martes, 29 de abril de 2014

Par-ci, par-là



Regreso de Madrid en el tren. Como voy en preferente me dan a elegir entre diversos periódicos. Elijo El Mundo. Por suerte hoy tocaba artículo de Sostres. Lo confieso, ya va siendo el único articulista capaz de alegrarme el día. Escribe en esta ocasión sobre “Dos liderazgos”, el de Karol Wojtyla y el de Rajoy. Respecto a Wojtyla estoy seguro de que dice lo que dice para epatar. Que derrotó al comunismo. Como si el comunismo no se hubiese derrotado a sí mismo. Cuando llegó Wojtyla de comunismo ya no quedaba ni el humo de las pajas mentales que era toda aquella ideología siniestra. Cualquiera que hubiese empujado al muñeco le hubiese tirado de su pedestal de cenizas.

Pero con lo que dice sobre Rajoy estoy de acuerdo. Está ganando todas las batallas sin apenas moverse. Mínimo movimiento, máximo resultado, dice. La crisis económica encauzada. El Honorable President al borde del precipicio. A Rajoy mucha gente no le entiende, añade: algunos por falta de luces y otros porque no quieren admitir que están quedando en evidencia. Y remacha: Rajoy nos pone delante del espejo para que veamos hasta qué punto somos mediocres y grotescos. Conclusión: Rajoy sabe que queremos la revolución sin romper la porcelana y una guerra sin recuento de cadáveres. Y eso es exactamente lo que hace.

El resto del periódico, un verdadero tostón. Incluso la columna de Arcadi apesta por manida. Uno más entre los ochocientos mil artículos dedicados al puñetazo que una exaltada le ha pegado a un político por no ser lo suficientemente nacionalista. Ojalá, digo yo, se produzcan unos cuantos casos similares porque, si no, nos vamos a morir de aburrimiento antes de que se produzca la inflexión visible para todos, sobre todo para los faltos de luces que dice Sostres. Porque para los capaces ver un poco más allá ya se produjo hace tiempo. Como lo que les contaba de cuando llegó Wojtyla y ya no había nada que mandar parar porque nada se movía.

Bueno, la verdad es que no sería honesto si no les dijese que me he divertido ojeando el suplemento dedicado a los viajes. Asturias, Uruguay y Turquía, son los tres destinos elegidos y, por supuesto, ninguno de los tres defraudará a quien se aventure a visitarles. Además, para quien lo desconozca, les adelanto que los asturianos dicen que su corazón también es verde. No sé qué quedrán decir con eso porque no lo aclaran, pero, que lo sepan, es verde. Como estos campos de Castilla que tengo ante mi vista. Aunque si miro hacia el norte, aquello está más negro que el sobaco de un grillo, que diría el proscrito. Por lo demás, Uruguay y Turquía, se pueden imaginar, unas estampas de santos que quitan el hipo. Es lo que tiene el mundo, que está plagado de cosas bonitas que conviene no perderse al decir de los entendidos.

Totalmente de acuerdo, así que, nada más llegar a casa, si no hay nada que lo impida, voy a coger, agarrar, preparar la bicicleta, y tirarme a los caminos sin mayor dilación que, a estas alturas, ya no hay tiempo que perder y es mucha la mies por trillar.

viernes, 25 de abril de 2014

Juicios paralelos



Por una vez me hace gracia El Roto. Supongo que habrá influido en ello mi afición al flamenco. De todas formas, ayer lo comentaba con Isi y mostrabámos acuerdo mutuo en que ya está bien el machaque, juicios paralelos en definitiva, de los medios a casos de corrupción que ya están en los tribunales. ERES, Gurtel y demás. Sin embargo, otros casos de mucho mayor calado ni mentarlos. Y recordábamos la connivencia durante decenios entre médicos y laboratorios para estafar miles de millones cada año al Estado. Por profesión, los dos sabíamos de lo que hablábamos. Y no hay en los tribunales ni un sólo proceso que sepamos para dilucidar esa cuestión, quizá, el más gigantesco caso de corrupción que nunca se haya dado en este país. Para meditarlo.

En fin, eso era todo. Les dejo que están a punto de venir a buscarme para ir a Los Madriles. 

jueves, 24 de abril de 2014

Conflicto de intereses



Cuando viví en Alar hubo una cosa de la que me enteré nada más llegar: los sábados y domingos de la temporada de caza no convenía en absoluto salir a pasear por el campo. Todo el mundo te lo advertía y a nada que no les hicieses caso pronto empezabas a escuchar el cercano alboroto de las jaurías y algún tiro de vez en cuando. En aquellos parajes había mucho jabalí que es una de las presas más codiciadas por los cazadores. Acudían allí en cuadrillas que penetraban con sus 4x4 hasta el mismísimo corazón del bosque donde supongo harían las cosas propias de su afición. Hacia la media tarde, los 4x4 estaban invariablemente aparcados delante del burdel de Nogales. Era la señal inequívoca de que ya podías ir a pasear por el monte si te apetecía. 

Les traigo esta anécdota a colación a propósito de un nuevo conflicto de intereses surgido al calor de la diseminación del uso de la bicicleta. La bicicleta, un vehículo que desde sus inicios tuvo un doble uso, ya sea como medio de trasporte ya como herramienta para el esparcimiento y el deporte. Cuando yo era niño, en su mayoría era utilizada como medio de transporte para las clases trabajadoras y, luego, la pequeña minoría que representaban los hijos de los burgueses que las usaban para ir de excursión sobre todo en los pueblos donde veraneaban. Después, por los años sesenta, con la llegada de la motorización, la bicicleta como medio de transporte se convirtió en un anacronismo. Se seguía usando para esparcimiento de los muy jóvenes mayormente en sus vacaciones rurales y, sobre todo, para la competición deportiva. Por lo demás, si alguien utilizaba la bicicleta para sus desplazamientos urbanos simplemente se le consideraba un excéntrico y no porque no se supiese que por esos países del norte era de lo más común. En fin, el caso es que por una serie de circunstancias que no voy  mencionar ahora su uso se ha venido incrementando de unos años para acá hasta convertirse en verdadera moda. De hecho, no hay anuncio, ya sea de ropa o de seguro médico para jubilados, que no tenga un trasfondo de bicicletas. Una verdadera peste en el sentir de no pocos que han visto como hasta el simple deambular por las aceras de su ciudad se ha convertido en una actividad peligrosa. 

