martes, 30 de abril de 2013

Mil palabras




Desde luego que, así, a primera vista, nadie diría que la chiquita de la foto muestra alegría por haber sido la protagonista del primer alumbramiento en el nuevo hospital de Reinosa. Estas cosas, se mire como se mire, ya no son lo que eran. En realidad, nunca lo han sido, lo que pasa es que la gente de a pie, que dicen los sindicalistas, se lo toman a cachondeo, pero la gente seria, esa, siempre ha sabido lo que vale un peine. 

Gente seria, se lo cuento: 

"Los detalles de la población de Irlanda son poco conocidos. Sólo señalaré, por tanto, que la extensión del uso de la patata ha permitido su rápido incremento durante el último siglo. Pero lo barato de este alimento y la poca tierra necesaria para su cultivo, añadido a la ignorancia y estado depresivo de la gente les ha impulsado a seguir su inclinación sin más expectativas que una inmediata y exigua subsistencia, y ha estimulado los casamientos hasta tal punto que la población ha crecido hasta mucho más allá de lo que la industria y los recursos del país pueden soportar" 

Este tipo de observaciones fueron las que llevaron a Malthus a sacar unas cuantas e interesantes conclusiones. Primero, que las poblaciones están limitadas por los medios de subsistencia. Segundo, que cuando los recursos aumentan las poblaciones crecen, pero, y eh aquí la maldita enjundia del asunto, los recursos crecen aritméticamente y las poblaciones   geométricamente. Lo aclaro para los indecisos: recursos, 2, 4, 6, 8, 10; población, 2, 4, 8, 16, 32. Se necesitan entonces, continua el autor, fuerzas superiores para poner coto al desmadre. 

Las posibles barreras podrían ser la contención moral, el vicio y la miseria. "No much can be expected of moral restraint, y prácticamente nada después del matrimonio". El vicio tampoco le parece al autor la forma más recomendable de control de la natalidad. Sólo quedan el hambre y la malnutrición, a no ser que se recurra a la guerra o las plagas. No, desde luego, para Malthus no hay un futuro muy brillante para la humanidad. Así que, para empezar, vamos a ver si acabamos de una vez con todo tipo de caridad sea pública o privada. Que la pobreza recaiga sólo y exclusivamente sobre los hombros de los pobres. Y la gente, por favor, que se case cuanto más tarde mejor... claro esto podía ser relevante en los años del autor, pero ahora... 

En fin, son muchas las veces en las que en conversaciones con amigos sale a relucir la bomba demográfica como principal causa de temores. Este año hemos llegado a los 7.ooo millones y parece ser que ya están cantados los 9.000 millones para el año treinta de este siglo. Pero no se amoínen y relájense los jóvenes, porque, según tengo entendido, hacia el 2050 se producirá una inflexión y la población mundial empezará a disminuir. Quizá entonces, las chiquitas como la de la foto pondrán mejor cara cuando les nazca un niño. 

lunes, 29 de abril de 2013

Perón en el Vaticano



Recuerdo que por entonces no me convenció un pelo. Y eso que andaba metido en lo del antifranquismo con aderezos de empanada izquierdista y demás empachos. De repente llega un Papa que vende las joyas de la Virgen para acabar con los sufrimientos de los pobres. ¡Qué barbaridad! Lo comprendí al instante: se acaban los sufrimientos de los pobres y la Iglesia se va al garete en cuatro días. Esa es la verdad, la Iglesia está en lo fundamental para apabullar al personal con su boato y punto. Luego, lo otro, en muy segundo plano. Porque, al fin y al cabo, es la representante en la tierra de algo infinitamente bueno, poderoso, sabio, justo, principio y fin de todas las cosas, premiador de los buenos y castigador de los malos. 

"Las Sandalias del Pescador", al personal apabullado le encantó. Con esa ficción y, luego, las blanduras propiciadas por el Concilio Vaticano II ya muchos se creyeron que todo el monte iba a ser orgasmo, sobre todo los curas de las barriadas de las periferias que, primero, confundieron cristanismo con marxismo y, segundo, se liaron con una chorba de izquierdas para, ya, complicarse la vida definitivamente. Pobres desgraciados, con lo bien que les iba siguiendo la ortodoxia. 

Digamos que, como siempre pasa en las desbandadas, sólo resistieron los mejores. Los que se encargaron de mantener la llama contra el viento y marea de la estulticia progresista. Siguieron con sus misas, sus bautizos, primeras comuniones, confirmaciones, bodas, entierros y funerales, y siempre debidamente ornamentados para la ocasión. Como agencia de ritos de tránsito fueron impecables. Sin competencia posible en el mercado, la relación calidad/precio de sus servicios siempre ha sido insuperable. Por lo demás, su oferta de consuelo tanto espiritual como físico ha seguido siendo tan extraordinaria como discreta. Porque ese y no otro tiene que ser el lema de una institución que pretenda la intemporalidad, discreción en lo importante y exhibicionismo en lo superfluo. En fin. 

