Bien, todo eso está muy bien y es perfectamente comprensible, pero hay veces que abusan tanto que pueden provocar náuseas en las escasas personas dotadas de una mediana sensibilidad moral. Por ejemplo, cuando los fotógrafos profanan el templo para sacar fotos de un personaje presuntamente detestable que está allí elevando sus plegarias a Dios. Sí, el Sr. Undargarín será lo que sea y habrá hecho muchas cosas feas por las que, a la vista está, ya está pagando un elevado precio, pero de momento es un ciudadano libre -y aunque no lo fuera-, y ningún hijo de perra tiene el menor derecho a señalarle cuando está rindiendo culto a sus convicciones religiosas, sean éstas reales o fingidas que eso nadie es quién para juzgarlo.
Porque eso es lo más repugnante de toda esta cuestión, que de forma más o menos subliminal se está queriendo demostrar con esas fotografias como el Sr. Undargarín es tan absolutamente despreciable que ni siquiera le importa utilizar lo sagrado para redorar en lo posible su imagen siquiera entre los creyentes. Y además en la capilla de una estación de sky, cuando todo el mundo sabe que donde debiera estar rezando, de querer hacerlo, es en la capilla de la cárcel.
Urdangarín, el chivo expiatorio perfecto. El símbolo meridiano de la corrupción de "los de arriba". Porque esa es la madre de todos los corderos de los que salen a la calle a protestar y de muchos de los que no salen, que la corrupción, por definición, siempre y sólo es de los de arriba. Los de abajo, por supuesto, unos angelitos... y aquí es donde reside la indestructible resistencia de la mugre que nos asfixia, en la radical incapacidad de la que hace gala el pueblo llano para reconocerse sujeto de todas las bajezas y perversidades concebibles.
Lo decía el otro día una señora estupenda en el debate 28´de la cadena ARTE, que en España, mientras la gente de la calle no empiece a hacer autocrítica tendremos crisis para rato.
Desde luego que no hay derecho. Deberíamos tener un antropólogo de guardia de esos que nos explican cómo reaccionan los nativos de Guinea o de Papua con las culpas colectivas. Pues sobre poco más o menos.
ResponderEliminarY luego está la cuestión de no tener güevos, o sea, no tenerlos para en lugar de enfrentarse con un infeliz infantiloide, hacerlo directamente contra aquel contra el que van los tiros, o sea, el rey. Es como aquello que decía el matón del colegio cuando veía que un crío de diez años se cebaba con otro de seis: "A que no los tienes para pegarme a mí". Y no los tenía. Un asunto, no por repetido, menos repugnante. Sinceramente: si esto es civilización, que venga Dios y lo vea.
No pararán hasta que consigan que al chaval le mate un cáncer. Que a juzgar por el aspecto que tiene no debe de estar muy lejos de agarrarle. Luego sacarán a relucir la justicia divina que, en definitiva, es la favorita de la chusma. Que hasta los dioses se ensañen con la víctima, que en eso es en lo que le están convirtiendo de tanto atizarle.
ResponderEliminarPues no os extrane,nuestro típico comportamiento carpetovetónico..siempre fué así..Hurgar en la herida,irse de romería a observar durante unos segundos al todavía duque andar unos metros.. y gritar un par de insultos.Eso lo conozco bién de mis tiempos de futbolero,donde los expectadores se aborregan hasta extremos inauditos.
ResponderEliminarDel pueblo llano ya sabemos lo que se puede esperar, pero lo curioso es el grado de enchusmamiento al que han llegado todos esos medios de comunicación tenidos por serios. Es increíble lo que se pueden llegar a degradar con tal de vender. Lo que no sé es lo que hacemos nosotros siguiéndoles la corriente.
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