En el VIPS había bastante gente, todo jóvenes, estudiantes, con su natural algarabía y sus consumiciones baratas. Los de la mesa de al lado hablaban de aplicaciones y cosas así. Los tres compartían un bol de guacamole con nachos y una jarra de agua del grifo. Como en los viejos tiempos. No por el guacamole sino por la precariedad. Acabé mi hamburguesa, pegué el último sorbo a la caña, pedí la cuenta, pagué y me eché a la calle. Por Alberto Aguilera el ambiente era raro, pero avancé contra el viento frío con determinación. Por ver si entraba en calor más que nada. En la Glorieta de San Bernardo giré a la derecha con la intención de llegarme a la Gran Vía. Allí mismo, en la Glorieta, en el porche de la que fuera delegación del Gobierno de Asturias, se amontonaban los sintecho arrebujados entre mantas y sacos. Un grupo de chavales les arrojaba algo entre risotadas. Debían ser restos de comida. Pero sabe dios. Me alejé de allí por si las moscas. No habría andado cien metros San Bernardo abajo cuando caí en la cuenta de que no se veía un alma por la calle. Y apenas había tráfico. No eran las once todavía. Entonces, sentí un a modo de aprensión y me di media vuelta camino de lo de Angelines.
Me había dicho mi hermana que se nota mucho la disminución del tráfico. Esta mañana he podido comprobarlo. Es algo tan manifiesto que no hace falta ponerse a contar. Lo mismo que el aumento de los mendigos. Los hay por todas partes y prácticamente ninguno con apariencia de miserable. Sorprende su juventud y excelente forma física. Bueno, por la Puerta del Sol andaba ese al que le faltan los brazos y sostiene la escudilla de las monedas con los dientes. Es un clásico. Lo mismo que son clásicos los comentarios que hacen los que le ven por primera vez: cómo se las arreglará para bajarse los pantalones y cosas así. También me ha pasado dos veces que al apartarme para dejar paso, una vez a un repartidor y otra a un peón de albañil que arrastraba una carretilla llena de escombros, ambos me han dado las gracias de forma nada forzada. Me ha sorprendido, la verdad. Luego me he sentado al sol en una terraza de la plaza del Espíritu Santo. Había allí un ambiente de lo más variopinto y distendido. El nombre del establecimiento era Ojalá. Me han traído un cortado y una tortillita de patata "poco cuajada" con una rebanada de pan con tomate que no podía estar más rico todo ello. El importe ha subido a 3.30 €. Por eso, creo recordar, hace dos años no te daban ni una caña en una terraza del centro.
Me doy cuenta de que hoy es el día del libro. Si no ando equivocado las únicas librerías que han puesto tenderetes en la calle son las del grupo VIPS. Lógico, parece ser que son las que mejor van. El grupo VIPS, me he dado cuenta de que hasta tienen una universidad para formar al personal. Como los de McDonald.
No sé, es difícil hacer cábalas al respecto. Pero, así, a ojo de buen cubero, diría que hay algo en el aire de Madrid como de para mejor. Y ya no te digo si te pones a mirar el escaparate de una agencia inmobiliaria, que ese si que es buen termómetro. Entonces, ya, te darás cuenta cómo está cediendo la última resistencia a la realidad de las cosas. Hay pisos de alquiler a porrillo y el precio de los que se venden en caída libre. No sé, ya digo, quizá es que a mí me interesa ver las cosas así, como se las cuento.
Lo siento, pero no he sido capaz de pasar las fotos del teléfono a este cachivache. No me funciona el blutooth o como se diga. Cuando llegue a casa ya me las apañaré y supliré la falla.
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