Una peste por la sencilla razón de que los españoles no somos ni holandenses, ni daneses ni alemanes. Ni tan educados ni tan espabilados como ellos. Las ciudades se van acondicionando a cuentagotas mayormente sustrayendo espacio al peatón y, por otro lado, los ciclistas, casi todos neófitos, tienen miedo a ir por las calzadas atestadas de coches y utilizan las aceras como pista de entrenamiento. Resultado, mi amiga Maite tuvo que hacer reposo el año pasado durante seis meses a consecuencia de un choque fortuito con un criajo alocado. Para haberle partido la cara o, en su defecto, haberle sacado al padre una buena indemnización. 

Luego están los deportistas. Porque ya se habrán dado cuenta que en este país el deporte es cosa seria. Quizá la única cosa seria. Entre runners, surfistas, ciclistas y demás que hay por ahí practicando, la verdad, no me explico que quede tanta gente para llenar los bares. Anyway, ciclistas que van por las carreteras de punta en blanco, que no les falta detalle. Aficionados a gisa de profesionales. Se diría que vienen de correr el Tour de la France. O el Giro de Italia acaso. Van en solitario algunos y los más en pelotón.  Y cuando van por la ciudad circulan por la calzada. Luego, los ciclistas que turistean entre los que me encuentro. Vamos por la carretera pegaditos a lo orilla y sin mirar el cronómetro. De pueblo en pueblo parando en todos a repostar. Una minoría en todo caso que en terreno urbano compaginamos acera con calzada, pero siempre civilizados. Y, por fin, esos que gustan convertir el ciclismo en deporte de riesgo, que agarran su 4x4 le adosan las mountainbike y se van a los montes a recorrer las trochas sin importarles lo accidentadas que sean. 

Y en esto llegaron los cazadores con sus ancestrales derechos de pernada y dijeron: estos putos señoritos nos están espantando la caza, así que si quieren deporte de riesgo lo van a tener hasta hartarse. Y empezaron a poner en práctica sus dotes de trampero. Colocaron, par-ci, par-la, semienterradas en el suelo de las trochas tablas con clavos, entre arboles por donde era inevitable pasar, hilo de naylon a la altura conveniente para conseguir el mayor estrago posible, en fin, gracietas de cazurro para que los mountainbaikeros puedan contar al llegar a casa aventuras de verdad. 

Y así están las cosas y no sé en qué acabarán aunque me lo infiero, porque, por lógica elemental, en los conflictos de intereses siempre se sale con la suya el que lleva la escopeta.     

miércoles, 23 de abril de 2014

Unforgiven



Leo el titular y con eso me basta: "El Papa Francisco: piedad contra impiedad". Esto de la piedad es algo que siempre había pasado por alto, como tantos otros conceptos ligados a la religión por otra parte, hasta que un día ya lejano di con un texto de María Zambrano a propósito de las diferencias entre el norte protestante y el sur católico. Pues bien, en el centro de esas diferencias, según ella, no hay otra cosa que la ausencia o presencia de la piedad como ingrediente destacable en el desarrollo de las relaciones humanas. A partir de esa lectura nunca he dejado de pensar en su significado, su evolución a través de la historia y, sobre todo, en cómo nos está afectando en la actualidad la valoración social del término. 

La piedad, no sé si se podrá decir así, es un término extraordinariamente polisémico, es decir, que se presta con facilidad a que cada cual lo tome a beneficio de inventario según mejor le convenga en cada ocasión. Por eso hace falta toda una María Zambrano para desmenuzarle y señalar, en la medida de lo posible, claro está, lo que es grano y lo que es paja. Para unos, por ejemplo, puede ser piadoso darle unas monedas a la jovencita rumana pletórica de salud que aposenta sus reales a la puerta del supermercado. Para otros, por contra, puede ser, que también lo dijo Jesucristo, enseñar al que no sabe, por más doloroso que le pueda resultar al enseñado digerir la lección, añado yo. Toda una infinidad de posibilidades de acción piadosa de las que habría que molestarse en examinar las consecuencias sociales a corto y largo plazo. 

En cualquier caso hay algo en lo que le ha sido fácil ponerse de acuerdo a una parte de la humanidad desde la noche de los tiempos, a saber, que si uno corre a apiadarse de quien está en un mal trance por el simple hecho de que está en un mal trance sin tratar de enterarse antes del porqué de ese mal trance, pues, entonces, corremos el riesgo de cometer una tontería que no beneficia a nadie sino todo lo contrario. Siempre se supo que hay mucho pícaro por ahí tratando de sacar provecho del sentimiento filantrópico, la mala conciencia, o lo que sea de los demás. Y también se sabe que aprender a salir por los propios medios de los malos trances es pedagógico a más no poder. Y también que al que se le perdonan sus malas acciones se le está enviando mensaje de que puede repetir la jugada. En fin, que el que se apiada, bien porque perdona a un insensato o alivia la miseria de un desgraciado, es casi seguro que será presa de una emoción agradable. Pero, ojo al parche, que ni las cosas son lo que parecen tras la primera impresión ni conviene hacerse ilusiones respecto a ciertas manifestaciones de la condición humana. 

Así es que siguiendo la pista al dichoso término he llegado a algunas conclusiones por las que, desde luego, no pondría la mano en el fuego por ser plenamente consciente tanto de mi escaso dominio de la materia teológica como de mi natural propensión a encontrar conexiones entre hechos diversos para establecer teorías que podrían dar algún sentido a lo que de por sí es dudoso que lo tenga. El caso es que en la antigüedad clásica de piedad poco y la biblia está plagada de ojo por ojo. Por no hablar de las historias de Heródoto que allí si por lo que fuese no eran los humanos los que hacían la justicia ya se encargaban los dioses de que nadie escapase sin su merecido. Y así iba el mundo, como en una película de Clint  Eastwood, sin perdón. En eso estaban y las cosas no iban ni tan mal. El Mediterráneo era un lugar seguro para el comercio, el Emperador había sometido a los señores feudales y el derecho se expandía por todo el imperio. Hasta que llegó Jesús y mandó parar. Dios perdona al que se arrepiente así que los humanos no son nadie para condenar. Además, que tire la primera piedra el que esté libre de pecado. Lo suyo, añadió, es el perdón. Apiadarse del pecador. Porque es que, además, perdonar es un acto puramente intelectual que salta por encima de los sentimientos más primarios. Perdonamos y nos liberamos de nuestro yo más animal. Nos parecemos más a Dios que, no nos olvidemos, nos hizo a su imagen y semejanza. 

