Los dioses te dan y los dioses te quitan. De eso no hay la menor duda. De lo que no sabemos nada, o casi nada, es por qué te favorecen unas veces y otras te machacan. Sobre esto sólo podemos especular. Qué hay de capricho y que hay de justicia en sus dádivas y castigos. Porque, juraría, la tendencia predominante de nuestro limitado razonar es achacarles una despiadada arbitrariedad. Nada que ver, por lo general, nuestros argumentos de hoy con aquel "Dios castiga y no da voces" con el que los antiguos sellaban las quejas emanadas de los coscorrones de la vida.
Desde luego que la vida es movimiento, que es tanto como decir que todo cambia continuamente. Incluida, por su puesto, nuestra percepción de la realidad. Y por eso será, como les digo, que hayamos pasado a considerar despiadada arbitrariedad lo que hasta hace dos días era silenciosa e implacable justicia. Por así decirlo, hemos perdido el temor a los dioses y dado en pensar que podemos tratarlos de tú a tú. Francamente, creo que nos estamos equivocando. La vida, sí, es movimiento, cambio continuo, pero el eje sobre el que jira es inamovible. Ese eje, lo sagrado, todo lo que está más allá de nuestras entenderas y que es el puente natural que lleva a la divinidad, es decir, a nuestra relación con los dioses. Sólo ellos saben cual fue el origen del universo, cómo funciona nuestro cerebro y cosas así a las que pretendemos acercarnos porque hemos perdido la chaveta. Y, en el entretanto, en nuestra inocencia, hemos llegado a concluir que ofreceres sacrificios es propio de los que están limitados para manejar una tablet.
En fin, yo comprendo que haya mucha gente por ahí que piense que todas estas cosas de lo sagrado y lo divino son mandangas. Es lo que tiene no haberse parado a pensar. O a leer las bellísimas variaciones sobre el tema que en su día hiciera María Zambrano. Así que, allá cada cual con sus locuras, que en lo que a mí respecta no descansaré tranquilo el día que no lo haya iniciado elevando plegarias y ofreciendo sacrificios a los dioses. Así soy de creyente.
jueves, 30 de julio de 2015
martes, 28 de julio de 2015
Templa y aguanta
A la entrada de Carrión, a la izquierda, Monsterio Santa Clara. Monasterio Santa Clara,/ en tus piedras venerables/... el inolvidable bolero que cantaba Jorge Sepúlveda. Es albergue de peregrinos. En el zaguán una exposición de esculturas y un mensaje de esperanza de Tordolín de Padilla. El arte de la chatarra. Templa y aguanta:
Amigo, escucha una proclama de la mejor esperanza. Porque hoy te digo que:
Aunque a jirones arranquen tu alma, tú, templa y aguanta.
Aunque a fuego abrase tu alma, tú, templa y aguanta.
Aunque con barro los ojos te cieguen, tú, templa y aguanta.
Aunque tus actos honrados creen la desconfianza, tú, templa y aguanta.
Aunque por decir la verdad te machaque la esperanza, tú, templa y aguanta.
Que envidias propias no te ataquen la mirada, tú, templa y aguanta.
Que envidias ajenas no frenen tu fe en la dádiva, tú, templa y aguanta.
Que contratiempos, desventajas, olvidos y desconfianzas no sean pesas en tu balanza, tú, templa y aguanta.
Porque mucho tiempo después, yo te digo, la puerta del cielo se abrirá a tu alma.
Y cuando allí entres tu felicidad será muy larga.
Pero hasta que esto ocurra, sólo te digo, ¡amigo!, templa y aguanta.
Y aguanta. Y aguanta.
martes, 21 de julio de 2015
Tu casa
Hay en los periódicos de tirada nacional un curioso anuncio. Un anuncio institucional pagado por la Generalidad de Cataluña. "Cataluña es tu casa", reza. Reconocerán que es cuanto menos chocante. Unos señores que no quieren saber nada contigo porque, entre otras muchas maledicencias, dicen que les robas, van y te ofrecen su casa. ¡Para volverse loco! Por lo demás, es el clásico anuncio turístico, o sea, dirigido a gente sin la menor capacidad de discernimiento. Una playa de la Costa Brava en la que sólo hay dos bañistas jugando al borde del agua. Cosas así de estúpidas.
El caso es que si nos atenemos a la letra gruesa pudiera parecer que las cosas de la patria están al borde del abismo porque nuestro jefe de gobierno es un pasota que piensa que las aguas vuelven a su cauce sin necesidad de mover un dedo. Claro, los idiotas, los que se tragan los anuncios turísticos y así, creen que la política es cosa de grandes proclamas, deslumbrantes promesas y terroríficas amenazas. Nada más lejos. La gran política se hace cambiando una palabra en una ley: donde decía municipal, ahora, previo los preceptivos trámites en Congreso, dice nacional. Una bagatela que tiene la virtualidad de poner el culo prieto a los dueños de los chiringuitos soberanistas. La chusma, claro, como siempre, a uvas. A mí que me den el paraíso y allá cuidados.
Pues sí, el Sr. Rajoy hila mucho más fino de lo que piensan los biempensantes. Habla con quien tiene que hablar, se informa, y actúa. Y fotos, las menos. Una con los sindicalistas, de vez en cuando por aquello de que al tonto hay que quererle y prou, como dicen los que ahora dicen que su casa es la tuya aunque les robes. A la gente importante no le gustan las fotos ni los cumpleaños. Las celebraciones en general. Que celebren los desgraciados. Los que no tienen nada que celebrar.
