martes, 10 de noviembre de 2015

División de opiniones


Lo que nadie le puede negar al toreo es su condición de hacedor de expresiones que acaban por impregnar el lenguaje coloquial dándole un especial aire de concisión y exactitud. Templar y mandar, por ejemplo. O división de opiniones, que indica claramente que se puede interpretar de forma diferente una misma realidad. Una realidad, bien entendido, de las de calidad inaprensible que son de las que cualquiera está en disposición de entender sin haber necesitado el menor esfuerzo previo. ¿O es que cuesta mucho entender de toros? Y no te digo ya de política que sólo hay que ser un jodido sentimental para tenerlo todo claro.

El caso es que, como supongo que saben, se está dando en el ruedo nacional una sonada división de opiniones acerca de una concreta cuestión política de rabiosa actualidad: ¿está haciendo lo correcto el Presidente Rajoy respecto a lo que se ha dado en llamar desafío catalán o debiera actuar de otra forma? Es decir, dejar que la cosa se cueza en su propio caldo y termine por consunción o meter mano dura y acabar con ello en cuatro días.

Anoche tertulieábamos sobre estas cosas y salió a colación "Opus Nigrum", la obra de Margurite Yourcenar a propósito de la locura colectiva que se dio en la ciudad de Munster allá por el siglo XVII. Un iluminado sedujo a la población con la idea de que era factible el paraíso en la tierra como paso previo al paraíso en la eternidad. Aquello fue la mundial y nadie fue capaz de controlarlos hasta que se destruyeron por sus propios medios.

Esa es la cuestión, dejar que el absceso siga su curso y actuar sólo cuando el pus ya asoma bajo una tenue capa de epidermis o, por contra, iniciar desde el principio un tratamiento agresivo con antibióticos y cirugía mayor. No sé, porque las dos opciones tienen su lógica y acaban por resolver el asunto. Sin embargo, lo que no conviene perder de vista son la secuelas que se pudieran derivar de uno u otro proceder .

Las secuelas, eh ahí la madre de cordero que nunca debe olvidar un buen médico. Los efectos secundarios que le dicen. Claro que cuando la cosa va de salvar la vida uno no se puede andar con tales menudencias. Y ahí es donde podemos encontrar un fundamento a la división de opiniones, en la percepción de la gravedad del asunto: ¿se trata de salvar la vida o de evitar lo más posible las secuelas de una curación segura?

Cuando vivía en Cataluña tendía a pensar que era cuestión de salvar la vida, pero ahora que vivo lo más lejos posible de allí pienso que lo mejor es tratar de evitar las secuelas. Y por eso, con todas las reservan que quieran, doy mi apoyo al Presidente, porque, como él, estoy convencido de que con los idiotas es inútil conversar; basta con darles cuerda que seguro que la utilizan para ahorcarse. Pero, ya digo, el Presidente y yo, desde la lejanía, con la mirada apolínea, pero que se lo digan a Arcadi Espada que los tiene metidos hasta en la cama... ¡que me los saquen de encima como sea!, grita el pobre hombre. Y yo le comprendo, pero me cuesta darle la razón. Y más con lo fácil que le sería alquilarse un piso en Madrid.

En fin, paciencia y barajar.

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