Y vinieron los años del cristianismo y sí, mucha piedad y tal, que eso está muy bien, pero según con quién y cuando. Porque no es lo mismo perdonar las debilidades del próximo que del lejano, del amigo que las del enemigo. Aunque del lejano y el enemigo lo que sobre todo no se perdonan, a qué nos vamos a engañar, son sus virtudes. Y esas estando, llegó un momento coincidente con lo que se dio en llamar Renacimiento en el que algunos empezaron a considerar que lo de la piedad se había salido de madre y estaba en el centro de la corrupción y decadencia de las instituciones. Porque es que, además, con el desarrollo económico que se estaba produciendo se necesitaban leyes justas y seguras para el comercio. Y leyes justas y seguras y piedad es un oximorón, un imposible. Así, para empezar, suprimieron lo de la confesión por considerarla la coartada perfecta para no tener que responsabilizarse de los propios actos. En adelante, las picias que hasta entonces se habían redimido con el rezo de tres rosarios se pasaron a pagar con la horca. Una verdadera revolución a la que dieron el nombre de protestantismo. 

En fin, no sé qué pensaría el Papa Francisco si leyese esto. En cualquier caso yo, de apuntarme a algo, me apuntaría al "Sin perdón" de Clint Easwood, que no es otra cosa que aquello que dejó escrito el clásico: "...lo pagaba luego con la vida; remedio que calificó la experiencia por más saludable y mejor que la piedad y misericordia". Claro que, también, comprendo que siendo viejo y, por tanto, con muy pocas posibilidades de saltarse a la torera los preceptos, es muy fácil tomar partido. 
    

lunes, 21 de abril de 2014

Idleness




Una de las cosas que sin duda más contribuyen a aliviarme las insufferables fatigues of idleness es la conexión al satelite ASTRA. No puedo imaginar esas últimas horas del día de otra manera que haciendo zapping de Atlanta a Moscú, de Pekin a Tel-Aviv, de Londres a Caracas, de Sevilla a Estrasburgo, de La Habana a Tokio, pasando por Seul y New York... y un largo etc.. Un no parar de andar por el mundo observando lo que hacen y dicen unos y otros. Luego, ya, con todo ese material en la memoria, uno se entretiene haciendo conexiones para elaborar sesudas, o peregrinas, teorías sobre el devenir de la historia, en fin. Así, por poner un ejemplo muy cercano, si ves a la chica del tiempo del canal autonómico andaluz de inmediato te explicarás muchas de las cosas que pasan en esa comunidad. No creo que haya en el mundo mujer bandera del tiempo que lleve unos zapatos de color mas llamativos y con los tacones más altos y afilados. Apostaría que son un diseño de Luchino y Visconti. 

Por lo general no hay noche en la que no me quede colgado de algo. Una entrevista de Charlie Rose en Blomberg, una serie alemana en ARTE, un debate de los que modera Lea Salome, un concierto en Cubavisión. Las posibilidades son infinitas. Y el resultado algo así como la ilusión de que me estoy sacando de encima la losa provinciana para pasar a convertirme en un ciudadano del mundo. Es un decir.

El caso es que de unos días para acá me tiene muy entretenido el debate se está dando en Francia en general y en los platós televisivos en particular sobre el controvertido asunto del fraking. Ya saben que los franceses son muy suyos sobre todo cuando los americanos son el referente, pero todo ha sido decir Obama a los europeos que se dejen de pendejadas y saquen gas del suelo si quieren dejar de depender de los rusos y ahí tienen a los franceses en la primera línea del combate intelectual que es necesario librar para poner las cosas en claro. Por así decirlo son debates entre la cabeza representada por la tecnocracia y el corazón representado por los ecolos. Pero también hay pura gimnasia del esprit. Me explico.

La palabra esprit es quizá la palabra francesa por excelencia. Y tiene muy difícil, por no decir imposible, traducción. Yo lo mejor que he encontrado para explicarla es lo siguiente: "Souffle provenant de Dieu, en particulier souffle créateur, action créatrice et bienfaisante de Dieu". Algo así como la inspiración, en definitiva. Tal era el caso anoche en uno de esos programas distendidos de fin de semana en donde Michel Onfray hacía de las suyas. Michel Onfray, para los que no sepan, es una especie de Savater a la francesa. Una capacidad especial para la comunicación de las ideas sensatas. Como Savater, se dice de izquierdas, pero para mí que es sólo una treta porque así es más fácil desmontar desde dentro los tópicos que adormecen a los adeptos de esa ideología. Con el fraking de horizonte, Michel saco a relucir a Max Weber y Don Quijote sobre el que acaba de publicar un libro. Por lo visto Max Weber dijo que la izquierda tiene una ética de la convicción y la derecha una ética de la responsabilidad. Por eso los de la izquierda quieren mucho a la naturaleza en general y no quieren que se la toquen, pero después se monta en los aviones como quien se tira un pedo y no ve la menor contradicción en ello. La derecha por contra, es coherente con lo que se propone y tira hacia delante hasta conseguirlo si preocuparse de lo que va dejando por las cunetas. Yo lo que propongo, decía Michel, es una izquierda que añada la ética de la responsabilidad a la de la convicción. Como Don Quijote, ejemplo de coherencia donde los haya entre sus creencias y acciones. En fin, toda una serie de malabarismos mentales para intentar hacer reflexionar a los antifraking sobre aquel dispendio de energía eléctrica bajo el cual estaban defendiendo sus ideas. De algún lado tiene que salir esta energía y hay que elegir: nuclear, Rusia, fraking... o vivir a oscuras. 

