Hace unos años vi la entrevista que le hacían a un monje de clausura a propósito de un disco de canto gregoriano que acababan de grabar los de su congregación. A pregunta sobre la dureza, o tristeza, de no estar al tanto de las cosas de este mundo contestó el entrevistado que en qué le podía afectar a él enterarse ahora o dentro de treinta años que Mónica Lewinky le había hecho una felación al Presidente Clintón. Porque esa era la cuestión, que, juzgando por los medios de comunicación, parecía que por aquellos días no estaba pasando en el mundo otra cosa que las consecuencias de la dichosa felación. Fíjense, una felación. Un acto que me dejaría cortar lo que quieran si no se lleva a cabo por lo menos mil millones de veces al día. Y sin embargo, ahí estaba todo el mundo con el tema. Sin duda era el clavo con el que se había sacado otro y en eso consistía todo.
Hace cuatro días estábamos que parecía que nos llegaba ya el agua al cuello con lo de el sainete catalán. Entonces, unos resentidos se pusieron a pegar tiros y explotar bombas en París y, Cataluña, si te he visto no me acuerdo. En París, de donde vienen los niños, ¿cómo no va a tener tirón cualquier cosa que pase allí? Pues no, ha bastado con que los turcos tirasen abajo un avión ruso de juguete para que ya nadie se acuerde de las bombas de París. Porque es que, además, lo del avión ruso no por intenso ha durado dos días porque París vuelve a la carga con una conferencia sobre el medio ambiente esta vez. "Dos grados, punto crítico", es el lema de la citada conferencia. Y como es en París, de donde vienen los niños, seguro que se consigue el acuerdo. Claro, por el camino, como cada dos años, cientos de miles de personas van de aquí para allá en avión a debatir sobre el asunto: echando gasolina al fuego en definitiva. Y todos contentos y satisfechos porque se está haciendo lo apropiado: decir una cosa y hacer la contraria. La historia de la humanidad simplificada en una frase.
Sin embargo, me parece a mí que esto de la conferencia del medio ambiente se lleva la palma en lo que hace a concertación de voluntades para la exaltación de la imbecilidad. No conozco absolutamente a nadie en el mundo que esté dispuesto a privarse de nada, pero lo que se dice nada, por tal de contribuir con ello a evitar que el mundo se caliente. En esto, como en tantas otra cosas, sí que fue profético Don Juan: ¡Cuán largo me lo fiáis! Entre que esto se acaba y no se acaba, disfrutaremos más del jardín, como le oí decir un día a una señora británica a la que interrogaban sobre el asunto.
Es todo una aporía. Es decir, sin solución lógica. Lo sabemos desde la Teogonia de Hesiodo. O las Metamorfosis de Ovidio.
Está todo escrito. Ya hace mucho que Epimeteo abrió la caja de Pandora y que Faetón conduce el Carro del Sol. Lo único que podemos hacer es lo de la señora británica, relajarnos y disfrutar mientras dure. Porque una cosa está clara, a mí nadie me va a privar de las ofertas de Lidl y menos en un día como hoy, Black Friday, que estoy desperdiciando aquí con tanto vano filosofar. Salgo corriendo para allá.
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