miércoles, 15 de julio de 2015

El golfo

Hoy día es una palabra en desuso, pero hace unos cincuenta años o así era de lo más común emplearla para calificar a alguien que se saltaba a la torera las normas establecidas por las tablas de la ley. Es un golfo, se decía. Seducía a la mujer del prójimo, no se ocupaba de sus ancianos padres, metía la mano en la caja a nada que se descuidase su guardián, levantaba falsos testimonios para beneficiarse y, si la ocasión lo exigía, no dudaba de echar mano de la violencia física. Lo curioso, se me ocurre, es que a un tipo así lo llamasen golfo. ¿Por qué vericuetos lingüísticos se llegó a semejante denominación? No tengo la menor idea porque en aquellos tiempos el Golfo era un lugar remoto del que sólo geógrafos, historiadores y literatos habían oído hablar. Pero, ¡ay, hoy día! Si te dicen que viene uno del Golfo ya te echas a temblar. Nada bueno se espera de aquella gente tan, cuanto menos, conflictiva. Y, cuanto más, rijosa. 

Recuerdo haber leído en alguna parte que cuando llegó Mahoma y mandó parar no había por aquella región una sola niña de siete años que no hubiese sido pasada por la piedra por su propio padre. Claro que hay que comprender que no debe ser fácil controlar la lujuria a la sombra de una jaima en mitad del desierto... porque, ya digo, siempre hay que tener en cuenta las circunstancias. Pues bien, de aquellos polvos, estos lodos, que si bien muchas cosas han cambiado desde entonces, las circunstancias bajo la jaima siguen intactas a juzgar por la noticia de la que hoy se hacen eco diversos rotativos. 

El caso es que, según cuentan, los magnates del Golfo, que lo son casi todos, han tomado por hábito tan pronto llegan los calores veraniegos el de irse a Egipto, en donde como todo el mundo sabe hay una miseria de las de aquí te espero, a agenciarse una chiquilla para llevársela a la jaima. Desde luego que lo hacen todo por lo legal desde el punto de vista de su religión. El islam, por lo que se ve, tiene previsto para estos sofocones veraniegos un tipo de matrimonio de usar y tirar. Así que los magnates van, pagan trescientos euros a los padres, se llevan a la niña a la jaima y, a los tres meses, la devuelven con lo puesto y lo que venga sin ningún tipo de remordimiento porque no han ofendido a Alá que es lo que cuenta para ellos. 

A la vista de todo lo cual, y para dar por concluida la disertación, voy a aventurar la hipótesis de que lo de llamar golfos a los indeseables pudiera tener algo que ver con las historias que corrían entre los señoritos sobre las costumbres de las gentes del Golfo. Ali Ben i Mete. Ali Babá. Las mil y una noches. No se me ocurre que otra cosa pudiera ser.  

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