viernes, 10 de abril de 2015

Sueños son

Una de las grandes frustaciones de mi niñez fue la del día que se canceló la excursión a Covadonga a causa del mal tiempo. Mi padre se había pasado la tarde anterior metido en el foso del garaje poniendo el Opel a punto. Mi madre dirigiendo las operaciones de logística y, Mada, la cocinera, empanando filetes y cuajando tortillas. Cuando nos fuimos a la cama estaba todo perfectamente ordenado en la cesta de mimbre que habría de ir sobre la baca del coche. Recuerdo como si hubiese sido ayer que apenas pude dormir por la excitación y, sobre todo, porque muy pronto empecé a oír el inmisericorde gorgoteo del agua en las bajantes. ¡Dios, cómo odiaba aquel sonido! Era premonitorio de otro día sin jardín. 

Tengo la memoria muy viva de lo mal que me tomé aquella cancelación. No sé que tipo de fantasías rondarían por mi cabeza, pero seguro que ya estaba viendo a Pelayo matar moros y cosas por el estilo. Y luego, aquellas tortillas y empanados que nos íbamos a comer sobre la yerba. Adoraba aquellas excursiones, tan escasas por otra parte. Una de cientos a vientos, y gracias, porque éramos de los pocos españoles que las hacían.

El caso es que, quizá por esa necesidad pretenciosa que tenemos los humanos de encontrar las causas de los efectos, siempre he relacionado esta frustración con uno de los sueños que más se reiteró hasta edades bastante tardías. El del viaje proyectado que no se consuma. Siempre volviendo a la infancia y subido a aquel tren de vapor que nos llevaba a la ciudad. Y el tren por lo que fuere no arrancaba o se paraba al llegar a Trasnoval y ya todo se perdía en la nebulosa. Un sueño realmente exasperante. 

Es muy curioso lo de los sueños que se reiteran. Seguramente es una de las canteras que más trabajo ha dado a los especuladores natos a lo largo de la historia. Porque aunque nunca se le encontró, ni se encontrará, el fundamento, existe una sólida sospecha de que eso sueños tienen algún significado que desvela aspectos ocultos de la vida. En la antigüedad eran más bien cosa de previsión de futuro. De Freud para acá, traiciones al inconsciente. Tal para cual, pero, en cualquier caso, del ejercicio de especulación que promueven es fácil que se derive algún esclarecimiento. 

En fin, y todo esto a cuento de que, hoy, cuando iba bajo una tenue llovizna camino de la cita para comenzar una excursión por el campo, he recibido una llamada para decirme que, dadas las circunstancias, mejor lo dejábamos para otro día. Lo he sentido de verdad, aunque no creo que tanto como para que me vaya a producir sueños perturbadores.  

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