domingo, 1 de febrero de 2015

El efecto Rosalía



Ver como recibe el nuevo ministro de finanzas griego al jefe del Eurogrupo -digamos que el acreedor- es cuanto menos divertido. El griego, un niño bien metido a progre que viste de pijo que sale de copas cuando va a jugarse el futuro de sus conciudadanos. Con la izquierda en el bolsillo ofrece la derecha con la mirada revirada de quien quiere que se sepa que lo hace por cortesía, pero sin la menor gana. Esta claro que el tipo tiene que tener algún as en la manga porque de lo contrario nada explica ese aire de superioridad. 

Y sí, lo tiene. Yannis Varoufakis ha ido al cine a ver "Rosalie va al supermercado", cosa que parece no han hecho tanto el jefe del Eurogrupo como sus solventes colegas, empezando por la Sra. Merkel. Por lo que recuerdo de esa película, es la metáfora perfecta de lo que pasa con los griegos. Los griegos se reunían en familia a aprenderse de memoria los anuncios de la televisión y luego la mamá vestía sus mejores galas agarraba una cualquiera de las tarjetas de crédito que regalan los bancos cuando las vacas son gordas  y se iba a comprar lo del anuncio. Y la familia flipaba y vivía feliz acumulando deudas. Al final los incautos prestamistas le tienen que conceder un crédito mucho mayor para que monte una empresa a ver si así pueden recuperar algo de lo prestado. Moraleja, si tienes mucho eres importante, pero si debes mucho lo eres mucho más. 

Y así estamos todos, que nos llega ya el agua al cuello de puro importantes que vuelven a ser los griegos. Más que hace dos mil y pico años cuando fueron los encargados de poner los cimientos de todo este edificio que nos cobija. No olvidemos que en la vieja Grecia robar era un arte que sólo pasaba a ser moralmente reprobable si te pillaban con las manos en la masa. Y en este caso, Yanis Varoufakis lo tiene claro, las manos en la masa son las de los prestamistas que han olvidado la primera lección de su oficio: no prestes a quien no tiene beneficio. 

En fin, vamos a ver, porque la cosa promete. Hagan apuestas, señores. Y señoras. 

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