Bueno, ya digo, idleness a la francesa. Con esprit.

domingo, 20 de abril de 2014

Los malos espíritus



Ayer, cuando regresaba de mi paseo vespertino, serían las diez o así, me extrañó ver que a la puerta de la capilla de los agustinos había un grupito de personas presididos por un cura en atuendo de oficiante alrededor de un fueguecillo casi ridículo. De inmediato pensé que seguramente se trataba de algún tipo de ritual de purificación pascual de reciente importación que, a buen seguro, no tardará en tomar carta de naturaleza para pasar a convertirse en fenómeno de masas y bien de interés turístico cultural. Pues bien, hoy por la mañana, curioseando par-ci, par-là, me he enterado de que eso de hacer fuego por estas fechas es una costumbre alemana de origen pagano que tiene por finalidad desterrar los malos espíritus del invierno. Tate, me he dicho, aquí tenemos la etimología del evento: la multinacional eclesiástica apropiándose una vez más los ritos del paganismo. Lo demás, lo del interés turístico y tal, por añadidura. 

A mi me parece de perlas que la Iglesia se dedique a propalar todo tipo de prácticas exotéricas. Fíjense bien que digo exotéricas con equis y no con ese. Para el que no esté al tanto les diré que es la diferencia que va de lo abierto al vulgo a lo cerrado a los iniciados. Que la Iglesia se dedique a lo abierto al vulgo, o sea, a las chorradas, y las revista de ese esplendor ritual como  sólo ella sabe hacer, es algo que a mi parecer no tiene parangón como apaciguador de espíritus atribulados. Ya sólo por eso debiéramos guardarle no sólo el debido respeto sino una bien fundada admiración. No por nada sino porque, como cualquiera sabe, los espíritus atribulados del vulgo si no se saben canalizar, como diría el clásico, fuerza van tomando del abandono que, después, hacen imposible el remedio sensato. 

Los malos espíritus. Uno ve lo que pasa por ahí, en Ucrania, Centro África y sitios así en estos precisos momentos, y después de pensarlo mucho no puede llegar a otra conclusión que la de que todo ello tiene que traer causa del deterioro de las Iglesias. Las iglesias cuando no están bien gestionadas tienen una tendencia natural a pasarse del campo de lo exotérico al de lo esotérico. Unos curas iluminados pretenden estar en posesión del conocimiento de las cosas de este mundo y, como consecuencia, en vez de dedicarse a lo suyo que es la magia potagia se meten en política. Un verdadero desastre porque la política adobada con el explendor ritual al que los curas no se pueden sustraer sólo puede llevar a sentimientos patrióticos exacerbados que es lo peor de lo peor que le puede pasar a una sociedad. Putas guerras de religión todas. 

No sé, pero juraría que si hay una Iglesia que funciona debidamente ya puede ir mal la economía o haber malas cosechas que ni la gente se entremata ni las pestes acometen. Porque todo es cuestión de cómo se perciben los malos espíritus que es donde el arte de las Iglesias todo lo puede. O casi todo. En fin, que espero ver grandes hogueras la víspera del Domingo de Pascua en los años a venir. Porque, francamente, me parece un procedimiento muy barato de ahuyentar a los malos espíritus. Más barato en cualquier caso que si encomendamos el trabajo a la industria farmacéutica.  



sábado, 19 de abril de 2014

Los refritos



Con motivo de la muerte de García Márquez no han faltado en las televisiones francesas comentaristas que se han apresurado a señalar que era un hombre de gauche. Como queriendo decir, que quede claro, para gusto de unos y disgusto de otros. Es como un tic, o sea, algo automático, no controlado, por tanto, por la razón. Funcionar por medio de los viejos estereotipos que permiten colocar a ciegas a cada cual en la casilla correcta del archivador. Porque esa es la cuestión: persona etiquetada, persona archivada, es decir, todo el mundo sabe en donde se le puede encontrar. Un mundo casi feliz.  

Los de izquierdas son así, así y así. Los de derechas asao, asao, asao. Lo malo es cuando uno de izquierdas, y más si es el que escribe las soflamas del Presidente, calza unos zapatos de varios miles de euros. Entonces corre la voz como la pólvora y el pobre hombre tiene que dejar de escribir las soflamas so pena de que todo el archivador se vaya al carajo y no haya en adelante forma de saber donde encontrar a cada cual. 

Curiosamente, los indios, que no en vano fueron los que nos dieron los números del sistema métrico decimal, ahora se han adelantado a poner una tercera casilla en el apartado de género de todos los impresos oficiales de solicitud de lo que sea. En adelante aparte de los tradicionales varón, hembra, se le añade uno que es una especie de refrito de los dos lo que no le impide tener una personalidad bien diferenciada. 

 A mi me parece que los indios tienen razón. Hoy día se sigue pensando en estados puros por pura pereza mental, pero a nada que pones a funcionar las neuronas caes en la cuenta de que lo que predominan son los refritos. Por ejemplo, ¿qué problema hubiese tenido ese pobre desgraciado de los zapatos carísimos si en vez de poner la cruz en la casilla de gauche la hubiese puesto en la de pijo-progre? Porque todo el mundo sabe que a nadie le amarga un dulce y el que conozca a alguien de izquierdas que en sonriéndole la fortuna no se lance al consumo de "buen gusto" que venga y me lo cuente. De izquierda, izquierda, así, a pelo, sólo los que no les queda más remedio y punto. Por cierto que la mayoría de esos se están pasando a Le Pen por aquello de la coherencia.  

Y hablando de Le Pen les daré un dato curioso. En los únicos barrios donde no ha ganado adeptos en las últimas elecciones son esos que se han puesto de moda entre los bobos. Los bobos, por si no lo saben, es un refrito de burgués y bohemio. Son gente que tiene pasta gansa pero pasa de "buen gusto". En vez de zapatos caros prefiere las chancletas, y en vez de los ferrari, la bicicleta. Como Mark Zuckerberg, por poner un ejemplo. 

