martes, 3 de febrero de 2015
Dare to disagree
Dare to disagree quiere decir atreverse a disentir. Bueno, pues en el portal TED hay una señora que se tira media hora hablando, y con mucho estilo por cierto, para convencernos de lo útil que es para el progreso que haya gente que se atreva a disentir. Cuenta acerca de una médico inglesa que tardó veinticinco años en convencer a sus colegas de los efectos perniciosos de las radiografías durante el embarazo. Algo que, ya ven, ahora va de soi, pero que hace no muchos años era una idea rechazada a priori por la comunidad médica, lo mismo que era tendencia rechazar la idea de que los estudios de una Dra. pudiesen tener validez científica. ¡Qué cosas! Y, sin embargo, eran estudios contundentes: había una clara diferencia entre las madres que se habían hecho radiografías y las que no se habían hecho en cuanto a la incidencia de hijos con malformaciones de cualquier tipo.
Me imagino cómo debió ser aquello. El jefe era un nota con el pensamiento anquilosado por haberse rodeado de un equipo de echo chambers. El echo chamber es lo que aquí se conoce como Don Ángel Siseñor o, mejor si quieren, chupaculos. Gente que asciende en el escalafón por razones de lealtad que no de mérito. Así, juraría, cada vez que la doctora de marras exponía sus hallazgos el coro de echo chambers competía entre sí por lanzar la desplicencia que más le pudiese agradar a un jefe celoso de su autoridad. Sería absurdo sorprenderse por tal secuencia de mezquindades porque hasta el más ingenuo sabe que en su inmensa mayoría el mundo funciona así. Lo que quizá dé pie en este caso a cierto desconcierto es que el mentado caso se haya producido en Inglaterra, patria de la meritocracia. En fin, quizá los árboles de la fama no nos dejen ver el bosque del adocenamiento que siempre acaba por crecer hasta en las mejores familias.
Lo que sí me sorprende es que siga siendo necesario que haya gente que largue conferencias en repletos auditorios sobre cuestiones tan obvias. Y lo digo sin por ello dejar de reconocer la mucha envidia que me da la gente capaz de largar en público, y más si lo hacen con gracia. Pero bueno, el caso es que la gente va allí, escucha, se identifica con la idea, incluso le parece brillante, y a continuación piensa que la cosa le va como anillo al dedo a la mayoría de sus compañeros de trabajo, pero lo que es a él, ni de refilón. Todos, o casi todos, creemos tener una conciencia crítica de las de aquí te espero. Y si fuese verdad lo que la gente suele decir a los amigos del bar que ha dicho a sus a sus jefes, compañeros, vecinos, o cualquier otra persona de las que constituyen eso que el filósofo llamó el infierno, los otros en definitiva, entonces, seguramente habría más tortas y puñetazos, pero el mundo apuesto a que sería bastante mejor.
Sí, la verdad es que esas conferencias lucen lindo. Pero después de haber escuchado miles en la vida me cuesta mucho recordar una sola que me haya aportado algo más que la excusa para salir a dar una vuelta, coincidir con alguien y, en el mejor de los casos, que seguramente también lo hubo, conseguir un ligue, que eso sí que sube la autoestima. No, ahora en serio, lo que a mí me parece es que en este mundo hay gente para todo y por mucho que la irreprimible tendencia del poder, de cualquier poder por pequeñito que sea, es manipular para convertir en echo chamber a todos los que considera sus súbditos, siempre, por la propia naturaleza de las cosas, habrá unos cuantos que necesitaran, más que respirar, tocar las pelotas a ese poder castrador. Es ley de vida. Son unos pocos, bien es verdad, frente a la ingente masa de los siseñor, pero también es muy poquita la cantidad de encima o fermento que se necesita para producir o acelerar una reacción en enormes cantidades de materia.
En fin, lo que quiero decir es que Dios nos libre de un exceso de masa crítica de criticadores porque, entonces, corre peligro de desintegrarse la materia.
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