En definitiva, que los empresarios, que son los que más mandan, y que dure, han conseguido una ley para coger sus trastos y, con un simple trámite, irse al lugar dentro del territorio nacional que mejor se acomode a sus necesidades. Hasta hace dos días, podían, claro, pero salirse de su municipio les suponía grandes dispendios burocráticos. Bueno, así se ganan las guerras, sin alharacas.
El caso es que si nos atenemos a la letra gruesa pudiera parecer que las cosas de la patria están al borde del abismo porque nuestro jefe de gobierno es un pasota que piensa que las aguas vuelven a su cauce sin necesidad de mover un dedo. Claro, los idiotas, los que se tragan los anuncios turísticos y así, creen que la política es cosa de grandes proclamas, deslumbrantes promesas y terroríficas amenazas. Nada más lejos. La gran política se hace cambiando una palabra en una ley: donde decía municipal, ahora, previo los preceptivos trámites en Congreso, dice nacional. Una bagatela que tiene la virtualidad de poner el culo prieto a los dueños de los chiringuitos soberanistas. La chusma, claro, como siempre, a uvas. A mí que me den el paraíso y allá cuidados.
Pues sí, el Sr. Rajoy hila mucho más fino de lo que piensan los biempensantes. Habla con quien tiene que hablar, se informa, y actúa. Y fotos, las menos. Una con los sindicalistas, de vez en cuando por aquello de que al tonto hay que quererle y prou, como dicen los que ahora dicen que su casa es la tuya aunque les robes. A la gente importante no le gustan las fotos ni los cumpleaños. Las celebraciones en general. Que celebren los desgraciados. Los que no tienen nada que celebrar.
En definitiva, que los empresarios, que son los que más mandan, y que dure, han conseguido una ley para coger sus trastos y, con un simple trámite, irse al lugar dentro del territorio nacional que mejor se acomode a sus necesidades. Hasta hace dos días, podían, claro, pero salirse de su municipio les suponía grandes dispendios burocráticos. Bueno, así se ganan las guerras, sin alharacas.
sábado, 18 de julio de 2015
Coscorrones
Vengo de una familia que también tuvo su lote cuando lo de la famosa Guerra Civil... como si hubiese alguna que no lo fuese. Para ser más exactos, lo nuestro se produjo dos años antes de aquella guerra, durante la pristina República, cuando los socialistas, despechados por haber perdido las elecciones, montaron una revolucioncita que consistió sobre todo en ponerse a matar empresarios, que es lo que era mi abuelo. Así fue que uno de esos revolucionarios pilló a mi abuelo en la oficina, les descerrajó seis tiros en el vientre y, luego, para redondear la jugada, supongo, le arrastró, ayudado por unos camaradas, hasta la plaza del ayuntamiento, que estaba cerca del lugar de autos, para exhibir su hazaña.
De estos hechos tuve conocimiento cuando ya era bastante mayor, lo cual, sin duda, está entre lo mejor de todo lo que debo a mis padres. Ellos podían haberme educado en el rencor como tanta otra gente de pasado similar hizo, pero prefirieron someterme a un tercer grado en la cosa de los estudios, es decir, que no me pasaban ni un desliz en las notas que, por otro lado, por lo general, hasta los ardores adolescentes, eran bastante buenas. En todo lo demás me dejaron campar por mis respetos que, como todo el mundo sabe, es la mejor forma de no parar de recibir coscorrones, por así decirlo, moldeadores de la personalidad.
Sea como sea, cuando ya expiraba la dictadura franquista andaba yo muy ufano y con cierta notoriedad por mis posturas antirrégimen. Recuerdo que más de una vez recibí con sorpresa los reproches de colegas del hospital: "parece mentira que viniendo de la familia que vienes andes metido en eso". Bueno, yo nunca vi a mi padre dedicarse a nada que no fuese su profesión. Sé también que una vez declinó la oferta que le hizo el Governador Civil de la provincia para ser alcalde del pueblo en el que vivíamos. Por lo demás, desde que tuve uso de razón para captar comentarios sarcásticos no paré de escucharlos en las reuniones de sobremesa mientras la radio daba el parte oficial. Aquellos partes en los que Su Excelencia siempre estaba en trance de pronunciar un trascendental discurso desde un estrado levantado al efecto. La verdad es que tenía coña aquello.
El caso es que yo andaba muy ufano porque andaba a uvas. Rebeldía de adolescente en definitiva. Ingrato desafecto para unos, tonto útil para los otros. Como tanto coscorrón me había espabilao bastante no tardé en apercibirme de que estaba entre dos fuegos. Para entonces toda posibilidad de épica ya había pasado -la gente ya se manifestaba sin la menor traba- así que decidí pasarme al cánnabis y los festivales de jazz. Eso sí, perseguido de cerca siempre por la enemistad sañuda de los del "partido" para los que de tipo majo, posible adepto, había pasado a ser un revisionista, despreciable burgués.
Les cuento esto porque estos días que corren los medios de comunicación vuelven de nuevo con el mantra de la "memoria histórica" que, como es bien sabido, es el sintagma con el que los idiotas quieren dar a entender que el mundo se reduce a cuentos de buenos y malos. Los pobres, en su discapacidad mental, no saben en qué trampa se están metiendo. La falta de coscorrones por una mala educación, ya digo.
Así es que, para terminar ya, les diré que cuando tuve conocimiento fiel de los hechos de marras sucedidos a mi abuelo durante la revolucioncita del 34 me asaltó la tentación de acercarme a las hemerotecas para recabar una información más pormenorizada. A D. G. supe contenerme. Algo me dijo que hurgar en los ancestros es propio de quien no está satisfecho de su presente. Además, qué hurgue medianamente honesto no te va a llevar a sorpresas desagradables. Como si hubiese ancestro sin tacha. ¡Por Dios bendito, que lo dejen ya!
