Dice José Luis Gómez que en España toca ya hablar de suicidio cultural: otro viejo consolándose, he pensado. Confieso que este hombre me ha maravillado varias veces con sus actuaciones, la última haciendo de Segismundo, pero lo más probable es que su preparación para interpretar el mundo y su devenir sea más bien escasa. Interpretar emociones sobre las tablas tiene más bien de instintivo que de racional e, incluso diría, que lo racional es muy probable que entorpezca las capacidades interpretativas. De hecho, son muy pocos los actores, cantantes y así, que no digan sandeces cuando se ponen a hablar de las realidades del mundo. ¡Qué sabrán ellos sobre la "identidad de Euler" y cómo se puede pretender explicar el mundo con esa carencia cultural!
Ellos poseen la verdad de los "petits", cada vez mejor definida y más alejada de las cosas trascendentes. El entusiasmo inicial de todos los Podemos y su previsible disolución en la nada explica muy bien esa verdad. Si por ellos fuera continuaríamos en las cavernas pintando bisontes. A Dios gracias, tira más del carro del progreso, y de la cultura por tanto, un Euler, un Newton, un Franklin, un Edinson o, ahora, un Elon Musk, que todos los petits juntos cantando sin parar internacionales. Y por eso estamos como estamos la mayoría, sin saber que hacer con tanto tiempo libre de preocupaciones vitales que, se mire como se mire, es la más alta cota de civilización que nunca se pudo imaginar.
Y al final Elon Musk presentó su batería. Habrá que esperar para ver, pero puede ser el inicio de otra revolución. Imagínense un mundo en donde la mayoría consume la electricidad que produce en su tejado. Irían desapareciendo progresivamente del paisaje los miles de torres gigantes que son las autopistas de la alta tensión. Y las diferentes centrales de producción que tanto preocupan con indudable fundamento. Todo es cuestión de tiempo. Si el invento funciona, claro. Enchufas el coche a la batería y sales pitando. Ni gasolineras ni leches. Pura autosuficiencia. Entonces, llegados a tal prodigio, sólo habría que esperar a ver que sorpresa le tienen guardada los Dioses a Prometeo.
Por lo demás, veo a José Luis quejándose y me recuerda a su Segismundo. "Nace el pez, aborto de ovas y lamas/ y apenas bajel de escamas/ cuando en las ondas se mira/ y a todas partes gira/ midiendo la inmensidad/ de tanta capacidad/ como le da el centro frío./ Y yo con más albedrío/ tengo menos libertad." Bien, de acuerdo, estaba preso en la torre y tenía derecho a gritar. Pero nunca olvidemos lo que hizo tan pronto recuperó la libertad y consiguió el poder: matar al que le allanó el camino a la gloria. Así son las cosas: cuando uno anda jodido tiende a la sentimentalidad, pero, ¡ay!, recuperada la confianza en uno mismo no tarda ni dos minutos en entronizar a la razón. ¿Diría lo mismo José Luis si en vez de simple cómico fuese ministro de Cultura? ¡Pobrecillo! Los años no perdonan.
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