Sábado mediodía, gran afluencia de gentes de todo tipo y condición hacia el Retiro. Unos a esparcirse y otros muchos a ganarse unos eurillos. Los alrededores del Estanque parecen un mercado persa o cosa por estilo. Un corrillo se toca con el siguiente y así todo el paseo principal. Músicas diversas, teatrillos, marionetas, payasos, echadores de cartas, masajistas, manteros. Y por encima de todo, en la esquina suroeste, como abusando, el sonido pegadizo de una banda de dixie de gente del delta del Danubio. Los paseantes se acercan a ellos y quedan colgados unos minutos. Luego les echan unas monedas y se van. Improvisación tras improvisación, no se dan respiro. Seguro que se llevan para casa un buen jornal y bien que se lo merecen. Son unos músicos increíbles. Vitalidad en estado puro y seguro que sin ayudas.
El delta del Danubio, el delta del Misisipi y el Parque del Retiro todo en uno. Fusión de identidades. Mal asunto para los puristas. A Corocota le ha salido una novia andina. Qué le vamos a hacer.
Sigo deambulando. Al atardecer, por Fuencarral, entre Bilbao y Quevedo, un nutrido grupo de chulos y manolas. De los sesenta no bajan ni ellos ni ellas. Claro, se acerca San Isidro y hay que ir calentando motores. De todas formas, pienso, tienen que costar una pasta esos trajes. Un poco más adelante resuelvo la ecuación. A la puerta de un bazar chino hay maniquíes con los trajes en cuestión. El de ellas 17 € y el de ellos 23 €. Perfectamente asumible hasta para las pensiones más humildes. Mira tú por dónde van a ser los chinos los que vengan a restaurar la seva identitat a los madrileños.
Entre las diez y las once atravieso el centro en el 2. De Argüelles a Salamanca por la Gran Vía. Una hora y pico para cuatro o cinco quilómetros. Más de media para atravesar Cibeles. Es la locura, no cabe un alma más en ningún sitio. El autobús a punto de reventar y encima hay que hacer maniobras para facilitar el acceso a los discapacitados en silla de ruedas. Desde luego que se necesita entrenamiento para resistir tal cosa a diario. Y, luego, uno en provincias se agobia por cualquier evento de tres al cuarto.
En fin.
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