De estos hechos tuve conocimiento cuando ya era bastante mayor, lo cual, sin duda, está entre lo mejor de todo lo que debo a mis padres. Ellos podían haberme educado en el rencor como tanta otra gente de pasado similar hizo, pero prefirieron someterme a un tercer grado en la cosa de los estudios, es decir, que no me pasaban ni un desliz en las notas que, por otro lado, por lo general, hasta los ardores adolescentes, eran bastante buenas. En todo lo demás me dejaron campar por mis respetos que, como todo el mundo sabe, es la mejor forma de no parar de recibir coscorrones, por así decirlo, moldeadores de la personalidad.
Sea como sea, cuando ya expiraba la dictadura franquista andaba yo muy ufano y con cierta notoriedad por mis posturas antirrégimen. Recuerdo que más de una vez recibí con sorpresa los reproches de colegas del hospital: "parece mentira que viniendo de la familia que vienes andes metido en eso". Bueno, yo nunca vi a mi padre dedicarse a nada que no fuese su profesión. Sé también que una vez declinó la oferta que le hizo el Governador Civil de la provincia para ser alcalde del pueblo en el que vivíamos. Por lo demás, desde que tuve uso de razón para captar comentarios sarcásticos no paré de escucharlos en las reuniones de sobremesa mientras la radio daba el parte oficial. Aquellos partes en los que Su Excelencia siempre estaba en trance de pronunciar un trascendental discurso desde un estrado levantado al efecto. La verdad es que tenía coña aquello.
El caso es que yo andaba muy ufano porque andaba a uvas. Rebeldía de adolescente en definitiva. Ingrato desafecto para unos, tonto útil para los otros. Como tanto coscorrón me había espabilao bastante no tardé en apercibirme de que estaba entre dos fuegos. Para entonces toda posibilidad de épica ya había pasado -la gente ya se manifestaba sin la menor traba- así que decidí pasarme al cánnabis y los festivales de jazz. Eso sí, perseguido de cerca siempre por la enemistad sañuda de los del "partido" para los que de tipo majo, posible adepto, había pasado a ser un revisionista, despreciable burgués.
Les cuento esto porque estos días que corren los medios de comunicación vuelven de nuevo con el mantra de la "memoria histórica" que, como es bien sabido, es el sintagma con el que los idiotas quieren dar a entender que el mundo se reduce a cuentos de buenos y malos. Los pobres, en su discapacidad mental, no saben en qué trampa se están metiendo. La falta de coscorrones por una mala educación, ya digo.
Así es que, para terminar ya, les diré que cuando tuve conocimiento fiel de los hechos de marras sucedidos a mi abuelo durante la revolucioncita del 34 me asaltó la tentación de acercarme a las hemerotecas para recabar una información más pormenorizada. A D. G. supe contenerme. Algo me dijo que hurgar en los ancestros es propio de quien no está satisfecho de su presente. Además, qué hurgue medianamente honesto no te va a llevar a sorpresas desagradables. Como si hubiese ancestro sin tacha. ¡Por Dios bendito, que lo dejen ya!
jueves, 16 de julio de 2015
Patio de vecinos
"Son tiempos para calibrar bien las promesas, sin dejarse llevar por las emociones." Así termina hoy su cotidiano editorial el director de La Vanguardia. Bien está que semejante gentuza rectifique y se dedique a desmontar la ficción que durante años han construido con denuedo suicida. Aunque, bien mirado, si el Sr. Director pretendiera honestidad intelectual, como parece, más le valiera explicarnos cuales fueron los tiempos en los que dejarse llevar por las emociones a la hora de hacer promesas salió barato cuando no gratis.
Bien, a eso se reduce todo, a que los necios rectifiquen cuando el agua ya les llega al cuello. Lo estamos viendo por doquier. El mundo, por el querer de los dioses, se ha convertido en un patio de vecinos. Todos utilizan el mismo ascensor y tienen el mismo portero. Vendrán a vivir unos jóvenes descerebrados, o unos nuevos ricos con ínfulas, o unos pueblerinos zafios y, sí, habrá unos días de conmoción que no serán muchos porque lo impedirán los estatutos de la comunidad. Dejará de haber juergas por la noche, obras interminables y bolsas de basura pestilentes. Hasta los más obstinados comprenderán en dos días que les conviene someterse.
Además, de la misma manera que la juventud es la enfermedad que menos tarda en curarse, la opulencia sobrevenida se evapora a la primera de cambio. Y eso por no hablar de la velocidad con la que los pueblerinos se urbanizan: una generación y todos sus hijos ingenieros. Todas las aguas vuelven al antiguo cauce que costó millones de años horadar.
