La cuestión esencial de la perpetuación de especie tiene en el caso de los humanos una aliada impagable en la lordosis lumbar de las mujeres. Ponerse ahora a lucubrar sobre el porqué de que esa bendición anatómica de las mujeres contribuya de forma tan notable a suscitar las fantasías eróticas de los hombres es cuestión susceptible de atraer la enemiga del colectivo de las "miembras" ya que es inevitable el entrar en detalles rozando la cosificación del género inapropiadamente conocido como débil. En fin, sea como sea, el hecho está ahí y baste con constatarlo.
El caso es que el asunto me ha venido a las mientes a propósito de haberme enterado de que en el superprogresista Festival de Cine de Canes no les está permitido a las mujeres acceder por la alfombra roja a menos que lleven tacones. La cosa, indiscutiblemente, tiene perendengues. Porque, a quoi bon exigir el uso de esa ortopedia que, conocido es, causa a la larga serios estragos en una de las partes más delicadas del cuerpo cual son los pies. Es que acaso es muy diferente ese tormento a aquel tan denostado que aplicaban en la antigua China a las mujeres nacidas en las familias notables. No, desde luego que los inconvenientes son conocidos de sobra por todos y todas y, sin embargo, si se insiste en su uso tiene que ser por algo pagante, es decir, que aporta más de lo que se paga por ello... los juanetes para empezar.
Lo que más me sorprende de todo esto es que la conciencia general achaca esa de buena gana sufrida penitencia a los supuestos beneficios que para la imagen aporta la ilusión de ganar altura. Digamos que esbeltez. Sencillamente, tal suposición me parece de una inocencia rayana en la estulticia. A mi docto juicio, el secreto de los tacones no es otro que su función alzacolas. Más o menos que lo que se pretende con esos pantalones que venden en los bazares de los barrios de Madrid de predominante población caribeña. Las caribeñas, con esa sabiduría que les viene de las antiguas civilizaciones autóctonas, saben que alzar la cola saca de quicio a los hombres.
Claro, con los pantalones sólo se alzan los glúteos, lo que a larga no tiene ninguna consecuencia negativa que yo sepa. Pero los tacones obligan al cuerpo a reequilibrar su centro de gravedad para no caer hacia delante, cosa que se consigue acentuando su lordosis lumbar. O sea, se obliga a la pelvis a hacer un giro en el sentido contrario a las agujas del reloj lo cual hace que sea mucho más propicio el ataque por detrás que, no nos engañemos, es el preferido por la mayoría de los hombres para sus fantasias sexuales.
En definitiva, mujer adulta con tacones es un grotesco remedo de Lolita. Lolita es la apoteosis de la nubilidad, es decir, cuando no se necesitan tacones para que los hombres fantaseen porque la lordosis va de soi.
En fin, qué mundo este más poco transparente. Sobre todo cuando se va de progresista.
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