A veces uno se pregunta si el sentido de la vida no será otra cosa sino saber escoger y mantener un puñado de amigos. En realidad, que nadie se engañe al respecto, nada le define mejor a uno que la calidad de los amigos que tiene y el tiempo que los conserva. Y eso no por otra cosa que por ser la amistad de entre todos los afectos el más interesado. Goethe le decía las afinidades electivas, es decir, que no te habían caído en suerte como, un suponer, la familia o los compañeros de trabajo, no, les habías elegido tú de entre todos los encuentros al azar que te proporciona la vida. Y los habías elegido porque intuiste afinidades que, las más de las veces, con el trato, te resultaron insulsas y, de ahí, los montones de cadáveres que cualquier vida cumplida va dejando en las cunetas.
Pla, en su Cuaderno Gris, le dedica mucha atención al concepto amistad. Y entre lo que recuerdo está que lo que más le horrorizaba era el cariño. Basar una amistad en el haber cogido cariño a alguien le parecía insoportable. La amistad, aseguraba, o es rentable o no dura. Si no es rentable y dura, en tal caso, habrá que llamarla de otra forma, pero nunca amistad. Lo confieso, pocas veces he estado más de acuerdo con algo de lo que he leído a lo largo de la vida. Amistad es sinónimo de rentabilidad. Luego habrá que ver el tipo de riqueza que cada uno persigue. Y en esto consiste la calidad y seguramente su duración.
El caso es que de vez en cuando retorno a Región saturado de soledad e información. Necesito diluir la una y contrastar la otra. Y entonces es cuando enfrento lo que realmente ha sido mi vida y, la verdad, lo confieso con orgullo, porque es por mis méritos, me embarga la satisfacción al constatar la calidad de los espejos en los que tengo la oportunidad de reflejarme.
Ya sea en torno a una mesa con cafés, ya sea paseando, todas las inquietudes acumuladas van siendo desgranadas hasta hacerlas alimento digerible para un espíritu enfermo de exigencia. Esa es la magia, la afinidad electiva: la conversación inteligente con gente que no persiguió otra cosa en la vida que comprender el porqué de las cosas. Y en eso consiste su riqueza, en elevar el espíritu. La máxima ambición posible.
En fin, me voy ya, cargado de nueva energía, al encuentro de las llanuras Castellanas para seguir rumiando lo recientemente ingerido mientras pedaleo sin descanso.
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