Estos días que vivimos viendo las aguas remansarse. Chiripas exhibiendo la sonrisa sardónica de los cadáveres. Los nacionatas catalanes convirtiendo en vodevil lo que iba a ser una epopeya. Los curatas iraníes sacando pecho hacia dentro para que no se note que pasaron por el aro. Los chinos con el culo prieto para que los gases de la burbuja que llevan dentro no salgan de golpe y les asfixien. Y así hasta que llegue otro vecino peleón a perturbar el patio y nos lleve nuestro tiempo doblegarle. En fin, que qué razón tenía aquel americano que dijo que la historia se había acabado. Le criticaron mucho, bien es verdad, pero ¿quienes? Los que siempre se equivocan, obviamente, más que nada porque gustan de hacer promesas movidos por las emociones.
miércoles, 15 de julio de 2015
El golfo
Hoy día es una palabra en desuso, pero hace unos cincuenta años o así era de lo más común emplearla para calificar a alguien que se saltaba a la torera las normas establecidas por las tablas de la ley. Es un golfo, se decía. Seducía a la mujer del prójimo, no se ocupaba de sus ancianos padres, metía la mano en la caja a nada que se descuidase su guardián, levantaba falsos testimonios para beneficiarse y, si la ocasión lo exigía, no dudaba de echar mano de la violencia física. Lo curioso, se me ocurre, es que a un tipo así lo llamasen golfo. ¿Por qué vericuetos lingüísticos se llegó a semejante denominación? No tengo la menor idea porque en aquellos tiempos el Golfo era un lugar remoto del que sólo geógrafos, historiadores y literatos habían oído hablar. Pero, ¡ay, hoy día! Si te dicen que viene uno del Golfo ya te echas a temblar. Nada bueno se espera de aquella gente tan, cuanto menos, conflictiva. Y, cuanto más, rijosa.
Recuerdo haber leído en alguna parte que cuando llegó Mahoma y mandó parar no había por aquella región una sola niña de siete años que no hubiese sido pasada por la piedra por su propio padre. Claro que hay que comprender que no debe ser fácil controlar la lujuria a la sombra de una jaima en mitad del desierto... porque, ya digo, siempre hay que tener en cuenta las circunstancias. Pues bien, de aquellos polvos, estos lodos, que si bien muchas cosas han cambiado desde entonces, las circunstancias bajo la jaima siguen intactas a juzgar por la noticia de la que hoy se hacen eco diversos rotativos.
El caso es que, según cuentan, los magnates del Golfo, que lo son casi todos, han tomado por hábito tan pronto llegan los calores veraniegos el de irse a Egipto, en donde como todo el mundo sabe hay una miseria de las de aquí te espero, a agenciarse una chiquilla para llevársela a la jaima. Desde luego que lo hacen todo por lo legal desde el punto de vista de su religión. El islam, por lo que se ve, tiene previsto para estos sofocones veraniegos un tipo de matrimonio de usar y tirar. Así que los magnates van, pagan trescientos euros a los padres, se llevan a la niña a la jaima y, a los tres meses, la devuelven con lo puesto y lo que venga sin ningún tipo de remordimiento porque no han ofendido a Alá que es lo que cuenta para ellos.
A la vista de todo lo cual, y para dar por concluida la disertación, voy a aventurar la hipótesis de que lo de llamar golfos a los indeseables pudiera tener algo que ver con las historias que corrían entre los señoritos sobre las costumbres de las gentes del Golfo. Ali Ben i Mete. Ali Babá. Las mil y una noches. No se me ocurre que otra cosa pudiera ser.
Recuerdo haber leído en alguna parte que cuando llegó Mahoma y mandó parar no había por aquella región una sola niña de siete años que no hubiese sido pasada por la piedra por su propio padre. Claro que hay que comprender que no debe ser fácil controlar la lujuria a la sombra de una jaima en mitad del desierto... porque, ya digo, siempre hay que tener en cuenta las circunstancias. Pues bien, de aquellos polvos, estos lodos, que si bien muchas cosas han cambiado desde entonces, las circunstancias bajo la jaima siguen intactas a juzgar por la noticia de la que hoy se hacen eco diversos rotativos.
El caso es que, según cuentan, los magnates del Golfo, que lo son casi todos, han tomado por hábito tan pronto llegan los calores veraniegos el de irse a Egipto, en donde como todo el mundo sabe hay una miseria de las de aquí te espero, a agenciarse una chiquilla para llevársela a la jaima. Desde luego que lo hacen todo por lo legal desde el punto de vista de su religión. El islam, por lo que se ve, tiene previsto para estos sofocones veraniegos un tipo de matrimonio de usar y tirar. Así que los magnates van, pagan trescientos euros a los padres, se llevan a la niña a la jaima y, a los tres meses, la devuelven con lo puesto y lo que venga sin ningún tipo de remordimiento porque no han ofendido a Alá que es lo que cuenta para ellos.
A la vista de todo lo cual, y para dar por concluida la disertación, voy a aventurar la hipótesis de que lo de llamar golfos a los indeseables pudiera tener algo que ver con las historias que corrían entre los señoritos sobre las costumbres de las gentes del Golfo. Ali Ben i Mete. Ali Babá. Las mil y una noches. No se me ocurre que otra cosa pudiera ser.
lunes, 13 de julio de 2015
Idiota yo
Convénzanse, el culpable nunca es el otro, en todo caso el idiota siempre sería yo. Es sobre esta humilde constatación que las personas y los pueblos avanzan y se consolidan. Como ven, sólo es una cuestión de principios, empezando, huelga decirlo, por el del empeño en dejar de ser idiota. Apasionante tarea, por cierto.
Se me ha ocurrido semejante maximalismo a medida que avanzaba por la lectura relámpago de los medios de comunicación que hago cada mañana. Cómo puede ser que sigan insistiendo en lo malos que son los alemanes. Por lo visto no tuvimos bastante con las películas de Hollywood. La dichosa propaganda del malo tú, bueno yo que a la larga, o a la corta, se materializa en rico tu, pedigüeño yo. Y en eso se acaba todo cuando esto se pone de idiotas que no cabe uno más.
