jueves, 12 de noviembre de 2015

Mutación genética


Me levanto cada día, desayuno y esas cosas, enciendo el ordenador y me apresto a pegar una somera pasada a los periódicos. Pues bien, he decidido que voy a prescindir de este último paso. Por lo menos hasta que pasen las elecciones, juro por lo más solemne, mi vista no se va a posar sobre ningún medio de comunicación que no sea una cadena de televisión extranjera. La BBC y así. Lo de aquí, si hay un terremoto, ya lo sentiré bajo mis pies. Lo demás, lo doy por sabido y requetesabido. Incluso el sentido de mi voto, caso de que vaya a votar, lo tengo decidido hace mucho. Y lo siento por Rajoy que me cae fenomenal, pero creo que ésta es la hora de Ciudadanos. Y aunque no lo fuera me da igual, yo los quiero porque fueron los únicos que me defendieron cuando viví en Cataluña. Sin embargo, el partido de Rajoy me hizo la puñeta bien hecha cuando quitó de en medio a Vidal Cuadras que era la única esperanza de los que no queríamos comulgar con ruedas de molino. Dicen que Zapatero la hizo gorda cuando dijo ciertas mamarrachadas desde el balcón de la Generalidad, pero eso, a efectos del disparate actual, pelillos a la mar comparado con lo de Aznar liquidando a Alejo. En fin, en cualquier caso, sólo es mi opinión. Por lo demás, la historia dirá.

De todas formas, una adicción no se puede abandonar así como así si no la sustituyes por otra. Y no por nada sino porque de no ser así el agujero negro que deja te podría matar. Pero tranquilos que ya encontré sustituto. Lo he bajado de la página "proyecto Gutenberg". Se llama "A short account of the history of Mathematics". Llevo muy pocas páginas leídas pero ya he flipado unas cuantas veces. Es la pasión del ser humano por descubrir lo esencial, lo que le resuelve los problemas de la vida cotidiana. Lo esencial, un ángulo recto por ejemplo, imprescindible para construir templos y pirámides, o sea, el núcleo de todo el armazón social. Así fue que los egipcios se inventaron un truco a tal fin. Agarraban una cuerda y en extremo hacían un nudo que llamaban A. Medían tres unidades y hacían otro nudo que llamaban B. De B a C, cuatro unidades. Y de C a D, 5. Luego cogían y clavaban B en el suelo, estiraban bien y clavaban C de forma que BC quedase orientada de Norte a Sur. Entonces giraban AB y CD, bien estiradas hacia el Oeste. En el punto donde se tocaban A y D las clavaban juntas y ya tenían el ángulo recto y la dirección Este Oeste. AB y BC, ángulo recto. AB Oeste Este. Era muy complicado, desde luego, pero qué comienzos no lo son.

Es lo que va de la inducción a la deducción. De los egipcios, o chinos, a los griegos. Los egipcios sabían que con 3,4,5, se podía construir un ángulo recto, y los chinos con 1,1, raíz cuadrada de 2, pero en absoluto se les ocurrió pensar que tres al cuadrado más cuatro al cuadrado es igual a cinco al cuadrado. Y lo mismo los chinos con el 1,1, raíz cuadrada de 2. Tuvieron que llegar los griegos para darse cuenta de eso y, también, para deducir que siempre que la suma del cuadrado de dos cifras es igual al cuadrado de otra cifra, con esas tres cifras se puede construir un triángulo rectángulo y, por tanto, un ángulo recto.

En fin, por hoy no les doy más la lata, pero convendrán conmigo en dos cosas: una, que aprender es un largo camino, dos, que lo de los griegos es algo que tiene que tener que ver con una mutación genética o cosa por el estilo porque, si no, tendríamos que pensar en algo sobrenatural.

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