viernes, 4 de abril de 2014

Carmen de Mairena



Como llevo unos cuantos días sin leer ni escuchar los medios nacionales más allá de lo que se me cuela cuando entro a algún bar a tomar café o cosa por el estilo, pues, resulta que ojos que no ven corazón que no siente. La bolsa, sin duda el mejor barómetro pese a quién pese, va bien y en los medios internacionales con los que suelo entretenerme un rato por las noches en absoluto dan noticias alarmantes sobre España sino más bien todo lo contrario y, eso sí, de vez en cuando, para que no decaiga la fiesta, hacen mención a algún toque pintoresco que ya saben que en eso pocos nos ganan y, de ahí, supongo yo que será que tantos se animen a hacernos una visita de vez en cuando. 

El caso es que les cuento esto porque en dos de entre los escasos entretiens que he mantenido estos últimos días con los amigos ha salido a la palestra con tintes más bien alarmantes el tema del procés català, ya saben, ese delirio colectivo que afecta a esa parte del territorio nacional del que salí huyendo hace años porque ya entonces mis sensores me alertaban de un nivel de enchusmamiento social de todo punto incompatible con mi capacidad de aguante. Bien, no fueron pocas las insinuaciones que entonces se me hicieron de estar sufriendo paranoia o cosas peores, pero yo ya daba por perdido el juicio de aquella gente si es que alguna vez lo tuvieron. En fin, yo me las piré y Santas Pascuas. Y allí se quedaron los afectados venga y dale a recocerse en su propia pestilencia. La nostra llengua, la nostra cultura, pero, sobre todo, la nostra deficiencia mental. Ya lo dijo Nosequién, que nada hay tan fatigante en este mundo como tratar de razonar con deficientes mentales. Nada nuevo, recuerden la Alemania de los años treinta del pasado siglo. 

Lo que pasa es que Alemania era Alemania con su Krupp, Thysen, Bayer y demás y Cataluña es Cataluña con su Bagdag, Carmen de Mairena y poca cosa más. No nos engañemos, una cosa es el ruido y otra bien diferente la fuerza, por más que los timoratos, y simples, tiendan a confundir lo uno con lo otro. Así que, ¡estem tranquils! Llegado el momento de la verdad la mayoría de los catalanes, como cuando lo de Franco, saldrán a las avenidas a dar vítores a España. Y "La Vanguardia" volverá a ser ESPAÑOLA. Después nos contarán que todo fue como en aquel chiste del tipo que tenía sueños eróticos y al despertar se dio cuenta de que, en realidad, lo que había pasado es que se había quedado dormido con la mano metida en el orinal. 



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