Yo, no sé. Quizá sea por eso que les decía ayer de que sólo un 5% de los humanos es capaz de pensar. Pero, ¡leches!, algo se podrá hacer al respecto, digo yo. Un suponer, se me ocurre ahora, coger, agarrar "La riqueza de las naciones", empezar su lectura por la primera página y no soltarlo hasta haber acabado. Estoy seguro de que tal placentero esfuerzo algo de tontería quitará de la cabeza. La suficiente, en cualquier caso como para comprender que no es por maldad que los alemanes, o los americanos, o los judíos, o ahora los chinos, sean tan poderosos. Son lo que son, simple y llanamente por aquello que antaño se decía aplicación. Se cultiva la aplicación como principio fundamental y se relega la majoteria y el buen rollo a la categoría del parasitismo. Es duro, lo comprendo, pero mucho más lo es vivir del cuento. ¡Qué me lo digan a mí!
En fin, siempre ha sido y será lo mismo, las simpatías del pringao, por definición, nunca serán para "la dama de hierro" y sí, siempre, para el Chiripas de turno... que nunca faltará uno.
Se me ha ocurrido semejante maximalismo a medida que avanzaba por la lectura relámpago de los medios de comunicación que hago cada mañana. Cómo puede ser que sigan insistiendo en lo malos que son los alemanes. Por lo visto no tuvimos bastante con las películas de Hollywood. La dichosa propaganda del malo tú, bueno yo que a la larga, o a la corta, se materializa en rico tu, pedigüeño yo. Y en eso se acaba todo cuando esto se pone de idiotas que no cabe uno más.
Yo, no sé. Quizá sea por eso que les decía ayer de que sólo un 5% de los humanos es capaz de pensar. Pero, ¡leches!, algo se podrá hacer al respecto, digo yo. Un suponer, se me ocurre ahora, coger, agarrar "La riqueza de las naciones", empezar su lectura por la primera página y no soltarlo hasta haber acabado. Estoy seguro de que tal placentero esfuerzo algo de tontería quitará de la cabeza. La suficiente, en cualquier caso como para comprender que no es por maldad que los alemanes, o los americanos, o los judíos, o ahora los chinos, sean tan poderosos. Son lo que son, simple y llanamente por aquello que antaño se decía aplicación. Se cultiva la aplicación como principio fundamental y se relega la majoteria y el buen rollo a la categoría del parasitismo. Es duro, lo comprendo, pero mucho más lo es vivir del cuento. ¡Qué me lo digan a mí!
En fin, siempre ha sido y será lo mismo, las simpatías del pringao, por definición, nunca serán para "la dama de hierro" y sí, siempre, para el Chiripas de turno... que nunca faltará uno.
domingo, 12 de julio de 2015
5%
El otro día pudimos leer en casi todos los rotativos una de las noticias que no por pasar casi desapercibida deja de tener una trascendencia que me atrevería a calificar de decisiva. No por nada sino porque de ser tomada en serio obligaría a revisar todo el sistema político, de valores y demás, con los que, por lo menos en esta parte del mundo que llamamos occidental, nos venimos rigiendo... con menos pena que gloria diría yo si nos atenemos a las comparaciones.
Pues bien, la noticia en cuestión venía avalada por estudios científicos realizados en una de entre las más prestigiosas instituciones dedicadas a la neurociencia y venía a señalar que apenas un 5% de la población es capaz de pensar. Así como les digo: pensar a secas. Es decir, extraer conclusiones después de haber interrelacionado una serie de variables. Claro, yo no sé lo que habrán hecho los demás recién leída tal noticia, pero yo, lo primero, decirme que eso lo explica todo; lo segundo, preguntarme si estaré entre ese 5%.
Lo explica todo. O casi todo. Y no es que me esté refiriendo al resultado del reciente referendum en Grecia, que también. No, son cuestiones de la vida cotidiana como recoger caquitas de perro, cruzar a diario la ciudad en coche, veranear en la costa, sobre todo la levantina... en fin, para qué seguir si cada cual tiene su lista de preferencias. Nadie capaz de pensar un ápice irá por ahí todos los días, durante diez o quince años, recogiendo caquitas de perro. Sólo desde el pensamiento plano se puede comprender esa actitud acrítica hacia los postulados de Walt Disney. O de Hitler, que viene a ser lo mismo.
Pero bueno, la cuestión primordial es recapacitar, si de ello soy capaz, sobre mi situación en ese desesperanzado ranking. ¿Hasta que punto lo que digo es cosecha de mi propio pensamiento? ¿Hasta que punto son consignas aprendidas y copiadas de mis particulares ídolos? ¿O acomodación a mis fobias y deseos? Peliaguda cuestión. Porque el caso es que pruebas de atolondramiento he dado a todo lo largo de la vida para llenar un foudre... o mejor un tren de foudres. Y, sin embargo, les diga lo que les diga, en mi más interno fuero me resisto a creer que sea un zote. Y así, supongo, es como creemos todos que somos: más listos que el hambre aunque metamos de vez en cuando la pata. Triste consuelo en cualquier caso.
5%, sí, me parece razonable. Y el 95% restante, epsilóns. ¡Y viva la democracia!
Pues bien, la noticia en cuestión venía avalada por estudios científicos realizados en una de entre las más prestigiosas instituciones dedicadas a la neurociencia y venía a señalar que apenas un 5% de la población es capaz de pensar. Así como les digo: pensar a secas. Es decir, extraer conclusiones después de haber interrelacionado una serie de variables. Claro, yo no sé lo que habrán hecho los demás recién leída tal noticia, pero yo, lo primero, decirme que eso lo explica todo; lo segundo, preguntarme si estaré entre ese 5%.
