Pero claro, los tabús son los tabús y por muy blandos que sean si el receptor de su transgresión es susceptible puede reaccionar desproporcionadamente. Y no vamos a hablar, ya, de aquel cuesco del que nos habla Flavio Josefo que fue causa eficiente de una de las mayores masacres que se recuerdan: 28ooo muertes de una tacada. No hay que irse tan lejos. Basta acercarse a la Valencia de nuestros días. Allí, como comprobarán si leen el recorte de prensa que les muestro al inicio, un juez ha considerado pertinente calificar de violencia de género soltar en según qué circunstancias "una sonora ventosidad". Discutía el hombre con su oíslo y por lo que fuere, en un determinado momento consideró oportuno responder con un cuesco. Es una forma de cerrar la engarrada que efectivamente puede ser considerada por la otra parte de muy variadas maneras en función del tono de su humor. Porque, si bien en este caso, como muy aquilatadamente interpretó el juez, se trató de "una actitud de menosprecio que lesionó la dignidad de la demandante además de menoscabar su autoestima y honor", también, si nos atenemos al carácter más bien jocoso de las gentes levantinas, pudiéramos haber interpretado que el ya condenado no quiso otra cosa que descomprimir no sólo la tensión de su vientre sino también la ambiental por medio de un acto puramente humorístico. En fin, pero en cualquier caso, como se suele decir, aunque no se comparta, la justicia se acata y punto.
Lo que pasa es que, sí, la justicia se acata siempre, unas veces como bien mayor y otras como mal menor, pero, ¡ojo!, que los jueces son humanos e, incluso, como el del caso comentado, pueden tener talante zapateril, es decir, una tendencia irreprimible a decantarse del lado del supuesto débil o, en su defecto, a culpabilizar al supuesto poderoso. Ayer, de paseo por los acantilados, íbamos comentando sobre los estragos producidos en nuestras profesiones por esta pata coja de la justicia. Medicina y arquitectura han visto incrementar sus costes exponencialmente a causa del cuidado que ponen los profesionales de curarse en salud no vaya a ser que el diablo las enrede y luego se te eche encima todo el aparato judicial que, si bien, por lo general, suele tener talento, en no pocas ocasiones sólo tiene "talante", lo cual, si te toca, como que te hunde la vida. Por eso, todo es ver entrar al paciente por la puerta y ya estar pidiéndole todas las pruebas habidas y por haber que lo que es a mí no pillan.
En resumidas cuentas, que como le dé por haber muchos jueces de talante zapateril les auguro a los burdeles un negocio todavía más brillante del que ahora tienen porque se van a convertir en el único lugar en el que los hombres se van a sentir seguros a efectos de relacionarse con la parte contratante. ¡Por Dios, cómo nos lo están complicando todo las gentes talantudas!
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