domingo, 20 de abril de 2014

Los malos espíritus



Ayer, cuando regresaba de mi paseo vespertino, serían las diez o así, me extrañó ver que a la puerta de la capilla de los agustinos había un grupito de personas presididos por un cura en atuendo de oficiante alrededor de un fueguecillo casi ridículo. De inmediato pensé que seguramente se trataba de algún tipo de ritual de purificación pascual de reciente importación que, a buen seguro, no tardará en tomar carta de naturaleza para pasar a convertirse en fenómeno de masas y bien de interés turístico cultural. Pues bien, hoy por la mañana, curioseando par-ci, par-là, me he enterado de que eso de hacer fuego por estas fechas es una costumbre alemana de origen pagano que tiene por finalidad desterrar los malos espíritus del invierno. Tate, me he dicho, aquí tenemos la etimología del evento: la multinacional eclesiástica apropiándose una vez más los ritos del paganismo. Lo demás, lo del interés turístico y tal, por añadidura. 

A mi me parece de perlas que la Iglesia se dedique a propalar todo tipo de prácticas exotéricas. Fíjense bien que digo exotéricas con equis y no con ese. Para el que no esté al tanto les diré que es la diferencia que va de lo abierto al vulgo a lo cerrado a los iniciados. Que la Iglesia se dedique a lo abierto al vulgo, o sea, a las chorradas, y las revista de ese esplendor ritual como  sólo ella sabe hacer, es algo que a mi parecer no tiene parangón como apaciguador de espíritus atribulados. Ya sólo por eso debiéramos guardarle no sólo el debido respeto sino una bien fundada admiración. No por nada sino porque, como cualquiera sabe, los espíritus atribulados del vulgo si no se saben canalizar, como diría el clásico, fuerza van tomando del abandono que, después, hacen imposible el remedio sensato. 

Los malos espíritus. Uno ve lo que pasa por ahí, en Ucrania, Centro África y sitios así en estos precisos momentos, y después de pensarlo mucho no puede llegar a otra conclusión que la de que todo ello tiene que traer causa del deterioro de las Iglesias. Las iglesias cuando no están bien gestionadas tienen una tendencia natural a pasarse del campo de lo exotérico al de lo esotérico. Unos curas iluminados pretenden estar en posesión del conocimiento de las cosas de este mundo y, como consecuencia, en vez de dedicarse a lo suyo que es la magia potagia se meten en política. Un verdadero desastre porque la política adobada con el explendor ritual al que los curas no se pueden sustraer sólo puede llevar a sentimientos patrióticos exacerbados que es lo peor de lo peor que le puede pasar a una sociedad. Putas guerras de religión todas. 

No sé, pero juraría que si hay una Iglesia que funciona debidamente ya puede ir mal la economía o haber malas cosechas que ni la gente se entremata ni las pestes acometen. Porque todo es cuestión de cómo se perciben los malos espíritus que es donde el arte de las Iglesias todo lo puede. O casi todo. En fin, que espero ver grandes hogueras la víspera del Domingo de Pascua en los años a venir. Porque, francamente, me parece un procedimiento muy barato de ahuyentar a los malos espíritus. Más barato en cualquier caso que si encomendamos el trabajo a la industria farmacéutica.  



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