En fin, lo de izquierda, derecha me parece que ya no sirve ni para bailar la yenca. Acaso, keynesianos y liberales, pero tampoco, porque es que si ya debes mucho, cual es el caso ahora, no puedes pedir más prestado para relanzar la economía porque, entonces, lo único que relanzas es el bolsillo del que te presta. No sé, pero para mí que lo único que podría funcionar es lo de los pijoprogres y los bobos. Dos concepciones de la vida que a mi juicio podrían dar corpus ideológico a partidos anclados en la realidad social que vivimos. En fin. 

viernes, 18 de abril de 2014

Mil a uno





Decía La Bruyere que "la prevención del país, unida al orgullo de la nación, nos hace olvidar que la razón es cosa de todos los climas y que se piensa como es debido en todos los sitios donde hay hombres". Y mujeres, of course, se sobreentiende. Bien, hoy día no sería prudente decir que piensas de otra manera porque se te tirarían encima todos, y todas, los que al no estar muy seguros de sus convicciones al respecto necesitan hacer grandes aspavientos para que no se les note. Porque el caso es que, a mí, que me importa un rábano lo que los demás piensen sobre lo que soy o dejo de ser, incluso si me dicen nazi, hay veces que los hechos constatables me obligan a pensar que hay colectivos humanos a los que por alguna razón la naturaleza les hizo disminuidos psíquicos, es decir, que, en contra de lo que pensaba La Bruyere, son incapaces de pensar correctamente incluso en las cosas más elementales. 

Ya sé que cuando alguna persona, o colectivo de personas está mal, lo más cristiano es argumentar con el señalamiento de un culpable exterior. Y es que quizá no haya cosa más humana que poner en acción el artificio conspiranoico para camuflar las propias carencias. Porque, no nos engañemos, la cosa va de carencias de las que, por el querer de los dioses, unos tienen más que otros. Unos están más dotados para el pensamiento abstracto que otros y ni siquiera una educación exquisita es capaz de balancear esa diferencia. Y de ahí que, abstración hecha de los favores puntuales concedidos por Fortuna, unos salgan mejor librados que otros de este berenjenal imprevisible que es la convivencia humana. 

En estas cosas tan, como digo, poco cristianas, pensaba ayer mientras veía un documental sobre una película que han hecho los palestinos de la Granja, perdón, Franja de Gaza a propósito de aquel soldado israelí que hicieron prisionero hace años y que después de mucho tira y afloja, que es para lo único que son buenos los infradotados, lo liberaron a cambio de mil prisioneros palestinos en manos de los israelíes. Al parecer ese intercambio de uno por mil es para los de Gaza el colmo de los colmos de todas las bienaventuranzas que los dioses les han concedido para poder demostrar al mundo que su causa está a punto de ver la luz al final del túnel. Y así es que mal aconsejados por sus torpes mentores los iraníes han decidido hacer una película sobre el asunto por aquello de la propaganda, porque, por lo demás, los ciudadanos de Gaza están protegidos por ley de las inclemencias morales derivadas de la visión de todo tipo de películas. 

No me digan que no es fabuloso pensar que es un gran triunfo exhibir ante el mundo que un israelí vale lo mismo que mil palestinos. Sin duda hay algo en esas cabezas, por lo que sea, que no voy a entrar ahora, que funciona de pena. Considerar que ser como la calderilla es cosa de la que enorgullecerse te pone al nivel de las cucarachas. No sé, pero si hubiese en Gaza algo de lo que La Bruyere mantiene la cosa no se sostendría como se sostiene. Haría ya tiempo que habrían concluido que uno por mil es como para pensárselo. En fin. 

Bueno, estas cosas las pienso de una forma, como se dice ahora, líquida. Sé que todo es terriblemente complicado, pero, así y todo, no deja de ser motivo de perplejidad y de necesidad de analizar para tratar de comprender como se pueden aceptar con orgullo esas diferencias de mil a uno cuando formas parte de los de a mil.  

jueves, 17 de abril de 2014

El truco del almendruco



"Occidente no quiere ver que en Kíev hubo un golpe de Estado de nazis", dice un tipo anodino que de la noche a la mañana se ha visto elevado a la categoría de ministro de una autoproclamada República Popular en algún lugar al este de Ucrania. 

¡Átame esa mosca por el rabo! De todos los trucos del almendruco que utiliza la conciencia para no hacerse mala sangre ninguno tan efectivo como el de achacar al otro precisamente lo que tú eres. Les pondré el ejemplo más conocido de todos para que me entiendan: vas a Cataluña, no de turista, claro, sino a instalarte allí por una temporada, pues bien, no pasará mucho tiempo antes de que aquello que pasa allí te suene a algo ya vivido. Una sociedad secuestrada por un pensamiento único que no admite ni críticas ni, menos, chistes al respecto, so pena de ser tachado de anticatalán si te consideran de los de allí o de fascista, franquista, españolista, etc., si eres de fuera. ¿Les suena no? Como lo de aquel entonces de marras, aunque, a D. G., sin disponer de calabozos porque si no... ya te digo lo llenos que iban a estar. Es razonable que así sea porque nunca se desarrolló económica y socialmente esa región como en los años del franquismo. Fue para ellos una edad dorada de la que, ahora, cuando se acabó el destacar, lógicamente sienten nostalgia. Una nostalgia que hay que enmascarar sea como sea porque en los tiempos que corren no es de recibo hacerla explicita. Pero ya saben, tira más pelo de coño que dos carretas y, por mucho que enmascares, el sentimiento está ahí enseñoreándose de la lógica de la vida. Así, las cosas parecen como que no, pero son como si sí. El truco del almendruco: te llamo ladrón a gritos y así ni yo me entero de que estoy robando. Porque otra cosa no, pero ladrones en Cataluña, ¡madre mía! Como nazis en Rusia, más o menos, pero más bien más.

El caso es que a propósito de lo que está pasando en Ucrania le hacía el otro día un entrevista Chistiane Amanpour al Presidente de Estonia. Un tipo curioso ese Presidente que para mí lo quisiera yo en este país. Porque se da la circunstancia de que en Estonia, al igual que en Ucrania, hay al este del país un comunidad rusófona a la que el Sr. Putin no para de tirar los tejos por ver si creando problemas al vecino se saca un poco de la mugre que amenaza con destruirle. Lo tenía claro el Presidente estonio: vaya usted a los anuarios y mire las cifras, le contestaba a Christiane. Ahí están todas las respuestas a sus preguntas. Y es que Estonia es quizá el país más exitoso de toda la CEE y la comunidad rusa de Estonia la que mejor vive con diferencia abismal de todas las comunidades rusas de cualquier parte del mundo. Ya te digo, rusos sí, pero tontos no, venía a resumir el Presidente. 