En fin, que no sé qué pensar de este Papa Francisco que viene ahora a pilotar la nave. Su exhibicionismo en lo fundamental me inquieta. Los pobres paquí y payá. Las Damas de la Plaza de Mayo... vaya, hombre, metiéndose en política barata. Ya digo, no sé. Quizá es que vio de joven lo de las sandalias del pescador y quedó prendado de la idea. Y, luego, que según dicen, es incapaz de expresarse en latín. O sea, decadencia donde las haya. 

Así que, ojo al parche.



jueves, 25 de abril de 2013

Pour l´emploi o la impotencia



Puede que parezca absurdo, incluso, si alguien quiere, facha, pero les voy a decir una cosa, si en vez de esas pegatinas con siglas y eslóganes reivindicativos que se colocan los sindicalistas en la solapa se pusiesen una en la frente con la palabra IMPOTENTE tendríamos mucho adelantado. Porque no hay que ser un águila para saber que el inicio de la resolución de cualquier problema es el reconocimiento de la propia realidad. 

Se ponen con toda su dignidad intacta detrás de una pancarta  que reza POUR L´EMPLOI. Bien, podría rezar PASTORÉENME SEÑORES y hubiesen dado en el clavo. Porque eso es lo que con toda su humildad disfrazada de chulería están pidiendo. Pero claro, tenemos un problema, ¿quién va a querer pastorear tantas ovejas con la calidad que han adquirido ya las fibras sintéticas?

Es terrible, se lo digo por propia experiencia, lo de sentirse impotente. Querer hacer algo por tus propios medios para salir del pozo sin que nada se te ocurra. Nada puedes ofrecer que a la gente le apetezca comprar. Nadie necesita de tus saberes para sacar adelante su empresa. Todos tus conocimientos y habilidades son papel mojado porque los compartes con cientos de millones de personas dispuestas a venderlas por un puñado de arroz. 

Ya, pero existe eso que se llama el contrato social, dirá con atrevimiento el que leyó dos libros a los que no tenía derecho. Sí, evidentemente, la caridad so capa de justicia. Subsidios y todo eso. Para que engendres pestilencia. 

No sé, la verdad, pero me parece que todo esto ha adquirido tales dimensiones que ni Adam Smith que levantase la cabeza  tendría mucho que decir. Quizá Malthus. 




martes, 23 de abril de 2013

Escenas matritenses

                           
        

En el VIPS había bastante gente, todo jóvenes, estudiantes, con su natural algarabía y sus consumiciones baratas. Los  de la mesa de al lado hablaban de aplicaciones y cosas así. Los tres compartían un bol de guacamole con nachos y una jarra de agua del grifo. Como en los viejos tiempos. No por el guacamole sino por la precariedad. Acabé mi hamburguesa, pegué el último sorbo a la caña, pedí la cuenta, pagué y me eché a la calle. Por Alberto Aguilera el ambiente era raro, pero avancé contra el viento frío con determinación. Por ver si entraba en calor más que nada. En la Glorieta de San Bernardo giré a la derecha con la intención de llegarme a la Gran Vía. Allí mismo, en la Glorieta, en el porche de la que fuera delegación del Gobierno de Asturias, se amontonaban los sintecho  arrebujados entre mantas y sacos. Un grupo de chavales les arrojaba algo entre risotadas. Debían ser restos de comida. Pero sabe dios. Me alejé de allí por si las moscas. No habría andado cien metros San Bernardo abajo cuando caí en la cuenta de que no se veía un alma por la calle. Y apenas había tráfico. No eran las once todavía. Entonces, sentí un a modo de aprensión y me di media vuelta camino de lo de Angelines.

Me había dicho mi hermana que se nota mucho la disminución del tráfico. Esta mañana he podido comprobarlo. Es algo tan manifiesto que no hace falta ponerse a contar. Lo mismo que el aumento de los mendigos. Los hay por todas partes y prácticamente ninguno con apariencia de miserable. Sorprende su juventud y excelente forma física. Bueno, por la Puerta del Sol andaba ese al que le faltan los brazos y sostiene la escudilla de las monedas con los dientes. Es un clásico. Lo mismo que son clásicos los comentarios que hacen los que le ven por primera vez: cómo se las arreglará para bajarse los pantalones y cosas así. También me ha pasado dos veces que al apartarme para dejar paso, una vez a un repartidor y otra a un peón de albañil que arrastraba una carretilla llena de escombros, ambos me han dado las gracias de forma nada forzada. Me ha sorprendido, la verdad. Luego me he sentado al sol en una terraza de la plaza del Espíritu Santo. Había allí un ambiente de lo más variopinto y distendido. El nombre del establecimiento era Ojalá. Me han traído un cortado y una tortillita de patata "poco cuajada" con una rebanada de pan con tomate que no podía estar más rico todo ello. El importe ha subido a 3.30 €. Por eso, creo recordar, hace dos años no te daban ni una caña en una terraza del centro.


