Yo, creo que ya lo he contado alguna vez pero no me importa repetirme, la mejor representación de lo que es la esperanza la vi en el escenario de Anayita en Salamanca. La obra, titulada "A lo mejó", corría a cargo de un grupo andaluz que se hacía llamar Vinagre de Jerez. El argumento no era otro que la inercia parlanchina de un grupo de trasnochadores que amanecían en un bar completamente borrachos de tanto filosofar. Mientras los camareros barrían y recogían para cerrar el establecimiento, ellos se aferraban a sus inciertas ilusiones y no levantaban el vuelo. "A lo mejó...", decía uno, dejando en suspenso el sujeto de su esperanza. "A lo mejó...", repetía otro que seguía sus propios ensueños. Y así todo el rato, hora y media de "alomejores" acompañados de gestos que sólo podían ser interpretados como expresión de la más desolada desesperación.
La esperanza, por así decirlo el último cartucho de los parias de la tierra. Sin ella quizá se suicidarían a millones. Pero no hay que exagerar, que también los ricos lloran. Como decíamos en el colegio, ¡tan sabios que son los niños!, "¡qué desdicha, qué desdicha, que nadie está contento con su picha!". Porque esa es la pura verdad, que de nada sirve tenerla larga si el ánimo te traiciona. Y entonces, ¿qué otro recurso más a mano que la engañosa esperanza? Es decir, que el remedio caiga del cielo.
Se me ocurren estas reflexiones porque, como todos ustedes saben, desde hace unas pocas horas habemus nuevo Papa. Un Papa, dicen, del estilo de aquel que tan bien daba forma Antony Queen en "Las sandalias del pescador". O sea, poco más o menos, un Papa que va a vender el baldaquino de Bernini a "las Vegas Sands", un suponer, para repartir las ganancias entre los pobres. ¡Ya te digo! Como cuando Obama ganó las elecciones, que parecía como si de la noche a la mañana se fuesen a cerrar todos los Guantánamos del mundo mundial. Y no es que a mí no me caigan bien este nuevo Papa y el Sr. Obama, no, me caen bien porque, como los símbolos que son, creo que mejoran bastante a sus predecesores. Claro que para mejorar a Juan Pablo II y George Bush tampoco se necesita demasiado. Pero hay lo que hay y si el tal Bergoglio tratase de desviar el curso de la Institución que ahora preside sería de inmediato arrastrado por la fuerza de la corriente de los siglos. Lo mismo que le pasó a Obama, que ni cerró Guantánamo, ni universalizó la sanidad pública, ni nada de nada que no haya venido dado por la fuerza de los acontecimientos de una sociedad que evoluciona con naturalidad gracias a la fuerte implantación que en ella tiene la libertad individual.
Y ya, puestos a exagerar, el recientemente fallecido Chávez. Ese sí que supo sembrar en terreno abonado. Y ahí quedará por algún tiempo una cosecha cada vez más agostada. Porque, ¡compañero!, esa vaina que le dicen esperanza hay que andarse con cuidado con ella no vaya a ser que acabes como Epimeteo, o sea, imbécil perdido, por más que fuese el que se acostaba con Pandora... la de la cama.
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