viernes, 5 de febrero de 2016

Saltar murallas

"¿Si soy lesbiana? Eso no debería interesar a nadie." Son palabras de una actriz de éxito que acaba de representar el papel de una lesbiana. Personalmente, estoy tan de acuerdo con esas palabras que casi me duele. Me duele, digo, que algo tan radicalmente obvio se convierta en noticia por lo abismalmente alejado que está de la realidad. A la gente en general parece que sólo le interesan hasta la extenuación esas intimidades anodinas de los demás y, ello, sin duda, tiene que ser por algo a lo que sólo se le podría encontrar explicación desde una perspectiva freudiana. O sea, con lo que hay en el inconsciente de cada cual que, para que nos entendamos, sólo Dios lo sabe y hay que estar a muy buenas con Él para que nos desvele alguna cosilla de vez en cuando. Bueno, quizá si vas al psicoanalista, que es su intermediario en la Tierra, las cosas se podrían facilitar un poco, pero no sé cuanto.

La cosa de la sexualidad de los demás. Sus preferencias. ¡Qué aburrimiento! Como si uno no tuviese suficiente con la suya. Pero no, y todo por culpa del monoteismo que vino a elevar la barrera, ya de por si alta, que hay entre nuestro yo interior y exterior. Lo de dentro ni te lo mires: tú, déjalo todo y sígueme. La metáfora del pastor y su rebaño, tan querida. Tan querida por el pastor, pero sobre todo por el rebaño que haciendo chistes de maricones siente colmada su vida. 

El caso es que de entre todo lo que he leído de la antiguedad clásica, que les aseguro que ha sido bastante, nunca hallé menciones a la sexualidad desde un punto de vista valorativo. Allí cada uno se tiraba lo que le apetecía y podía y santas pascuas. Si era un burro, pues un burro, como la millonaria del Asno de Oro. Claro, era gente que andaba muy ocupada con la trisección del ángulo y la decuplicación del cubo. Se exprimían la cabeza con cuestiones que abocaban a una mayor comprensión de la realidad que es lo que realmente hace que vivamos mejor. Luego, para relajarse, la metían donde les rotaba. Ya fuese en vaso idóneo para cumplir con sus obligaciones para con la especie, ya fuese en el intestino de un efebo transido de amor hacia quien le elevaba el espíritu. Nadie, que yo sepa, cuestionó el procedimiento hasta que empezó la decadencia a causa del olvido de una de las partes, la más penosa, la que era por obligación, la del vaso idóneo. 

En fin, tampoco hay que darle muchas vueltas. Ya sabemos lo que cuesta saltar murallas. Y que sólo los valientes lo consiguen. Y que, mientras tanto, el pueblo llano busca pastores que dirijan las obras de elevación de unos cuantos pisos de la dichosa muralla. Y eso nunca va a cambiar.  

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