Me doy cuenta de que hoy es el día del libro. Si no ando equivocado las únicas librerías que han puesto tenderetes en la calle son las del grupo VIPS. Lógico, parece ser que son las que mejor van. El grupo VIPS, me he dado cuenta de que hasta tienen una universidad para formar al personal. Como los de McDonald.


No sé, es difícil hacer cábalas al respecto. Pero, así, a ojo de buen cubero, diría que hay algo en el aire de Madrid como de para mejor. Y ya no te digo si te pones a mirar el escaparate de una agencia inmobiliaria, que ese si que es buen termómetro. Entonces, ya, te darás cuenta cómo está cediendo la última resistencia a la realidad de las cosas. Hay pisos de alquiler a porrillo y el precio de los que se venden en caída libre. No sé, ya digo, quizá es que a mí me interesa ver las cosas así, como se las cuento.

Lo siento, pero no he sido capaz de pasar las fotos del teléfono a este cachivache. No me funciona el blutooth o como se diga. Cuando llegue a casa ya me las apañaré y supliré la falla.

lunes, 22 de abril de 2013

Ecumenísmo áureo



Yo nunca había pensado en ello en tal sentido, pero al comentarme el otro día Jacobo que posiblemente uno de los mayores logros de la humanidad haya sido la actual expansión del uso del idioma inglés por el mundo caí en la cuenta de que seguramente es así, porque el hecho de que al menos las cada vez más extensas élites (perdón por el oximorón) de todos los países puedan entenderse sin recurrir a interpretes es uno de los pasos previos e imprescindibles hacia esa soñada utopía de un gobierno mundial que, estoy seguro, algún día, no muy lejano espero, llegará, porque es que el mundo, con tantos adelantos, se ha convertido en un corral demasiado pequeño para albergar tantos gallos. 

Lo hemos visto aquí en España con tanta oligarquía, o como quieran llamarla, local que ha puesto el grito en el cielo y dedicado esfuerzos ímprobos (intensos y malvados) para promover idiomillas que a modo de muros aislasen a unos españoles de otros de tal manera que se formasen corralitos en los que poder imponer su santa voluntad. Esfuerzo vano, diría yo, porque una vez que la gente ha comprobado que puede entenderse sin artificios y todos los beneficios que ello comporta es prácticamente imposible la marcha atrás. Porque pocas cosas soportan tan mal la marcha atrás como el pragmatismo. 

El otro día debatían en una tele francesa sobre el tratado de libre comercio que se avecina entre la Unión Europea y EEUU. El ministro del ramo francés dijo que sí, que Francia quería ese acuerdo, pero que si la excepción cultural francesa era intocable y que si patatín y que si patatán. O sea, las cuatro peliculillas de mierda que sobreviven gracias al gusto revenido de la no menos revenida progresía provinciana de aquí y de allá. Excepción cultural, es decir, el patio de mi casa es muy particular... cuando llueve se moja como todos los demás. Habrá tratado de libre comercio y las gentes verán lo que les plazca venga de donde venga con tal de que venga en inglés.   

La Unión Europea, otra utopía que a mi juicio avanza al ritmo que le impone el avance de un idioma común. Ha habido demasiadas resistencias escondidas tras cuestiones técnicas como la unión bancaria, fiscal, y demás mandangas, pero el verdadero nudo gordiano a desatar ha sido el derribo de los muros lingüísticos. Inglés, francés y alemán, decían que eran las lenguas oficiales de la Unión, despreciando a todas las demás. Pues ahí está la realidad, inglés, inglés e inglés, por todas partes, avanzando su uso como una bola de nieve que rueda ladera abajo. Pero si es que ya hasta por las calles de Santander se oye a los jóvenes hablar por sus móviles en inglés. 

China, Rusia, Japón, Corea del Sur, Francia, Qatar, los países, en teoría, más redomadamente nacionalistas, se hacen autopropaganda y dan su visión del mundo por medio de un canal televisivo vía satélite que emite en inglés. Sí, emiten en inglés y cada vez más son más iguales sus contenidos como iguales son las ciudades desde donde emiten. 

Pues sí, es una casualidad que a los que vivimos ahora nos haya tocado en suerte esta especie de ecumenismo lingüístico  sin el cual es imposible que se realice el viejo sueño de un gobierno mundial. Que es que ya va siendo hora de que nos dejemos de diferencias entre las tribus y pasemos a las  diferencias entre las personas. Así a los malvados les será más difícil camuflarse. 

jueves, 18 de abril de 2013

Donde esté el saber...



Cortesía de Jacobo

Creo haber leído en algún clásico del Siglo de Oro que por aquel entonces era popular el dicho "no hay saber como el tener". En los tiempos que corren ya nadie se atreve a repetir lo que bien pudiera parecer un alarde de cinismo, pero no nos engañemos, en eso que llaman el inconsciente colectivo habita la firme convicción de que el que tiene, el que ostenta riquezas, es ni más ni menos que porque sabe. Y más concretamente porque sabe de todo lo habido y por haber. Y por eso suele ser que les invitan a foros y platós a que expongan sus opiniones sobre lo humano y lo divino. Bueno, no es preciso comentar lo que en no pocas ocasiones sale de esas insignes bocas porque es de sobra conocido. 