Hasta el más zote lo entiende, pones a cualquiera en una situación no ya de decadencia sino de simple estancamiento y como por ensalmo le ataca la nostalgia de cuando ataban los perros con longanizas. Empieza a fabular sobre lo que nunca existió y ya sólo falta que venga alguien a susurrarle al oído historias desculpabilizadoras. Porque es lo que tiene la nostalgia que conlleva un resentimiento difuso que va desde el yo culpable a un todo adverso que me ha expulsado del paraíso. Así es que, en tal estado, está uno como quien dice a güevo para dejarse seducir por cualquier teoría conspiratoria que de paso que te exculpa te indica el camino de regreso al paraíso.

Teoría conspiratoria o truco del almendruco. Escuchaba ayer a una corresponsal en Moscú que explicaba como, a base de machacar en las televisiones públicas, el Sr. Putin, ha conseguido convencer a la mayoría de los rusos que lo de Ucrania es como aquello tan gracioso del contubernio judeo-masónico, o sea, que los europeos y americanos son los mismos nazis que ya derrotó una vez la Madre Patria hace sesenta años y que ahora los va a derrotar otra vez en los campos de Ucrania. El nazismo, en definitiva, siempre acecha, pero para eso está Putin, para defender al pueblo ruso de esa plaga... lo mismo que Arturo Mas para defender a los catalanes del franquismo. Y los nostálgicos se lo tragan como si fuese bálsamo de Fierabrás. 

Desde luego que cómo es el ser humano. Por más que lo intentamos comprender siempre estamos en el mismo grado de ignorancia al respecto. 

martes, 15 de abril de 2014

Églogas




Me hablaba esta mañana Isi de las Églogas de Virgilio que anda leyendo estos días. El campo y toda esa ensoñación melancólica que suscita cuando se le contrapone a la vida agitada de la corte. Virgilio dio el pistoletazo de salida y, después, todo un género. Garcilaso de la Vega, que los únicos campos que debió pisar fueron los de las batalla que libró, nos cuenta;


El dulce lamentar de dos pastores,
Salicio juntamente y Nemoroso,
he de cantar, sus quejas imitando;
cuyas ovejas al cantar sabrosdo
estaban muy atentas, los amores, 
de pacer olvidadas, escuchando.

Bueno, yo he tenido la oportunidad de escuchar el lamentar de unos cuantos pastores y no sé, pero diría que cualquier cosa menos dulce. Desde luego las ovejas seguían paciendo y los mastines enseñando los dientes. Pero tengo que reconocer que ver desparramarse el rebaño por la ladera del cerro tiene, o tenía porque cada vez menos, algo como de apacible, con el sonido lejano de las esquilas y todo eso, aunque, después, leyendo a Adam Smith me he enterado de que ese desparrame es cosa perniciosa donde las haya. A no otra cosa son debidos esos montes pelados semidesérticos que ocupan medio mundo.  

En fin, que aunque soy de pueblo, o quizá precisamente por ello, siempre tuve una querencia por lo del elogio de la vida retirada a lo Fray Luis. Y a nada que me bajen las hormonas o lo que sea que da las ganas de vivir ya estoy fantaseando con las suaves ondulaciones cerealeras o las verdes colinas forrajeras. De hecho un par de veces en la vida tiré hacia delante y probé de esa medicina fraudulenta. A Dios gracias salí vivo del trance y con la firme convicción de que no hay mayor equivocación en la vida que la de tomar de asiento lo que por su propia naturaleza sólo puede, o debe, ser de paso so pena de descubrir el pastel y, por tanto, destruir todo el sustento de las ensoñaciones melancólicas. 

Los pastores con sus cayados y perros amaestrados, sí, quedan algunos, residuos asilvestrados en vías de extinción a D. G., pero la gran producción corre a cargo de tipos que utilizan las derivadas para optimizar el beneficio. Y de la producción agrícola mejor no hay que hablar porque lo primero que saldrá a relucir son esos tractores que extienden sus brazos y empiezan a arrojar todos esos millones de toneladas de productos altamente cancerígenos... en fin, que el campo real cualquier cosa menos bucólico a nada que, como digo, le tomes de asiento y no de paso.  

De paso, sí, claro, porque no te enteras de nada y eso permite ensoñar mientras pedaleas. Esos muros de adobe que bordean el caserío, esas colinas suaves como caderas de mujer donde la brisa mece las cosechas como si fuesen el oleaje de un mar primero verde y luego dorado, ese pastor con su cayado del que más vale no saber... un montón de cosas realmente pintorescas bordeando esas carreteras casi llanas, casi rectas, que conectan pueblos que compiten por el esplendor de sus iglesias y fiestas patronales.  

Eso es todo, el campo, un libro con hermosas ilustraciones... y con letras que es mejor no saber leer porque, de lo contrario, ni églogas ni madrigales sino un billete para el primer tren que pase por allí.  


viernes, 11 de abril de 2014

Comprensión lectora



A estas alturas de la vida creo haber recogido suficiente información y desarrollado la necesaria capacidad de análisis como para poder afirmar sin miedo a hacer el ridículo que el tener la ciudadanía española es un magnífico regalo que me han hecho los dioses. Magnífico por comparación, bien entendido, y espero que en esto no me traicione la primitiva, o infantil, tendencia a sobrevalorar lo propio, una de las debilidades, sin duda, más perniciosas de la condición humana. Al respecto, tengo grabados a fuego en la memoria los comentarios hechos por aquel grupo de adolescentes que un caluroso día de junio subimos en tren a La Meseta con la finalidad de examinarnos allí para conseguir el acceso a la Universidad. Comentarios siempre despectivos hacia aquellos campos ya en sazón. A nosotros, que veníamos del verde, aquellas inmensas extensiones doradas se nos antojaban lo más parecido al infierno y las escasas personas que las poblaban seres despreciables condenados de por vida a la miseria. Quizá, nada represente mejor que aquellos comentarios la mala educación que habíamos recibido. El desprecio de lo desconocido como sustituto de la necesaria curiosidad, eh ahí la quintaesencia de la burricie que sigue aquejando en mayor o menor grado a inmensas capas de todas las sociedades del mundo. 

