Serían cerca de las diez cuando, anoche, volvía a casa. Y no creo que la temperatura pasase de los cinco o seis grados, pero daba igual, en las terrazas había gente sentada tomando aperitivos. En la que hay justo enfrente de mi puerta, que, por cierto, apenas deja un metro de acera, se regocijaba una colla de veinteañeros, algunos de ellos con t-shirt por todo avío. En la de unos metros más allá, parecía una perrera. Allí, ni uno, ni medio; simplemente había que pedir permiso para pasar. Y, dentro de los locales, ya, ni hablo: no cabía un alfiler. ¡Y mira que hay unos cuantos!
Lo que es evidente es que al personal se le ve muy preocupado con el cariz que están tomando los acontecimientos. Lo de Cataluña, lo de París, lo de Siria, por no hablar del calentamiento global. Y no digo, ya, las próximas elecciones al Parlamento que, sin el menor atisbo de duda, son una vez más las más importantes de la historia de la democracia: nunca, nos aseguran, hubo tanto en juego... se deben de estar refiriendo a que han subido el sueldo a los diputados.
Madrid es una fiesta. Con los AVES, los vuelos low-cost y todo eso, da la impresión de que los fines de semana déferle ici toute l´Espagne. Anoche escuchaba más catalán por las calles que cuando viví en Barcelona. Porque, en cualquier caso, lo que no es posible es que con sólo la vecindad de la Villa y Corte de para este estar todo tan de bote en bote.
Pero no se crean, es un de bote en bote civilizado, cosmopolita, sin salidas de mal rollo. Nada que ver con lo que hubo cuando lo de la famosa "movida" que tenía tanto de doctrinario y que así acabó como acabó, colgados unos de la droga, otros del zapaterismo y veinte años de oscurantismo. No, lo de ahora va más de Trimalción, o sea, a ver quién la tiene más larga, a la barba me refiero. La cuestión es divertirse y, si se folla, mejor. A nadie se le hace mal y la economía va como un tiro.
Total que ayer, para rematar el día, y sin saber por qué, me apeteció ver El Baile de los Vampiros de Polansky. Absolutamente iluminadora. Es precisamente dejarse morder la yugular lo que hace un mundo mejor, es decir, lleno de bares que están de bote en bote. Y los que van por ahí clavando estacas de madera en el corazón de los vampiros son unos iluminados con todas las de perder y el sufrimiento añadido de verse reflejado en todos los espejos. Porque ahí está la clave de todo, verse o no verse en los espejos. Si te ves, chungo.
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