En mis largos viajes por el ancho mundo he tenido la oportunidad de tratarme con gentes de toda raza y condición y les puedo asegurar una cosa, rara es la persona que de una u otra forma no trate de dar a conocer sus saberes. Lo mismo que, también, huelga decirlo, sus posesiones. Y, cosa curiosa, es precisamente en estos terrenos donde la diosa paradoja mantiene más fuerte su imperio. Cualquiera habrá podido comprobar que suelen ser los que menos saben los que más presumen de lo que saben. Y lo mismo con el tener. 

El invento paradójico nunca suele fallar por mucho que a veces parezca que se tambalea. Recuerdo al respecto un tipo que traté cuando anduve residiendo por las montañas de Cataluña que siempre andaba presumiendo de su fábrica de electrodomésticos y de su pertenencia a la junta directiva del Barça. Tanto alardeaba el tipo que un día, harto yo y aprovechando que pasaba por allí su padre fui y le dije que no me parecía muy inteligente lo que hacía su hijo porque al fin y al cabo no había día que no llegasen noticias de secuestros para pedir millonarios rescates. El anciano, un antiguo falangista reconvertido en catalanista, me miró de una forma que me hizo pensar que había metido la pata. Pero no me importó y, además, a los cuatro días se confirmó el axioma paradójico: el pueblo apareció forrado de pancartas insultantes a propósito de la quiebra de la fábrica de electrodomésticos. Al poco, también, creo que tuvo problemas en la junta del Barça de donde tuvo que salir en plan mohíno. En fin, que no falla. Lo dice el refrán: dime de lo qué...

Claro está que no se puede jugar lo mismo con el saber que con el tener. El uno es intangible y el otro tangible. Una diferencia considerable. El tener salta a la vista de cualquiera y el saber sólo al entendimiento de los que saben. Uno que tiene pasea por el pueblo y todos le rinden pleitesía. Un físico del CERN hace lo mismo y la gente ni le ve. 

Bien es verdad que lo uno no está reñido con lo otro. No pocas veces, el que tiene es porque se esforzó en saber y luego utilizó ese saber para tener. También otros que acumularon riquezas las utilizaron luego para mandar a sus hijos a las mejores universidades. Pero, no nos engañemos, en general, saber y tener son dos mundos. Y el que sabe se regodea en su fuero interno porque siente el placer de la posesión. Y el que tiene, muchas veces lo he creído percibir, suele guardar un cierto recelo no exento de envidia hacia el que él cree que sabe. 

A la postre, por muchas vueltas que se le dé, sólo se puede llegar a la conclusión de que no hay tener como el saber. No por nada sino porque es el único tener que no te convierte en criado de ti mismo. En fin, un consuelo en cualquier caso para los que lo único que tenemos es que creemos que sabemos cuatro cosillas. 




miércoles, 17 de abril de 2013

Lo Otro



El otro día dieron la noticia de que los americanos del norte iban a dedicar no se cuantos miles de millones a investigar lo que pasa dentro de nuestros cerebros. Bueno, supongo que es lo mismo que los miles de millones que se dedican a tratar de saber algo sobre el origen del universo. El cerebro y el universo, sabido todo sobre eso, a qué seguir. 

Así y todo, y convencido de que nunca se llegará mucho más allá de donde estamos, me alegro mucho de que se tire el dinero en tan loables intentos porque si de algún sitio puede salir algo realmente revolucionario es del algo conocer de esas dos misteriosas entidades. 

Comentaba con mi amigo Pedro lo mucho que ya se sabe sobre sustancias mágicas que aligeran la vida. Sostenía él que si se embotellase un agua que llevase disueltas ciertas cantidades de esas sustancias sería un negocio fabuloso. Todo el mundo sin dolores, sin ansiedades, en fin, la repanocha. Claro, en principio, suena lindo, pero uno sabe por experiencia el pequeño recorrido de todas esas sustancias. A la semana de estar consumiéndolas no sólo no hacen ya nada sino que si dejas de tomarlas te entra un mono de los de vender el alma por un sorbito. No, indudablemente todavía no se ha dado con aquel "soma" que soñara Aldous Huxley para su mundo feliz. Es decir, un producto que haga su efecto sin dejar rastro. Y, sinceramente, no veo que se esté cerca de semejante logro. Las maravillas actuales no creo que vayan más allá de ser una inestimable herramienta para salir de un mal trance. Siento desengañar a los ilusos. 

Pero hay otras funciones del cerebro sobre las que se investiga, o especula, mucho en estos días y es que no es para menos. Pongamos por ejemplo esa función tan controvertida desde la noche de los tiempos que es la toma de decisiones. Todos hemos sospechado más de una vez que no somos dueños de nuestros actos. Es la cuestión del libre albedrío que le dicen. Bien, siempre se trató ese asunto de una forma digamos que teológica, o sea, puro pajeo mental. Pero ahora hay unos tipos que publican largos artículos en Edge diciendo que lo suyo es serio por estar sujeto al más riguroso método científico. Bueno, yo, la verdad, por lo que he podido entender me parece que estamos en las mismas. En la pura sospecha. Lo cual que no le quita un ápice de su importancia decisiva: soy dueño de mis actos y entonces sufro o gozo por su resultado o... "lo Otro". 

