lunes, 25 de marzo de 2013

Por una cabeza



Hace tiempo escribía yo en no sé donde sobre la extraña manía que tienen los países católicos de entronizar en lugares prominentes de sus ciudades lo que se dio en denominar un Sagrado Corazón. Hay diversas versiones del invento, pero siempre es un tipo esbelto de facciones afiladas y cabellera por los hombros. Las más de las veces suele sostener con la mano izquierda a la altura del pecho un corazón rodeado de una corona de espinas y con una cruz en su cima. Con la mano derecha imparte bendición, no sabemos si de las de andar por casa o urbi et orbi. Para el caso es lo mismo. Bien, argumentaba yo que vistos los resultados y dadas las circunstancias, quizá fuese bueno para la Iglesia y sus fieles, que son muchos más de lo que algunos se piensan, que en vez de tanto corazón se empezase a tener un poco más en cuenta el cerebro. Ya saben, la simbología al uso achaca al corazón los sentimientos y al cerebro la inteligencia. Huelga comentarlo.

El caso es que me acabo de enterar de que la canción preferida de este Papa argentino que tanto está dando que hablar es un tango que se titula "Por una cabeza". Claro, dirán muchos que qué importancia puede tener la canción que más le gusta al Papa. Pues, hombre, bien es sabido que todo es relativo, pero las cosas del Papa nunca pasan desapercibidas. Se sea o no se sea creyente, si uno observa verá que millones de seres se mueven excitados cuando están a su alrededor y, por otra parte, qué mejor prueba de su importancia que ver como le rinden pleitesía los mandatarios del mundo mundial. Por así decirlo es como el hechicero de la tribu sin cuya anuencia es difícil tener un mandato tranquilo. Porque el hechicero no sólo hace magia potagia con el vino y el pan, también dice lo que está bien y está mal. Y, como enfile a alguien, que se ate bien los machos.

Ya el Papa anterior dio no pocas pruebas de que lo suyo era más la cabeza que cualquier otra víscera, aunque no lo hacía demasiado explicito porque sin duda era un hombre discreto y quizá tirando un poco a apocado. Pero este Papa, porque es argentino, porque es jesuita, por las dos cosas y otras cuantas más, el caso es que no esconde sus preferencias que, como digo, se decantan por la cabeza. Sentir, con el corazón o con lo que sea, sí, claro, pero luego usar la cabeza para pensar en lo que se siente. 

Tiene su importancia, desde luego, lo que diga y haga el Papa. Y, por cierto, que me han contado que el otro día dijo algo sobre los perros y la aberrante atención que se les presta. Ni que decir tiene que con lo que a mí me afecta ese tema me pareció de perlas. En fin. 

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