martes, 19 de mayo de 2015

Cinismo

Hay episodios en la vida en los que a uno le gustaría saber si sigue realmente vivo o es sencillamente un alma en pena que vaga por ahí perseguida por todo tipo de sensaciones desagradables. Sin embargo, en medio del marasmo, todavía surgen aislados chispazos de lucidez en los que el privilegio no sólo de mi condición sino también de la realidad que me rodea se hace consciente. Y, entonces, la pregunta es: por qué demonios será este regodeo sufriente en las miserias del mundo. O, mejor, por qué esta incapacidad para la objetividad gozosa en armonía con mi mucha suerte. Sin duda tiene que ser cosa de las hormonas. 

El ajustado equilibrio de las hormonas lo debe ser todo en nuestras vidas. Una bonita suposición absolutamente inútil ya que no sabemos nada sobre cómo equilibrarlas. Tal es la ignorancia y tal la necesidad de saber al respecto que nada tiene de extraño que el asunto se haya convertido en el modus vivendi de media humanidad. Formulas mágicas para estar bien. Wellness que le dicen los horteras. Baile de los vampiros, los cínicos. O sea, cien a uno siendo optimistas. 

Anyway, no desespero. Sé que en lo alto de la montaña el aire es transparente. Se ve más nítido y más lejos. Lo único, que hay que subir. Cuestión de ponerse. Cuestión de matar vampiros hablando en plata 

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