Pero me estoy yendo por los cerros. A lo que quería ir es a que por muy bueno, bonito y barato que sea este lugar al que me han arrojado los dioses, y que como tal lo reconozca, no dejo de observar determinados aspectos de la vida cotidiana que dejan mucho, por no decir muchísimo, que desear. Son todos aspectos que tienen que ver con lo que conocemos como civismo, es decir, con el vivir con una continúa y fuerte conciencia de que el otro existe. Todo lo que hago, tengo que saber, repercute en los otros e, inevitablemente, de una forma u otra, me llegará el rebote. O sea, que ojo al parche.

Esa falta de civismo cuyas consecuencias tanto parece que amenizan, cuando en realidad empecen, las conversaciones al calor de cualquier lumbre. Y digo que empecen porque hablar de incivismo, del incivismo de los otros, es lo más parecido a la queja. La queja que no cesa con la que pretendemos aliviar nuestra desazón sin caer en la cuenta de que la queja de por sí, sin ser seguida de la acción adecuada para remediar el mal que la provoca, no hace otra cosa que engendrar pestilencia. Hamlet dixit.  

Así es que como en mi ánimo está tanto el no soportar las molestias del incivismo como el procurar engendrar la menor pestilencia posible he decidido pasar a la acción en lo que me concierne que no es otra cosa que la higiene, empezando por la sonora, del entorno que he escogido para vivir. Para poder hacer lo que me gusta hacer necesito que no me distraigan cada dos por tres esos golpes sonoros secos que la naturaleza ideó como arma de amedrantamiento y, por tal, sumamente desagradables. Comprendo que los responsables últimos de la emisión de esos sonidos disfruten de la sensación de omnipotencia que toda acción de amedrantamiento tiende a producir. Lo comprendo, pero como su omnipotencia es a costa de mi minusvaloración, mi obligación es tratar de ponerles todas las trabas a mi alcance para que no se salgan con la suya. Y en ello, desde luego, estoy.

Para empezar he hecho venir un par de veces a la policía urbana, he expuesto por escrito mi percepción de los hechos a las diversas concejalías, he tenido unos cuantos argumentos con los vecinos y, sobre todo, lo que más ha contribuido a mi resarcimiento por los daños recibidos han sido las patadas que he dado a esos canecillos que pululan a todas horas por el jardín dejando sus regalitos par-ci, par-là. El otro día lancé uno de ellos a por lo menos cuatro metros de distancia, yendo a caer el susodicho a los pies de su señora dueña que lo llenó de caricias para consolarle mientras a mí me increpaba con todo tipo de improperios. Bueno, pues no se lo creerán, pero para mí que la cosa está mejorando. Pero ya veremos porque, a veces, en la euforia de la acción, suelo tomar por realidad los espejismos. 

En cualquier caso, lo que cuenta es actuar. Sí, ya sé que estarán pensando que me estoy enajenando a la vecindad, que tendré que volver a largarme con la música a otra parte, que si patatín, que si patatatán. De acuerdo, pero todo lo doy por bueno con tal de no engendrar pestilencia. O callar y aguantar como un vulgar epsilon. No, yo, por naturaleza, donde veo gigantes los ataco y poco me importa que todos a mi alrededor griten que son molinos de viento. Sé que se equivocan lo mismo que se vienen equivocando desde hace siglos los que se empeñan en considerar que Don Quijote estaba loco. El atacó gigantes de verdad y los que piensan otra cosa es por que tienen un problema de comprensión lectora. Porque atacó a los gigantes es que desde entonces los gigantes son menos gigantes. Y no por otra cosa es que el mundo, en reconocimiento, le considere el más importante personaje de toda la historia de la modernidad que empezó con aquello que se dio en llamar el Renacimiento. Así es que, para los que entienden lo que leen, Don Quijote quiere decir libertad de espíritu, la autentica libertad sin la cual la vida se convierte en una verdadera mierda. 

En fin, vamos a ver como acaba la cosa. Alomejó, en el peor, o mejor, quién sabe, de los casos tengo que echar mano del portal Idealista, pero, no se preocupen que a mí, les puedo asegurar, me habrá merecido la pena. 

miércoles, 9 de abril de 2014

Coletazos



Efectivamente, como dijo Nosequién, el infierno son los otros. Pero, también, los otros son el cielo a nada que amanezca un buen día, llames a los amigos, quedes para coger la barca a Somo y luego pases el día por allí deambulando, indagando, reflexionando y, de vez en cuando, cuando se tercia, recordando chistes de la infancia que duró hasta hace cuatro días como quien dice si no es que todavía perdura aunque sea en forma de coletazos. 

Del infierno, como reza un famoso tango, mejor no hay que hablar. Baste mencionar que para eludirle en la medida de lo posible, justo ahora, llevo calzados en las orejas unos cascos conectados  a Radio Clasique. No es que me apetezca escuchar música, en absoluto, es que escojo un mal menor que, mal que bien, me permite concentrarme en lo que me concierne que no es sino cualquier cosa que sea que me prive de la conciencia de que si todas las horas hieren, la última mata. 

Del cielo, sin embargo, conviene hablar y mucho de cómo merecerle y, luego, retenerle. El cielo, también lo dijo Nosequién, es cuando el tiempo no cuenta. La eternidad que le dicen. O la inmortalidad si mejor quieren. La infancia para que nos entendamos. Cuando lo que predomina es eso que los técnicos llaman vida fantasmática que no es otra cosa que lo de "Gillermo y los proscritos". Un mundo por conocer y dominar en los jardines del vecindario. 


Los proscritos y los jardines, eh ahí las dos cosas que es imprescindible cultivar so pena de sucumbir a la tiranía del tiempo. La amistad y el afán indagador. Lo uno sostén y motor de lo otro y viceversa. Como Dionisos y Apolo. 

