miércoles, 17 de abril de 2013

Lo Otro



El otro día dieron la noticia de que los americanos del norte iban a dedicar no se cuantos miles de millones a investigar lo que pasa dentro de nuestros cerebros. Bueno, supongo que es lo mismo que los miles de millones que se dedican a tratar de saber algo sobre el origen del universo. El cerebro y el universo, sabido todo sobre eso, a qué seguir. 

Así y todo, y convencido de que nunca se llegará mucho más allá de donde estamos, me alegro mucho de que se tire el dinero en tan loables intentos porque si de algún sitio puede salir algo realmente revolucionario es del algo conocer de esas dos misteriosas entidades. 

Comentaba con mi amigo Pedro lo mucho que ya se sabe sobre sustancias mágicas que aligeran la vida. Sostenía él que si se embotellase un agua que llevase disueltas ciertas cantidades de esas sustancias sería un negocio fabuloso. Todo el mundo sin dolores, sin ansiedades, en fin, la repanocha. Claro, en principio, suena lindo, pero uno sabe por experiencia el pequeño recorrido de todas esas sustancias. A la semana de estar consumiéndolas no sólo no hacen ya nada sino que si dejas de tomarlas te entra un mono de los de vender el alma por un sorbito. No, indudablemente todavía no se ha dado con aquel "soma" que soñara Aldous Huxley para su mundo feliz. Es decir, un producto que haga su efecto sin dejar rastro. Y, sinceramente, no veo que se esté cerca de semejante logro. Las maravillas actuales no creo que vayan más allá de ser una inestimable herramienta para salir de un mal trance. Siento desengañar a los ilusos. 

Pero hay otras funciones del cerebro sobre las que se investiga, o especula, mucho en estos días y es que no es para menos. Pongamos por ejemplo esa función tan controvertida desde la noche de los tiempos que es la toma de decisiones. Todos hemos sospechado más de una vez que no somos dueños de nuestros actos. Es la cuestión del libre albedrío que le dicen. Bien, siempre se trató ese asunto de una forma digamos que teológica, o sea, puro pajeo mental. Pero ahora hay unos tipos que publican largos artículos en Edge diciendo que lo suyo es serio por estar sujeto al más riguroso método científico. Bueno, yo, la verdad, por lo que he podido entender me parece que estamos en las mismas. En la pura sospecha. Lo cual que no le quita un ápice de su importancia decisiva: soy dueño de mis actos y entonces sufro o gozo por su resultado o... "lo Otro". 

A mi me pasa con frecuencia desde, diría, la mas tierna infancia, que despierto después de un primer y no muy largo sueño con la cabeza hecha una moto. Supongo que depende del estado de ánimo, pero no pocas veces no puedo evitar por mucho que lo intente ponerme a enumerar una detrás de otra las más penosas equivocaciones cometidas a lo largo de la vida. Y entonces me descorazono porque tengo la firme convicción de haber sido un soberano estúpido. Mi mala cabeza, me digo entre el reproche y la justificación. Porque no puedo ser indiferente, lo que sería, entonces, acogerme a "lo Otro". 

Cuando hablo de "lo Otro" me estoy refiriendo a la doctrina expuesta por Miguel de Molinos en su "Guia Espiritual". Todo lo que hacemos lo hacemos porque Dios ha querido que así lo hagamos, luego, a quoi bon comerse el coco por sus consecuencias. Si fueron nefastas, Dios se encargara de corregirlas según su enigmático criterio. Es lo que se conoce como "quietismo". El "quieto parao" que le dicen algunos. Bueno, a Molinos, que llegó a ser confesor de los más importantes cardenales de Roma, esta doctrina le llevó a la postre a morir en los calabozos de la inquisición. Parece ser que los altos responsables de la Iglesia pensaron que tal doctrina era a todos los efectos disolvente. Porque una sociedad en la que no exista la responsabilidad individual es de todo punto inviable. 

Perdonen mis queridos lectores la disertación, pero es que, por un lado trato de matar el aburrimiento escribiendo, y por otro vengo leyendo estos días algunos artículos en Edge que tratan de la toma de decisiones y su sometimiento a los dictados de la biología... o sea, de Dios. Nunca se avanza en esto, me parece. A ver si con el dinero que ha prometido Obama para desentrañar el cerebro...  




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