía que estaba prometiendo lo que no tenía poder para prometer o sencillamente idiota porque no tenía ni idea de cuales iban a ser sus poderes. Me inclino por lo de idiota.
En resumidas cuentas, los pobres obreros de la fábrica de neumáticos pasan a engrosar las crecientes masas de desheredados que pasean las calles protestando. Y la marea parece imparable y nadie da con el remedio. Es el signo de los tiempos.
Me ha enviado Jacobo un libro prodigioso. Es de un tal Galbraith y tiene por título "Economics in perspective". Por lo que más me gusta es por lo mucho que me desmiente. Yo que tanto he pontificado sobre la materia y ahora, leyéndolo, caigo en la cuenta de que no tengo pajolera idea del asunto. El precio de las cosas, el nivel de los salarios, el dinero en general... ¡menudo galimatías! Y, sin embargo, hay gente que sabe cómo hacer para que el edificio, por mucho que trontolle, no se venga abajo con todo el equipo dentro.
Saber o no saber, lo demás, todo palabrería... de la que los franceses, con su Presidente a la cabeza, son maestros consumados. Entonces, a falta de matemáticas, se inventan sintagmas con los que, a la vez que demonizan a los Mrs. Morrys de turno, van caldeando el ambiente para una nueva e imposible toma de la Bastilla. Ahora parece que le han cogido sumo gusto a lo de "despido bursátil". Argumentan que son empresas que van la mar de de bien, pero que por exigencia de los accionistas que quieren mayores beneficios, se ven obligadas a despedir a un montón de obreros. Y lo mejor de todo es que el argumento funciona a la perfección a la hora de cuadrar sentimientos. Hay víctimas y hay hijos de la gran chingada. ¿Qué más se puede pedir para calmar las angustias propias del negro futuro? Cualquier cosa, en fin, antes que ponerse a estudiar matemáticas que ya no son edades.
Sí, qué duda cabe, vivimos tiempos complicados. Mucha gente lo está pasando mal y parece aliviarse echándose a la calle a gesticular. Es compresible, pero no menos inútil. Por no hablar de estúpido, porque no querer comprender que el que tiene la pasta es el que decide que hace con ella es negarse a sí mismo la posibilidad de redención por el esfuerzo. Es ley de vida, qué le vamos a hacer.
Me alegro de que te haya gustado el libro. La verdad es que este hombre tiene la virtud de que lees tres de los que haya escrito: ese -digamos-, el del dinero, el Estado Industrial o el de la introducción a la economía y sientes que estás capacitado para dirigir el Banco de España... Ahora que lo pienso, a lo mejor alguno que lo ha dirigido no ha leído ni eso ¿que no?
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