A mi me pasa con frecuencia desde, diría, la mas tierna infancia, que despierto después de un primer y no muy largo sueño con la cabeza hecha una moto. Supongo que depende del estado de ánimo, pero no pocas veces no puedo evitar por mucho que lo intente ponerme a enumerar una detrás de otra las más penosas equivocaciones cometidas a lo largo de la vida. Y entonces me descorazono porque tengo la firme convicción de haber sido un soberano estúpido. Mi mala cabeza, me digo entre el reproche y la justificación. Porque no puedo ser indiferente, lo que sería, entonces, acogerme a "lo Otro". 

Cuando hablo de "lo Otro" me estoy refiriendo a la doctrina expuesta por Miguel de Molinos en su "Guia Espiritual". Todo lo que hacemos lo hacemos porque Dios ha querido que así lo hagamos, luego, a quoi bon comerse el coco por sus consecuencias. Si fueron nefastas, Dios se encargara de corregirlas según su enigmático criterio. Es lo que se conoce como "quietismo". El "quieto parao" que le dicen algunos. Bueno, a Molinos, que llegó a ser confesor de los más importantes cardenales de Roma, esta doctrina le llevó a la postre a morir en los calabozos de la inquisición. Parece ser que los altos responsables de la Iglesia pensaron que tal doctrina era a todos los efectos disolvente. Porque una sociedad en la que no exista la responsabilidad individual es de todo punto inviable. 

Perdonen mis queridos lectores la disertación, pero es que, por un lado trato de matar el aburrimiento escribiendo, y por otro vengo leyendo estos días algunos artículos en Edge que tratan de la toma de decisiones y su sometimiento a los dictados de la biología... o sea, de Dios. Nunca se avanza en esto, me parece. A ver si con el dinero que ha prometido Obama para desentrañar el cerebro...  




martes, 16 de abril de 2013

El que bien te quiere


 

Cuando más me adentro en la lectura de "Una investigación de las causas de la riqueza de las naciones" de Adam Smith, mas comprendo, o me parece comprender, todos esos rifirrafes entre humanos por quereren las cosas públicas, dar unos primacía a los sentimientos sobre la razón y los otros viceversa

Las cosas públicas, si no ando equivocado, son el territorio de la política. Un territorio plagado de minas y que por lo tanto exige transitar por él en estado de máxima alerta. Un mínimo despiste, una sentimentalidad, y pisas una y saltas por los aires. Quizá porque comprendió eso fue por lo que la tan controvertida Dama de Hierro dijo en cierta ocasión que le repugnaban los sentimientos en política. 

Los sentimientos, ya se sabe, son inevitables. A ver a quien no le gusta tener un corazón magnánimo para que después vengan a adorarle. Pero, ¡ojo!, porque detrás de un corazón magnánimo suele haber un redomado vampiro que nunca se sacia de sangre. Lo dice la más elemental experiencia de la vida. Observen con cierto detenimiento a cualquiera que vaya por ahí blasonando de comprensivo, tolerante, dadivoso y tal, y no tardarán en comprobar que es alguien que vive como Dios sin esforzarse demasiado. 

Sí, Adam Smith te demuestra con multitud de ejemplos de qué manera, desde la noche de los tiempos, el ser humano se ha esforzado por hacer las cosas mejor que el vecino. Superar al vecino como única receta de supervivencia ha sido el motor del progreso. Si te quedas atrás, decaes y desapareces. Eso es casi un axioma. Quizá sin casi. 

El asunto es ese, que la primacía sobre el prójimo no es una cuestión de orgullo, soberbia, codicia o cualquiera de esos sentimientos que la imaginería popular coloca entre los más detestables, no, la cuestión es que para prevalecer, que es sobrevivir, hay que echar mano de "lo que sea que sirva" a tal fin. Y ahí es donde interviene la política, en la regulación de ese "lo que sea que sirva" para que no se vaya demasiado lejos y los unos maten a los otros. 

Como comprenderán esa linea divisoria entre el prevalecer y el no ir demasiado lejos para conseguirlo, es muy borrosa y hacen falta grandes dotes de visión política para hacerla bien visible. Por desgracia, no siempre se dan esas dotes y pasa lo que pasa, que algunos, a base de artimañas deshonestas, consiguen prevalecer demasiado. O sea, una verdadera catástrofe social. Y entonces es cuando, por lo general, surge el líder providencial, el que ha leído cuidadosamente a Adam Smith, o, si quieren que se lo diga al hispánico modo, el que te hará llorar porque bien te quiere. 

