Un día que estaba en casa de mis hermanos vi en la pantalla del televisor a un jovencito repelente, con sus gafitas redondas y todo eso, que decía de forma muy excitada que en España estaba todo podrido y que había que cambiarlo todo de arriba abajo. Otro día vi a otro con pinta de instalador de escenarios para rokeros que con un desparpajo pedante inigualable venía a decir lo mismo. Luego me enteré de que entre los dos habían fundado un partido cuya finalidad era ponerlo todo patas arriba. Como es lógico suponer tal partido tuvo un éxito inmediato. Porque es que, a ver quién es el guapo que estando jodido, por lo que sea, no va a querer ponerlo todo patas arriba. Y gente jodida la hay para dar y tomar por razones, las más de las veces, si no todas, puramente biológicas. Y es que cuando el dichoso cerebro no rinde lo que debiera el mundo se hace asquerosamente cuesta arriba.
Así que lo que habrá que preguntarse, si es que a uno le sigue interesando el mundo, es el porqué de que no rindan los cerebros. Y aquí hay algo de lo que tenemos cierta certeza, por decirlo de forma tautológica. El cerebro es el órgano plástico por antonomasia. Como si fuese barro, se le puede dar la forma que se desee. Luego, claro, están los elementos de la intemperie que actúan por su cuenta sobre el moldeado inicial. Un conjunto de factores cuyo producto sí es alterado por el orden. ¿Qué es lo primero, las condiciones ambientales o el taller de moldeado? Por no hablar, por supuesto, de la calidad del barro, que, ahí, como bien es sabido, lo que natura non da, Salamanca non presta.
Así que, condiciones ambientales, o intemperie, y taller de moldeado. Nada nuevo que ya va para dos mil quinientos años que tenemos La República en las estanterías. Y que a nadie engañen los resentidos, a trancas y barrancas hemos avanzado tanto que nos encontramos ya a dos pasos del modelo que trazó Platón. Unos un poco más, otros un poco menos, pero los niños en general son arrancados de sus padres a edad temprana para que no les maleen del todo. Y no se ahorran procedimientos. Incluso se llega, cuando las circunstancias lo exigen, a dar un sueldo a los padres a cambio de que lleven a sus hijos a la escuela. Y eso gobernando un partido de derechas y estando en plena crisis económica. Qué no sería si gobernasen los instaladores de escenarios para rokeros. Seguro que instauraban por ley la manipulación genética para que todos los barros fuesen de primera calidad. Por promesas que no quede.
Así que, se haga lo que se haga, jodidos siempre habrá por razones de fabricación. Si falla la Wolkswaguen que no fallaremos nosotros que somos humanos. Pero casi todo tiene solución y a los defectuosos con unas cuantas promesas y un puñado de soma se les tiene entretenidos. El resto, está tan educado y satisfecho que ya casi ni siquiera necesita que le gobiernen. Si no llegado, se está muy cerca del ideal anarquista. Esa extraña armonía sin reglas que la coarten. La música de Schoenberg, para que nos entendamos.
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