Lo explica todo. O casi todo. Y no es que me esté refiriendo al resultado del reciente referendum en Grecia, que también. No, son cuestiones de la vida cotidiana como recoger caquitas de perro, cruzar a diario la ciudad en coche, veranear en la costa, sobre todo la levantina... en fin, para qué seguir si cada cual tiene su lista de preferencias. Nadie capaz de pensar un ápice irá por ahí todos los días, durante diez o quince años, recogiendo caquitas de perro. Sólo desde el pensamiento plano se puede comprender esa actitud acrítica hacia los postulados de Walt Disney. O de Hitler, que viene a ser lo mismo.
Pero bueno, la cuestión primordial es recapacitar, si de ello soy capaz, sobre mi situación en ese desesperanzado ranking. ¿Hasta que punto lo que digo es cosecha de mi propio pensamiento? ¿Hasta que punto son consignas aprendidas y copiadas de mis particulares ídolos? ¿O acomodación a mis fobias y deseos? Peliaguda cuestión. Porque el caso es que pruebas de atolondramiento he dado a todo lo largo de la vida para llenar un foudre... o mejor un tren de foudres. Y, sin embargo, les diga lo que les diga, en mi más interno fuero me resisto a creer que sea un zote. Y así, supongo, es como creemos todos que somos: más listos que el hambre aunque metamos de vez en cuando la pata. Triste consuelo en cualquier caso.
5%, sí, me parece razonable. Y el 95% restante, epsilóns. ¡Y viva la democracia!
sábado, 11 de julio de 2015
Reclinable de Ikea
Al final las cosas son de la única manera que pueden ser. Y por tan sencilla regla es que, en contra de la ceniza opinión de tanto bieninformado, Cataluña sigue, y sospecho que va a seguir por los restos, estando en donde ha estado siempre. Y por la misma razón se han equivocado de cabo a rabo los que se desgañitaban para asegurar que el Sr. Chiripas no iba a pasar por el aro. ¡Y vaya que si ha pasado! Y más que le hubiesen exigido. Es por las leyes elementales de la naturaleza que hacen que las aguas por mucho empeño que pongas en desviarlas siempre acaben por volver al cauce que le costó millones de años labrar. Claro, nunca se puede descartar que sobrevenga un cataclismo geológico que lo ponga todo patas arriba, pero me parece a mí que mientras las estanterías de los supermercados estén como están va a ser bien difícil cualquier sobresalto. En definitiva, apuesto con ustedes lo que quieran a que tanto la alcaldesa de Barcelona, Sra. Colau, como la de Madrid, Sra. Carmena, serán recordadas por la historia como las más conservadoras, e incluso reaccionarias, de todo el siglo XXI. Igual que lo será su correligionario el Sr. Chiripas, para que nos entendamos.
Así es que el lamentable hecho de que nos veamos prestando tanta atención a todo ese alarde de la nada que nos viene por las ondas y la letra impresa no es sino la prueba irrefutable de nuestra insignificancia. Nos las hubiéramos ingeniado para contar mínimamente en el mundo con nuestra tarea y todo ese pestilente enrenou nos hubiera pasado desapercibido. Lo de siempre, que ya me canso de repetirlo sin que por ello consiga aplicarme el cuento.
Cambiando de tema, que diría Ángel el Proscrito, les contaré que estoy escribiendo esto en mis nuevos aposentos del distrito Retiro de Madrid. Podría decir que comienzo una nueva etapa, pero nada más lejos de mi intención. Leí hace mucho a Kavafis y desde entonces sé que nunca se cambia de ciudad porque la que cuenta es la que llevas dentro de ti. Y por eso será, pienso, que apenas hace una hora que estoy sentado frente a la ventana en el reclinable de Ikea y ya siento como si hubiese envejecido aquí. En fin, vamos a ver lo que dura dura.
Así es que el lamentable hecho de que nos veamos prestando tanta atención a todo ese alarde de la nada que nos viene por las ondas y la letra impresa no es sino la prueba irrefutable de nuestra insignificancia. Nos las hubiéramos ingeniado para contar mínimamente en el mundo con nuestra tarea y todo ese pestilente enrenou nos hubiera pasado desapercibido. Lo de siempre, que ya me canso de repetirlo sin que por ello consiga aplicarme el cuento.
Cambiando de tema, que diría Ángel el Proscrito, les contaré que estoy escribiendo esto en mis nuevos aposentos del distrito Retiro de Madrid. Podría decir que comienzo una nueva etapa, pero nada más lejos de mi intención. Leí hace mucho a Kavafis y desde entonces sé que nunca se cambia de ciudad porque la que cuenta es la que llevas dentro de ti. Y por eso será, pienso, que apenas hace una hora que estoy sentado frente a la ventana en el reclinable de Ikea y ya siento como si hubiese envejecido aquí. En fin, vamos a ver lo que dura dura.
domingo, 5 de julio de 2015
Orgullo y profesión
Cuando he entrado a desayunar al Silma, hacia las ocho o así, había en una esquina un grupito de supervivientes de la batalla que desde ayer por la tarde se ha venido librando por las calles del centro de Madrid. Andarían ellos por la cincuentena y les acompañaba una joven con pinta machorra, perdón, que escuchaba con atención las confidencias sentimentales que se hacían unos a otros con manifiesta intención por otra parte de hacer participes de ellas a toda la clientela de la cafetería. Al final ha resultado que entre todos no tenían un duro y han dejado la cuenta a medio pagar. Los camareros lo han aceptado con media sonrisa de circunstancias. Todo sea por el "orgullo".
Ayer veníamos comentando mientras rodábamos hacia Madrid esas peculiaridades de la condición humana que Ortega y Gasset dejó niqueladas en su "Rebelión de las masas". Libro, por si lo desconocen, clarividende y premonitorio donde los haya. La foule, the mob, la chusma, apoderándose -empoderandose, como dicen ahora los cursis- de los espacios públicos e imponiendo con ello sus detestables valores. Y en esas parece que estamos.