Por cierto que en una reciente tribuna de El País escrita por el novelista inglés Ian Mcewan y titulada "Margaret Thatcher: nos encantaba odiarla" podrán encontrar algunos puntos de apoyo para comprender mejor los farragosos puntos de vista que les venía exponiendo.     

domingo, 14 de abril de 2013

Katorce d´Havril



En realidad lo de esos muchachos y muchachas que se manifiestan todos los  Katorces de Havril pidiendo la abolición de la Monarquía y la vuelta de la República no es más que algo que empezó allí por los albores de la Era Cristiana de la mano de un tipo llamado Lucio Flavio Arriano, más conocido por Arriano de Nicomedia. Sostenía el tal Arriano que Jesucristo era hijo de Dios, pero que en ningún caso era Dios. O sea, por decirlo de manera un poco más científica, que el padre no se transustancia en el hijo, lo cual, a pesar de las apariencias, no es cuestión baladí porque es tanto como negar el derecho a la transmisión automática de los privilegios dinásticos. Ergo, la Monarquía "no es de recibo" que diría el sindicalista.

Como era de esperar, por mucho que las autoridades monárquicas montasen rápidamente un concilio al efecto de desacreditarle, Arriano no ha dejado de tener discípulos a todo lo largo de la historia. Transustanciación sí, transustanciación no, ha sido una controversia tan buena como otra cualquiera para hacer correr la sangre. Porque de lo que se trataba en definitiva, ya digo, era y es de la transmisión automática de privilegios de padres a hijos, cosa que, como es natural, fastidia a muchos, sobre todo, supongo, a los que no tienen nada que transmitir, porque como dijo el filósofo, opinión es sinónimo de situación. 

A mí, la verdad, aunque no tengo nada que transmitir, ni fu ni fa. Pero comprendo a los adeptos del Katorce de Havril. Ellos han encontrado ahí un leit motiv que les ayuda a dar sentido a su vida y me parece lógico que se aferren a él. ¡Pues anda que no ayudan cosas así a transitar por el desierto! Además, que no les falta su pizca de sentido, porque, como dijo una vez el insigne Savater: "Sí, de acuerdo, este Rey es muy competente, pero quien nos puede asegurar que su hijo, o su nieto, lo vayan a ser en el futuro". Y a nadie se le escapa que un país serio necesita un Jefe de Estado competente más que nada por razones comerciales que, a buen seguro, son las más importantes de todas las razones. 

En resumidas cuentas, se necesita un Jefe de Estado competente para vender la marca del país que representa y, eso, no está garantizado ni por transustanciación del padre en el hijo ni por elecciones directas. Hay múltiples ejemplos de éxitos y fracasos en ambas posibilidades. Y, además, que como hoy en día las transustanciaciones reales están tan descafeinadas se me hace a mí que la virulencia que algunos pretenden dar a la controversia roza el esperpento. 

O sea que, qué quieren que les diga, para mí que todo esto de  de república o monarquía es como lo de aquella discusión sobre el sexo de los ángeles que tuvo como consecuencia allanar el camino de Constantinopla a los turcos. Y ya saben, desde aquel entonces no hacemos otra cosa que buscar el desconstantinizador que la desconstantinice, etc..

En resumidas cuentas, que gane el mejor, pero por lo que más quieran, que los chavales estudien muchas matemáticas en la escuela porque si no, tengamos lo que tengamos, vamos a ir de culo. 

viernes, 12 de abril de 2013

La Gran Crisis



La Belle Époque, la Gran Guerra, los Años Locos, la Gran Depresión, la Segunda Gran Guerra. Aquella sí que fue una crisis como dios manda. De ella salió el mundo con una bomba atómica en el bolsillo, lo cual que es como decir que, en adelante, ya no quedaría otra opción que la progresiva nivelación de todo y de todos. Lo han comprendido bien esas gitanas que a veces salen por la televisión clamando indignadas: ¡Pues a nosotros que nos den un piso! 

A nosotros. El mí, el yo, está dejando de existir. Todo se gitaniza, por así decirlo. Se vuelve a la tribu que es donde los obesos mórbidos pierden sus complejos y pueden comer a dos carrillos sin que nadie les mire mal. Se acabaron las discriminaciones, qué maravilla. 

Es un camino, el de la nivelación, sin retorno. Porque, como digo, con la bomba atómica en el bolsillo de cualquiera es imposible sacar a relucir la fuerza. Cualquier matón se monta su cortijo y nadie puede ir a pararle los pies. Para muestra basta el botón de Corea del Norte. En adelante, ya verán, le saldrán imitadores everywere. Y todos a tragar. 

Yo no sé, ni me importa, si todo eso será bueno o malo, pero me parece evidente que cada vez todo será más sucedáneo de  lo que antaño fue auténtico. Porque, ahora, cuando cruzas el charco, un suponer, ni arriesgas nada, ni lo haces por algo que no sea por aliviar las insufribles fatigas de la ociosidad. Para eso, ya digo, mejor un lingotazo y ponerse a tocar el violín. Como hiciera el precusor Holmes.