Anyway,  para hacer el pino no queda más remedio que aprender a hacer el pino. 

viernes, 4 de abril de 2014

Carmen de Mairena



Como llevo unos cuantos días sin leer ni escuchar los medios nacionales más allá de lo que se me cuela cuando entro a algún bar a tomar café o cosa por el estilo, pues, resulta que ojos que no ven corazón que no siente. La bolsa, sin duda el mejor barómetro pese a quién pese, va bien y en los medios internacionales con los que suelo entretenerme un rato por las noches en absoluto dan noticias alarmantes sobre España sino más bien todo lo contrario y, eso sí, de vez en cuando, para que no decaiga la fiesta, hacen mención a algún toque pintoresco que ya saben que en eso pocos nos ganan y, de ahí, supongo yo que será que tantos se animen a hacernos una visita de vez en cuando. 

El caso es que les cuento esto porque en dos de entre los escasos entretiens que he mantenido estos últimos días con los amigos ha salido a la palestra con tintes más bien alarmantes el tema del procés català, ya saben, ese delirio colectivo que afecta a esa parte del territorio nacional del que salí huyendo hace años porque ya entonces mis sensores me alertaban de un nivel de enchusmamiento social de todo punto incompatible con mi capacidad de aguante. Bien, no fueron pocas las insinuaciones que entonces se me hicieron de estar sufriendo paranoia o cosas peores, pero yo ya daba por perdido el juicio de aquella gente si es que alguna vez lo tuvieron. En fin, yo me las piré y Santas Pascuas. Y allí se quedaron los afectados venga y dale a recocerse en su propia pestilencia. La nostra llengua, la nostra cultura, pero, sobre todo, la nostra deficiencia mental. Ya lo dijo Nosequién, que nada hay tan fatigante en este mundo como tratar de razonar con deficientes mentales. Nada nuevo, recuerden la Alemania de los años treinta del pasado siglo. 

Lo que pasa es que Alemania era Alemania con su Krupp, Thysen, Bayer y demás y Cataluña es Cataluña con su Bagdag, Carmen de Mairena y poca cosa más. No nos engañemos, una cosa es el ruido y otra bien diferente la fuerza, por más que los timoratos, y simples, tiendan a confundir lo uno con lo otro. Así que, ¡estem tranquils! Llegado el momento de la verdad la mayoría de los catalanes, como cuando lo de Franco, saldrán a las avenidas a dar vítores a España. Y "La Vanguardia" volverá a ser ESPAÑOLA. Después nos contarán que todo fue como en aquel chiste del tipo que tenía sueños eróticos y al despertar se dio cuenta de que, en realidad, lo que había pasado es que se había quedado dormido con la mano metida en el orinal. 



martes, 1 de abril de 2014

De la riqueza



De entre las experiencias que nunca he tenido y que me gustaría tener antes de estirar la pata está esa que consiste en echar un vistazo a los assets que tienes depositados en el banco y darte cuenta de que por mucho que despilfarres aquello apenas va a sentir merma. Comprendo que es una pretensión sumamente fantasiosa, pero nunca se sabe ya que si hay diosa caprichosa esa es la Fortuna. Conocido he personas que en siendo tan pringadas en el plano monetario como yo lo he sido siempre, de repente, de la noche a la mañana como quien dice, se han visto nadando en la abundancia y dando no poco de qué hablar a los que a su alrededor seguíamos necesitando del cálculo riguroso para todo lo que fuera salirse de las pequeñas necesidades. La sarnosa envidia, bien sur.

Yo, la verdad, tengo que decir en mi descargo que casi siempre fui prudente a la hora de enjuiciar las excentricidades de los súbitamente acaudalados. Y no por nada sino porque siempre estuve convencido de que de haber sido yo el agraciado seguramente hubiese cometido tonterías sin cuento. O quizá no, quién sabe. Y es que uno no puede juzgar en base a suposiciones porque las suposiciones son siempre más hijas de los sentimientos, o resentimientos, que de la fría razón. 

En cualquier caso, si de algo nadie fue capaz de convencerme es de que la riqueza es exclusivamente cuestión de disponibilidad dineraria a dojo, como dicen los catalanes. En eso vengo siendo discípulo desde los albores de mi uso de razón de un tal Diógenes que, fama es, que masturbabit caran populus, o algo así, Jacobo me corregirá. Tener o no tener poco quiere decir si no conocemos el sujeto. El sujeto del deseo que, por esas extrañas e infalibles leyes de la economía, gana o pierde valor añadido en función de su menor o mayor disponibilidad. Y aquí es donde reside el meollo de la cuestión, en descubrir el verdadero tamaño, o calidad, de nuestra ambición en función de la disponibilidad de lo que queremos. A partir de ahí, nuestra autoestima, o riqueza, crecerá no sólo en la medida que avancemos hacia el objetivo marcado sino, también, dependiendo de la calidad del objetivo.  

Así es que, a menor disponibilidad, mayor dificultad y, por tanto, tendremos que poner en ello todas nuestras potencias para avanzar un poco. Nada de entretenerse por el camino haciendo volutas para adornar la fachada. Todo lo accesorio no es adorno sino estorbo. Es la trampa en la que está preso el que dicen arte barroco, que, en mi opinión, de arte poco, y riqueza menos, de tan accesible como es a cualquier inteligencia y pequeña voluntad que no por otra cosa es que suele acabar alambicándose ad infinitum en una inútil búsqueda de originalidad. Hasta que una de sus propias circunvolutas se le enrosca en el cuello y muere asfixiado. 

Eso es lo que pienso, que cada uno intenta su propia forma de adquirir riqueza, ya sea sofisticádose en lo esencial que por naturaleza es dificultoso y dejando de lado lo accesorio por fácil, ya sea justo lo contrario. Personalmente me inclino por lo primero. Con lo segundo, considero como La Bruyere, que corres el riesgo de convertite en uno de esos "petits chargés de mille vertus inutiles; ils n´ont pas de quoi les mettre en oeuvre." 

Claro que una cosa es lo que uno piensa y otra el trigo que da. Su calidad sobre todo que a la vista y juicio está.