A nosotros. El mí, el yo, está dejando de existir. Todo se gitaniza, por así decirlo. Se vuelve a la tribu que es donde los obesos mórbidos pierden sus complejos y pueden comer a dos carrillos sin que nadie les mire mal. Se acabaron las discriminaciones, qué maravilla.
Es un camino, el de la nivelación, sin retorno. Porque, como digo, con la bomba atómica en el bolsillo de cualquiera es imposible sacar a relucir la fuerza. Cualquier matón se monta su cortijo y nadie puede ir a pararle los pies. Para muestra basta el botón de Corea del Norte. En adelante, ya verán, le saldrán imitadores everywere. Y todos a tragar.
Yo no sé, ni me importa, si todo eso será bueno o malo, pero me parece evidente que cada vez todo será más sucedáneo de lo que antaño fue auténtico. Porque, ahora, cuando cruzas el charco, un suponer, ni arriesgas nada, ni lo haces por algo que no sea por aliviar las insufribles fatigas de la ociosidad. Para eso, ya digo, mejor un lingotazo y ponerse a tocar el violín. Como hiciera el precusor Holmes.
En fin, es que sigo viendo la serie "Upstairs, downstairs" y qué lejano suena todo aquello. Los señores arriba y los criados abajo. ¡Habrase visto! A día de hoy todos revueltos y amontonados. Por culpa de la bomba atómica. Por culpa de los estudios en definitiva.
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