Nunca se sabe porque la partida acaba de empezar, pero no me extrañaría nada que acabásemos viendo a Donald Trump de Presidente USA. Francamente, me importa un rábano quién sea el que salga elegido, pero a lo mejor hasta sería deseable un tipo con dotes tan histriónicas como Donald. En ciertos momentos de la vida de cualquiera, de las naciones también, los revulsivos son la medicina adecuada.
El otro día le veía en un mitin ante un público arrobado. La palabra que más veces pronunció fue greedy. Yo soy greedy, siempre he sido greedy y nunca lo he ocultado. Y por haber sido greedy ahora soy multimillonario. Y lo que pretendo ahora es dirigir este país para universalizar este sentimiento mío de codicia y avaricia para que volvamos a ser la gran nación que fuimos.
Así, como les cuento. Un mitín como Dios manda. Sin mentiras. Tocando en la fibra más profunda que, quizá, no sea la mejor, pero sin cuyo reconocimiento no hay nada que hacer. La codicia es un motor inestimable e imprescincible para el avance de la especie. Sin olvidar por ello que, como todos los motores, necesita de continuo reglado y control para que no estalle bajo el culo.
Comparo esa franqueza de lenguaje, ese desacomplejamiento, con lo que vivimos por estos lares. Aquí, todo es prevención a destiempo. Tierra de impolutos. Como si la pretensión de pureza no fuera la peor de todas las degeneraciones. Un continuo vivir en la impostura.
Yo, no es por dármelas, pero si me pusiese ahora a hacerles un recuento de todas las veces que recuerdo que he sido unfair, por decirlo de una forma elegante, no acabaría hasta bien entrada la madrugada. No hay vida medianamente cumplida, y la mía en cierta medida lo es, si uno no se ha jartado a probar de la fruta del mal. Es penoso reconocerlo, pero Dios nos libre de los abstemios.
Les contaré algo que vi anoche porque me parece que tiene que ver. Estaba mirando el programa de entrevistas Hard Talk, de la BBC, y por primera vez vi a su aguerrido presentador, Stephen Sackur, contra las cuerdas. Su interlocutor, Soren Espersen, chairman del Danish People's Party, le dijo varias veces que sus preguntas eran unfair y stupid. Y Stephen se la tuvo que envainar porque hasta un niño podría comprender que las razones que daba Soren no por impías eras impecables. Si un islamista se refugia tras niños y mujeres, pues hay que disparar porque, si no, ¿para qué has ido a la guerra? ¿Acaso para perderla? Es radicalmente estúpido dárselas de humanitario ante tales dilemas.
Y así corre el mundo, lleno de gente que nunca se cansa de hablar de la corrupción de los otros en el vano intento de ocultar lo limitado de sus méritos. ¿Qué sería de la naturaleza sin su cuota de corrupción? Todo erial, bien sure.
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