El caso es que, ya en casa, combatíamos el calor tirados en el sofá y viendo por la tele las evoluciones de la orgullosa canalla. El locutor que retransmitía en directo, chillón y vulgar a decir basta, bajo de una tacada de millón y medio a millón el número de concurrentes. Alguien le debió susurrar que atemperase. Incluso, el que dirigía el programa desde los estudios le rogó en un determinado momento que, por favor, no chillase tanto. Es que es la emoción contestó el aludido a modo de excusa.
En definitiva, a lo que quería ir, a ese aspecto, absolutamente detestable a mi juicio, de la condición humana que consiste en elevar la autoestima, o sentirse más seguro de sí mismo, si haces lo mismo que cuanta más gente mejor. Siempre, por supuesto, cosas que ni por asomo exigen el menor esfuerzo de la voluntad y la inteligencia y sí, por contra, de un meticuloso afilado de los colmillos. Coribantes y bacantes todos y todas para que nos entendamos. En eso consiste la felicidad de las masas rebeldes. Rebeldes y en apariencia triunfantes.
A Dios gracias ya hace mucho que comprendimos que nada es lo que parece a primera vista. ¿Orgullo de qué? ¿De dominar el cálculo infinitesimal? En ese caso sí que me quito el sombrero. Porque ese dominio sí que se puede considerar una anomalía por la dificultad de su conquista. Pero estar orgulloso de algo que te ha sido dado por la naturaleza, como ser alto, o guapo, o haber nacido en Cantabria, o tener determinados gustos de alcoba, me parece una solemne majadería... majadería que, por cierto, demasiada gente cultiva como haciendo de ello una profesión de por vida. ¿Tú que eres? Yo, cántabro. Yo, maricón. Ah, entonces no se hable más; esa anomalía os da derecho a pasar y poneros a la diestra del Padre. Y a vivir del cuento por los restos.
Ayer veníamos comentando mientras rodábamos hacia Madrid esas peculiaridades de la condición humana que Ortega y Gasset dejó niqueladas en su "Rebelión de las masas". Libro, por si lo desconocen, clarividende y premonitorio donde los haya. La foule, the mob, la chusma, apoderándose -empoderandose, como dicen ahora los cursis- de los espacios públicos e imponiendo con ello sus detestables valores. Y en esas parece que estamos.
El caso es que, ya en casa, combatíamos el calor tirados en el sofá y viendo por la tele las evoluciones de la orgullosa canalla. El locutor que retransmitía en directo, chillón y vulgar a decir basta, bajo de una tacada de millón y medio a millón el número de concurrentes. Alguien le debió susurrar que atemperase. Incluso, el que dirigía el programa desde los estudios le rogó en un determinado momento que, por favor, no chillase tanto. Es que es la emoción contestó el aludido a modo de excusa.
En definitiva, a lo que quería ir, a ese aspecto, absolutamente detestable a mi juicio, de la condición humana que consiste en elevar la autoestima, o sentirse más seguro de sí mismo, si haces lo mismo que cuanta más gente mejor. Siempre, por supuesto, cosas que ni por asomo exigen el menor esfuerzo de la voluntad y la inteligencia y sí, por contra, de un meticuloso afilado de los colmillos. Coribantes y bacantes todos y todas para que nos entendamos. En eso consiste la felicidad de las masas rebeldes. Rebeldes y en apariencia triunfantes.
A Dios gracias ya hace mucho que comprendimos que nada es lo que parece a primera vista. ¿Orgullo de qué? ¿De dominar el cálculo infinitesimal? En ese caso sí que me quito el sombrero. Porque ese dominio sí que se puede considerar una anomalía por la dificultad de su conquista. Pero estar orgulloso de algo que te ha sido dado por la naturaleza, como ser alto, o guapo, o haber nacido en Cantabria, o tener determinados gustos de alcoba, me parece una solemne majadería... majadería que, por cierto, demasiada gente cultiva como haciendo de ello una profesión de por vida. ¿Tú que eres? Yo, cántabro. Yo, maricón. Ah, entonces no se hable más; esa anomalía os da derecho a pasar y poneros a la diestra del Padre. Y a vivir del cuento por los restos.
viernes, 3 de julio de 2015
Cartujos II.
Leo hoy un artículo de Félix Ovejero sobre "la temeridad de opinar". En esencia, creo, viene a decir lo que les conté el otro día en el post "Cartujos". Y también creo, y no me perdonen la inmodestia, que yo lo decía mejor por aquello de que lo breve dos veces bueno. En cualquier caso lo que cuenta es que ya vamos siendo unos cuantos los que estamos que no podemos más de escuchar tonterías revestidas de respetabilidad. Ya saben que una de mis reiteraciones es la de denunciar ese pensamiento, por así decirlo, conjetural que se las da de serio. Suposiciones a las que se las da categoría de hechos. Suposiciones que, por descontado, se adaptan a las mil maravillas a la estulticia de los deseos. En fin.
El caso es que a Ovejero, que suele ser bastante plasta por minucioso, le escuché en repetidas ocasiones cuando intervenía en aquellas reuniones casi familiares que organizaba una Asociación por la Tolerancia que por aquel entonces se había constituido en Barcelona. Y a esto es a lo que quería ir, al hecho real de la constitución de una asociación por la tolerancia. En Barcelona, ¡figúrense ustedes!, la ciudad más abierta del mundo al decir de la fama. Una contradicción total, ¿no les parece?
