martes, 16 de abril de 2013

El que bien te quiere


 

Cuando más me adentro en la lectura de "Una investigación de las causas de la riqueza de las naciones" de Adam Smith, mas comprendo, o me parece comprender, todos esos rifirrafes entre humanos por quereren las cosas públicas, dar unos primacía a los sentimientos sobre la razón y los otros viceversa

Las cosas públicas, si no ando equivocado, son el territorio de la política. Un territorio plagado de minas y que por lo tanto exige transitar por él en estado de máxima alerta. Un mínimo despiste, una sentimentalidad, y pisas una y saltas por los aires. Quizá porque comprendió eso fue por lo que la tan controvertida Dama de Hierro dijo en cierta ocasión que le repugnaban los sentimientos en política. 

Los sentimientos, ya se sabe, son inevitables. A ver a quien no le gusta tener un corazón magnánimo para que después vengan a adorarle. Pero, ¡ojo!, porque detrás de un corazón magnánimo suele haber un redomado vampiro que nunca se sacia de sangre. Lo dice la más elemental experiencia de la vida. Observen con cierto detenimiento a cualquiera que vaya por ahí blasonando de comprensivo, tolerante, dadivoso y tal, y no tardarán en comprobar que es alguien que vive como Dios sin esforzarse demasiado. 

Sí, Adam Smith te demuestra con multitud de ejemplos de qué manera, desde la noche de los tiempos, el ser humano se ha esforzado por hacer las cosas mejor que el vecino. Superar al vecino como única receta de supervivencia ha sido el motor del progreso. Si te quedas atrás, decaes y desapareces. Eso es casi un axioma. Quizá sin casi. 

El asunto es ese, que la primacía sobre el prójimo no es una cuestión de orgullo, soberbia, codicia o cualquiera de esos sentimientos que la imaginería popular coloca entre los más detestables, no, la cuestión es que para prevalecer, que es sobrevivir, hay que echar mano de "lo que sea que sirva" a tal fin. Y ahí es donde interviene la política, en la regulación de ese "lo que sea que sirva" para que no se vaya demasiado lejos y los unos maten a los otros. 

Como comprenderán esa linea divisoria entre el prevalecer y el no ir demasiado lejos para conseguirlo, es muy borrosa y hacen falta grandes dotes de visión política para hacerla bien visible. Por desgracia, no siempre se dan esas dotes y pasa lo que pasa, que algunos, a base de artimañas deshonestas, consiguen prevalecer demasiado. O sea, una verdadera catástrofe social. Y entonces es cuando, por lo general, surge el líder providencial, el que ha leído cuidadosamente a Adam Smith, o, si quieren que se lo diga al hispánico modo, el que te hará llorar porque bien te quiere. 

Por cierto que en una reciente tribuna de El País escrita por el novelista inglés Ian Mcewan y titulada "Margaret Thatcher: nos encantaba odiarla" podrán encontrar algunos puntos de apoyo para comprender mejor los farragosos puntos de vista que les venía exponiendo.     

No hay comentarios:

Publicar un comentario