En fin, es que sigo viendo la serie "Upstairs, downstairs" y qué lejano suena todo aquello. Los señores arriba y los criados abajo. ¡Habrase visto! A día de hoy todos revueltos y amontonados. Por culpa de la bomba atómica. Por culpa de los estudios en definitiva. 

miércoles, 10 de abril de 2013

Trenes regionales



A pesar de todas las patologías sociales que nos afectan y de las que se podría hablar hasta bien entrada la noche, nadie medianamente observador podrá negarse a la evidencia de que en este país muchas cosas han mejorado de una forma casi revolucionaria. 

Pongamos por caso los trenes, signo del progreso humano donde los haya. Pues bien, veníamos el otro día en un regional por las llanuras castellanas y de pronto noté unas como a modo de ganas de hacer de vientre. Estuve un buen rato haciéndome el remolón con la esperanza de que las ganas cediesen y así poder evitar hacer uso de las instalaciones sanitarias del convoy. En mi mente se agolpaban los recuerdos de las veces que acuciado por necesidades imperiosas tuve que evacuar consultas durante aquellos interminables viajes a los que me obligaban mis compromisos estudiantiles. Aquellos retretes en el extremo del vagón cuya puerta raramente cerraba y cuyas paredes estaban simbólica y literalmente embadurnadas de mierda. Sí, en aquellos receptáculos más que a evacuar parecía que ibas a entrenarte en el oficio de titiritero. Una mano para sujetar la manilla de la puerta, otra la tapa del retrete un pié para encaramarte... bueno, malabarismos en definitiva en esos momentos de la vida en los que la fisiología detrae del cerebro no poca capacidad de concentración. Total, que, como las ganas persistían, al final decidí acudir a los servicios y, se lo puedo asegurar, estaban impolutos. Había de todo. Papel para el culo, para las manos, agua. Como debe ser. 

Sí, recuerdas aquellos viajes y te maravillas de que haber podido sobrevivirlos para contarlo. Salías de Principe Pio a las diez de la noche y llegabas a Santander a las ocho de la mañana. Diez horas y diez personas en el departamento de asientos corridos forrados de skay. Diez horas y diez personas en el departamento cerrado a cal y canto para evitar las corrientes. Diez personas de las que por lo menos siete fumaban sin parar. Siete fumadores de los que por lo menos cuatro eran bronquíticos crónicos. Cuatro bronquíticos crónicos de los que por lo menos dos estaban en fase aguda. Bueno, comprenderán que aquello era más peligroso que "la diligencia" de John Ford. Y, sin embargo, logramos sobrevivir para contarlo. Pero con un regusto tan amargo que sin darnos cuenta salimos de Guatemala para entregarnos con ardor a los brazos de guatepeor: el automóvil, coñazo donde los haya. 

Sí, la verdad es que ahora te montas en un regional, pones las bicicletas en el lugar habilitado a tal efecto, te sientas, te quitas las botas y colocas los pies en el asiento de enfrente que siempre va vacío, sacas el kindle, o el bocadillo si es hora de comer, y lees, o comes, o miras por la ventana, y todos los viajeros igual, sin meter ruido, y el factor superamable te informa de lo que quieras, y, luego, que si pasas de sesenta años te hacen un cuarenta por ciento de descuento.  

Sí, desde luego, en cincuenta años, que no son nada, es como si hubiésemos pasado de la noche al día. Ahora ya sólo falta que todas esas capas retrógradas de la sociedad se den cuenta de lo que tienen y empiecen a disfrutar de las horas de luz. 

lunes, 8 de abril de 2013

Las uvas de Nochevieja




Dice el titular que los españoles quieren más Estado y menos mercado. Ni que decir tiene que no es más que otra de las muchas imbecilidades a las que nos tienen acostumbrados los medios de comunicación. Un sinsentido que se sostiene en la rima. Podría haber sido "menos Estado y más bacalado" y hubiese quedado igual de bien y con más o menos el mismo sentido. Porque hasta el más torpe de la clase si atiende por un momento podrá entender que sólo puede haber Estado cuando funciona el mercado. Sin mercado es imposible que haya Estado por razones obvias que sólo se les pueden escapar a los que nunca han atendido en clase. O sea, a los imbéciles. 


Y ese es el quid de la cuestión, que está esto de imbéciles que no cabe uno más. De gente crédula si quieren quitar hierro a la expresión. Dice Carveth Read: "Por otro lado, la creencia tiene por causa muchas influencias que en ningún caso son evidencias: por ejemplo (1) el deseo, el cual nos hace creer en cualquier cosa que sirva a nuestros propósitos; miedo y suspicacia, que (paradójicamente) nos hace creer en cualquier cosa que parezca peligrosa; (2) el hábito, que resiste a cualquier cosa que cuestiona nuestros prejuicios; (3) vanidad, que deleita pensando que uno siempre está en lo cierto y descarta la posibilidad de equivocación; (4) la imitación, la sugestibilidad, la moda, que nos hace adaptarnos a lo que se lleva. 