¿En cuantas ciudades, que ustedes sepan, se ha constituido una asociación para luchar contra la intolerancia? Yo sólo conozco Barcelona. Y no es porque yo fuese bastante asiduo a las reuniones, pero les puedo asegurar que allí sólo acudía gente que se dice de nivel. Profesores de universidad e instituto mayormente. Y, por supuesto, allí se opinaba de hechos. Hechos nada más de los que cualquier nacionalismo proporciona para dar y tomar. Poco después, apareció el diario digital "Factual" del que también tuve el honor de ser socio fundador. Con 50 euros, todo hay que decirlo. Duró cuatro días, pero dejó su mensaje liberador, no les quepa la menor duda. Quizá el partido político Ciudadanos sea la secuela de lo uno de lo otro. Veremos en qué queda.
En definitiva: hermanos, morir tenemos, ya lo sabemos. Y en boca cerrada...
El caso es que a Ovejero, que suele ser bastante plasta por minucioso, le escuché en repetidas ocasiones cuando intervenía en aquellas reuniones casi familiares que organizaba una Asociación por la Tolerancia que por aquel entonces se había constituido en Barcelona. Y a esto es a lo que quería ir, al hecho real de la constitución de una asociación por la tolerancia. En Barcelona, ¡figúrense ustedes!, la ciudad más abierta del mundo al decir de la fama. Una contradicción total, ¿no les parece?
¿En cuantas ciudades, que ustedes sepan, se ha constituido una asociación para luchar contra la intolerancia? Yo sólo conozco Barcelona. Y no es porque yo fuese bastante asiduo a las reuniones, pero les puedo asegurar que allí sólo acudía gente que se dice de nivel. Profesores de universidad e instituto mayormente. Y, por supuesto, allí se opinaba de hechos. Hechos nada más de los que cualquier nacionalismo proporciona para dar y tomar. Poco después, apareció el diario digital "Factual" del que también tuve el honor de ser socio fundador. Con 50 euros, todo hay que decirlo. Duró cuatro días, pero dejó su mensaje liberador, no les quepa la menor duda. Quizá el partido político Ciudadanos sea la secuela de lo uno de lo otro. Veremos en qué queda.
En definitiva: hermanos, morir tenemos, ya lo sabemos. Y en boca cerrada...
miércoles, 1 de julio de 2015
Cabeza de chorlito
¿De qué estamos hablando cuando hablamos de economía? De política, of course. El Señor de Chiripa se lo ha puesto a güevo a sus adversarios, la Sra. Merkel, el Sr. Rajoy y demás mandatarios ortodoxos. Con su amateurismo, el Sr. de Chiripa ha conseguido poner ante los ojos de todos los europeos un aviso para navegantes por las procelosas aguas de las utopías. Aquí, le han dicho, el que firma, cumple, el que debe, paga y el que no tiene estudios que cuide cabras. Y todo ello, utilizando sólo los números, como si de problemas de matemáticas se tratase.
Había que ver ayer la rabia y desolación de todos los intelectuales gauchistas que intervenían en debates. Los ricos, decían, lo que quieren es cargarse la posibilidad de hacer las cosas de otra manera. ¿De otra manera? ¿Cuál? Pues muy sencillo, hombre, que los que tienen repartan con los que no tienen. Para ellos es una cuestión de solidaridad versus egoísmo. Otra cosa, claro, sería ponerse a especular porque tienen los que tienen y no tienen los que no tienen. Ladrones los unos para los otros, vagos y desastres los otros para los unos. Las cosas serán más complicadas, supongo, pero en el fragor de las batallas se dispara con simplificaciones.
Parece ser que la noche pasada el Sr. de Chiripa se cayó del caballo y vio claro lo que hay. Hoy ha dicho que sí, que se pliega a los convenios y que, de paso, le echen una mano. Bien, los mercados han anotado el dato. Pero todo parece indicar que la Sra. Merkel no se va a conformar con eso: quiere la cabeza del chorlito.
Escarmentar en cabeza ajena a todos los cabezas de chorlito que con sus prédicas fantasiosas están poniendo en peligro no sólo la estabilidad sino, también, la viabilidad de la Comunidad Europea. Ésta es la oportunidad que el Sr. de Ciripa ha puesto en bandeja a los políticos ortodoxos.
Había que ver ayer la rabia y desolación de todos los intelectuales gauchistas que intervenían en debates. Los ricos, decían, lo que quieren es cargarse la posibilidad de hacer las cosas de otra manera. ¿De otra manera? ¿Cuál? Pues muy sencillo, hombre, que los que tienen repartan con los que no tienen. Para ellos es una cuestión de solidaridad versus egoísmo. Otra cosa, claro, sería ponerse a especular porque tienen los que tienen y no tienen los que no tienen. Ladrones los unos para los otros, vagos y desastres los otros para los unos. Las cosas serán más complicadas, supongo, pero en el fragor de las batallas se dispara con simplificaciones.
Parece ser que la noche pasada el Sr. de Chiripa se cayó del caballo y vio claro lo que hay. Hoy ha dicho que sí, que se pliega a los convenios y que, de paso, le echen una mano. Bien, los mercados han anotado el dato. Pero todo parece indicar que la Sra. Merkel no se va a conformar con eso: quiere la cabeza del chorlito.
Escarmentar en cabeza ajena a todos los cabezas de chorlito que con sus prédicas fantasiosas están poniendo en peligro no sólo la estabilidad sino, también, la viabilidad de la Comunidad Europea. Ésta es la oportunidad que el Sr. de Ciripa ha puesto en bandeja a los políticos ortodoxos.
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