Efectivamente, estamos viviendo una de esas etapas del desarrollo capitalista, el único, por cierto, conocido hasta ahora, en el que el capital se acumula en pocas manos, cosa que según los entendidos es muy necesaria para que se puedan producir las grandes inversiones que darán después trabajo a las multitudes sacándolas más que de la pobreza del aburrimiento que empuja a estar todo el día haciendo hijos. Y de esa acumulación que no comprenden es de donde viene el malestar de la buena gente. A ellos, seguramente les pondría mejor cuerpo que el acumulador fuera el Estado que somos todos, aunque la experiencia demuestra, sobre todo la soviética, que unos lo son más que otros y por eso tienen derecho a dachas de recreo con champán y mujeres. ¡Ay, qué tiempos aquellos! Quién los volviese a pillar.
El caso es que esta buena gente griega ya me está jodiendo bien jodido con la incertidumbre que su dignidad mancillada está produciendo en los mercados. Estaba yo al asalto de una transacción ventajosa y entonces va el Sr. Chiripas y dice que no paga lo que debe ni de chiripa y todo el tinglao se me viene abajo. Desde luego que ser buena gente no excluye ser un jeta. Mucha dignidad y mucha leche, pero a la hora de pagar los impuestos todos se llaman Andana. Y es que ayer escuchaba los argumentos de la buena gente que se estaba manifestando delante del Parlamento griego para dar apoyo al órdago de Chiripas. Hablaban todos un inglés perfecto y todos tenían pinta de cualquier cosa menos de estar pasándolo mal. Y claro, con pequeñas variantes, siempre la misma cantinela: la dignidad mancillada por las políticas de austeridad impuestas desde afuera. De lo de pagar impuestos y no cobrar comisiones por todo, ni una palabra. Así, en definitiva, es como corre el mundo de la buena gente, a ver lo que saca uno, quejándose primero, amenazando después con llevárselo todo por delante.
La verdad, estoy de la buena gente hasta la mismísima coronilla.
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