Sea como sea, el caso es que nunca nos será dado saber por falta de evidencias si los que publican -a los últimos responsables me refiero- esos titulares lo hacen porque creen en ellos o, sencillamente, no creen en absoluto, pero piensan que ese es buen "pienso" para las hordas de crédulos. O de imbéciles, si calificamos sin ambages. O de chusma, que quizá englobe mejor a ese amplio colectivo de incapaces de atender en clase.  

En fin, sólo quiero que quede clara una cosa -si alguien quiere evidencias al respecto le puedo regalar un saco lleno de ellas-, que sin mercado no hay Estado porque no puede ser y además es imposible. 

jueves, 4 de abril de 2013

Una visión global



A Dambo le conocí en Valladolid. Uno de entre tantos estudiantes de procedencia vasca que pululaban por la ciudad. No recuerdo que fuese de los que llamara la atención por su especial afición al morapio y cosas parecidas. Más bien tiraba a serio y buen estudiante, lo cual no obsta para haber compartido con él alguna noche de francachela. Luego me fui a continuar mis estudios en Madrid y nunca más volví a oír sobre él hasta que surgió todo aquel asunto de los GAL. Le implicaban en algo relacionado con aquellos hechos tan controvertidos como eficaces. El chaval debió pasar un verdadero calvario que se prolongó mucho en el tiempo pues era evidente que había muchos que le querían matar. Ha debido de vivir todos estos años escondido y, a buen seguro, pensando mucho, fruto de lo cual es un libro titulado:


 "USO DE RAZÓN" 
El arte de Razonar, Persuadir, Refutar

Un programa integral de iniciación a la lógica, el debate y la dialéctica 



A Javier, 
Unai, 
Ainhoa, 
Juliette
y Alejandro, 
que han atravesado en España
el Bachillerato 
y la Universidad 
sin oír hablar de estas cosas.


Jacobo, que en cuestiones de lógica no se le escapa una, sabe que yo conocí a Damborenea en Valladolid y ese, supongo, ha sido el motivo de que me haya enviado el enlace. Bueno, también es verdad que en nuestras últimas misivas han menudeado las referencias al estudio de la lógica, muy relacionada, por cierto con la ciencia lingüística de la que Jacobo es maestro indiscutible. En fin, sea como sea, el caso es que me parece de lo más oportuna la idea de Dambo de dedicar a Javier, Unai, Ainhoa, Juliette y Alejandro un libro de semejantes caracteristicas porque, en mi modesta opinión, tanto Javier, como Unai , como Ainhoa, etc, cuando se ponen a razonar generalmente parece que lo hacen con el culo más que con la cabeza. 

Quizá siempre haya sido igual y lo que pasaba es que no me daba cuenta porque estaba en la misma onda, la de la simplificación, la de encontrar a cada efecto la causa que mejor se amoldaba a mi situación o preferencias, la de tomar la parte por el todo, la de, en definitiva, ver el mundo por el ojo de la cerradura y dar en pensar que lo estaba viendo a campo descubierto. Ahora, sin embargo, todo es diferente. Me doy cuenta de que por mucho que me esfuerce apenas alcanzo a ver más allá de mis narices. Es la limitación que está en la esencia de la condición humana. Algunos, los genios, van un paso más allá, pero en cualquier caso quedan siempre a años luz del verdadero meollo de la cuestión porque de lo contrario todo sería diferente, es decir, reinaría la paz sobre la tierra. 

Todo esto, claro está, es un peliagudo asunto. Duele reconocer, ya digo, hasta que punto estamos limitados como individuos y como especie. Y de ahí el triunfo de las religiones, los demagogos, medicinas alternativas y demás mandangas por el estilo. Al respecto, y perdón por el inciso, me estoy riendo mucho estos días viendo como el 20% de los italianos, la chusma en estado puro, aplaude con fervor las imbecilidades que hila una detrás de otra el Singore Grillo. Pero dejemos eso y vayamos a ver lo que se puede hacer para  una mejor comprensión de lo que nos traemos entre manos. 

Una buena medida, a tal efecto, podría ser ponerse a leer el libro de Dambo: el uso de la razón. Claro, sistemático, de tanta obviedad como destila se hace duro de pelar. Estoy seguro de que es lo que necesitan sobre todo Unai y Ainhoa que, por procedencia, podemos suponer a qué espantosos procedimientos de reducción mental habrán sido sometidos. Pero a los otros les recomiendo, vuelvo a recomendar mejor dicho, un clásico entre los clásicos, Adam Smith y su "Un Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations". 
Nada como su lectura para comprender la multicausalidad de cualquier efecto y por tanto la inasibilidad de su completa comprensión. Unas cosas actúan sobre otras y todas interactúan entre sí, lo cual, si me lo permiten, es tanto como decir que estamos obligados a avanzar a ciegas por el mundo porque nunca sabremos cuál va a ser de entre tantas piezas la que se va a llevar el gato al agua. Al final, como dice un personaje de Woody Allen, ese momento de felicidad que a veces llega es sólo y exclusivamente producto del azar. 

En fin, perdonen estas reflexiones, pero es que uno escucha por ahí cada cosa...