martes, 10 de febrero de 2015

Bienvenidos a la decencia



El otro día, en uno de esos innumerables debates que hay en las televisiones francesas, escuche cosas tan maravillosas, por venir de quien venían más que nada, que no sabía si soñaba o alucinaba. Era una señora de mediana edad que se expresaba con la cortesía de la claridad y que por más señas era, o había sido, la portavoz del Primer Ministro Valls. Me gustaría repetir exactamente sus palabras, pero en su defecto iré al significado de lo que dijo: resulta absolutamente indigno para la persona que el Estado se encargue de su desarrollo y protección en todos los dominios; si al ser humano le quitas la posibilidad de conseguir las cosas por su propio esfuerzo, de luchar por su mejora social, ¿en qué queda entonces? Una piltrafa, bien sure

Bien, nada del otro mundo si no fuera porque el Sr. Valls es socialista. Un socialista que por la mañana había dicho la suya en el Parlamento o lugar por el estilo. Esos chicos de los barrios que dicen sensibles y por cuyo abandono por parte del Estado todo el el mundo se lamenta, tienen, les recuerdo, desde su más tierna infancia escuelas maternales, después las primarias, después las secundarias y, al que carente de medios lo solicita, becas para ir a la universidad. De hecho, no poca gente de esos barrios acaban siendo buenos profesionales. Empecemos entonces a pensar, y decir, que no todo lo que pasa en esos barrios es culpa del Estado. Las personas también tienen su responsabilidad por lo que les pasa.   

Un Primer Ministro socialista diciendo tales cosas. ¿Es que acaso se les está curando la idiocia a la gente de esa ideología? Es probable que sí y que por tal sea que la chusma les esté retirando su voto para dárselo a formaciones que les prometen hasta limpiarles el culo cada vez que caguen. Una evolución, la de los socialistas, normal por otra parte en cualquiera que a golpe de demagogia y populismo llegó a tener responsabilidades y sufrió las consecuencias de no poder cumplir con su palabra. El haber tenido la oportunidad de equivocarse les ha abierto los ojos y ahora se tienen que aliar con sus enemigos de la derecha para que no se les coman sus alumnos más aventajados en la cosa del populismo y la demagogia. Es ley de vida que nada sea para siempre.  

Anyway, siempre habrá almas cándidas que piensen que si el Estado invirtiese mucho más dinero en esos barrios sensibles la cosa mejoraría e incluso se podría solucionar. Ya saben, ejércitos de sociólogos, pedagogos, trabajadores sociales y demás profesionales de inciertas tareas. Bueno, de eso hay mucho ya por todas partes y nunca podremos saber acerca de su productividad. Personalmente creo que en la naturaleza, en todas sus manifestaciones, por lo que sea, siempre hay un porcentaje fallido de difícil salvación. Gente desastre para que nos entendamos. Y no voy a entrar ahora en si su causa es de origen endógeno o ambiental porque ese es el cuento de nunca acabar. Todo el mundo sabe que por el querer de los dioses hay un pequeño porcentaje de gente poco dotada, otro pequeño porcentaje de gente muy dotada y una significativa mayoría de gente digamos que del montón. Y así es que si a la condición de cada uno se le añade, ya sea el esfuerzo, ya sea la vaguería, tenemos esas variables de la movilidad social que nunca dejan de sorprender y que tanto dan de qué hablar. El muy dotado que se esfuerza, un genio. El poco dotado que vaguea, escoria humana, que Dios me perdone. Por el medio lo que quieran. Y esa es la gran enjundia de nuestra existencia, la libertad para hacer lo que nos plazca con los talentos que recibimos al nacer. 

En cualquier caso, señores socialistas franceses, ¡bienvenidos a la decencia! Ahora si que vais a poder presumir de esa superioridad moral de la que tanto habéis blasonado sin tener motivo alguno a lo largo de vuestra historia.

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