sábado, 31 de agosto de 2013

Minorías oprimidas



Por qué será que hay gente, demasiada al parecer, que no le molesta el ruido sino todo lo contrario. Para ellos, según he podido colegir, es signo de vida así que cuanto más, mejor. Y, desde luego que motivos tienen para estar casi en la gloria porque los procedimientos para producirlo a espuertas son casi infinitos dado el grado de desarrollo alcanzado. Por así decirlo, no hay actividad humana, si exceptuamos la reflexión, que no sea susceptible de mejorar su rendimiento si le aplicamos un motorcito. O motorzón, que no sé lo que es mejor. 

El problema, si es que así se puede considerar, es que hay, habemos, unos cuantos que por no se sabe que condenados condicionamientos genéticos sufrimos de desquiciamiento generalizado cuando, por ejemplo, pasa una moto a toda pastilla a nuestro lado, o se pone el perro del vecino a ladrar, o el empleado municipal a retirar las hojas, cortar el césped o recortar el seto o, el ayuntamiento, con su mejor intención, te monta un cirio festivo a cuatro metros de casa. No hablo ya de un maxcletá a la valenciana porque eso es punto y a parte: encefalograma plano que, no disimulemos, es lo que mayormente busca el personal. 

Por eso fue que cuando John Cage compuso 4´33´´ se montó el mayor escándalo de toda la historia de la música. Cosa de intelectuales, dijeron los vende motos. Yo es que veo un intelectual y saco la pistola, remachó el salva patrias. Claro, lo peliagudo del silencio es que facilita el discernimiento. O sea, exactamente lo que muy pocos desean no vaya a ser que me entere de lo que mejor ignoro. 

En fin, que puestos a hablar de eso tan de moda que le dicen minorías oprimidas, no creo que haya otra que tenga que soportar semejantes grados de tortura como la de los que la naturaleza les colocó en la hélice ese condenado gen que no les deja soportar el ruido. Sí, más les valiera haber nacido sordos, tiende uno a pensar a veces, pero es que, leches, escuchar los trinos de un ruiseñor a la caída de una tarde de verano o los Gurre-Lieder de Schoemberg en pleno ataque de melancolía o, yo qué sé, el rumor que produce el viento cuando acaricia las hojas del bosque... no, desde luego, qué barbaridades piensa uno cuando está en medio del tormento. 

Bueno, quizá si nos organizásemos y no digo ya salir a la calle con pancartas sino poner unas cuantas bombas en los lugares y a las horas oportunas... no sé, porque es que escribes esto aquí e inmediatamente te fichan los de la CIA. 


jueves, 29 de agosto de 2013

Braguitas



El otro día volvía yo de la compra y en el semáforo me interpeló una señora de edad aproximada a la mía. "¡Pero usted se ha fijado como van!" "Son Lolitas que van a llevar el desayuno al profesor", le contesté. Nos acabábamos de cruzar con dos adolescentes vestidas a la moda de este verano.

Nada nuevo, por cierto, por lo que escandalizarse. Lo pudimos ver en 1958 en "Bonjour tristesse", aquella adaptación de la novela de Françoise Sagan que hizo Otto Preminger. En ella Jean Seberg no se quita los pantaloncitos similares a los que llevan todas, absolutamente todas, las adolescentes este verano. Jean Seberg y David Niven, hija y padre pegándose unos sobes de aquí te espero bajo la entre complaciente y desconcertada mirada de mamá Deborah Kerr. 

Recuerdo aquellos veranos cuando apenas me apuntaba el bozo, que me sentaba en la terraza de El Central y escuchaba la conversación de las chicas mayores. Mayores, es decir, que me sacaban uno o dos años a lo sumo. Hablaban y no paraban de alabar las novelas de François Sagan. Me costó muchos años comprender el porqué, porque para mí, por aquel entonces, donde estuviese "La Isla del Tesoro" que se quitase todo lo demás. 

Adolescentes y hormonas: puro pleonasmo. ¿Qué no harán por quitarle el papá a la mamá? ¡A ver qué vida! Es lo que toca. Pero si es que hasta la prensa más conservadora no para de echar leña al fuego. "¿Qué braguita debes usar con cada prenda?", desglosa hoy el ABC. Imprescindible que no se te marque la «culotte» bajo los leggings. Cosas así. Para iniciadas. 

Y luego las otras indignándose porque ya se les pasó el arroz. Una verdadera comedia. 




martes, 27 de agosto de 2013

Sentido común



Hay un sector muy significativo de la población que tiene mitificado lo público. Para ellos, así porque sí, todo lo que lleva calificativo de público goza de todas las bondades, lo mismo que todo lo calificado de privado es perverso por definición. Bueno, excluyamos a las mujeres, que parecen preferirlas privadas, aunque vaya usted a saber lo que hacen cuando nadie les ve. 

Del mismo modo, hay otro sector que piensa exactamente lo inverso. Público, corrupción. Privado, bondades. Bueno, a estos, por lo general, no les he visto hacer remilgos con las mujeres públicas siempre y cuando, claro está, se las llame scort y eufemismos por el estilo. 

El caso es que ayer pasaba por la Plaza de las Atarazanas y pude ver que en un estanque que han colocado las autoridades allí, con la única finalidad de colocar algo, supongo, alguien ha hecho una pequeña pintada de las de plantilla que reza lo siguiente: "ni derechas ni izquierdas, sentido común". Luego, a lo largo de mi paseo, pude ver varias veces la misma leyenda por aquí y por allá. Tiene pinta, pensé, de ser la obra de un iluminado que actúa en solitario. Era una pintada muy discreta como corresponde, por otra parte, a la filosofía que propone. 

Ya se sabe que no porque el juego de palabras resulte gracioso deja de ser verdad que el sentido común es el menos común de los sentidos. Y ahí es donde reside el quid de todo este estúpido alboroto que nos traemos entre manos. Porque la realidad que se impone son los intereses y las posibilidades de cada cual a la hora de tomar una decisión que le concierne directamente. Cuando concierne a los otros, entonces, cómo no, todo el mundo es muy consecuente con su ideología.  

En realidad todas estás antinomias las tiene planteadas la humanidad desde el principio de los tiempos y para mí tengo que son irresolubles. No por nada sino porque de todos los preceptos que se airearon con los evangelios el menos compartido por el común sentir es ese que nos pide tratar a los demás como nos gustaría ser tratados. Sí, claro, eso está muy bien, pero sólo cuando hay de todo para todos. Y cuando digo de todo no me estoy refiriendo sólo al pan. Ni mucho menos, me refiero sobre todo a las cosas del espíritu. La cultura, el conocimiento, la educación, el civismo, llámenlo como quieran. Porque es que sólo estando en posesión de tan altas propiedades, afirma la ciencia, se puede hacer frente a ese gen del egoísmo que campea con fuerza por las hélices de nuestro ADN.

domingo, 25 de agosto de 2013

Anís del mono



Me acabo de instalar en una nueva casa. Los que me conocen de largo me suelen preguntar no sin sorna que qué numero hace ésta ya. No sé, quizá la cien. O más, pero no muchas menos en cualquier caso. Desde luego que no puedo explicar por qué tengo esta querencia tan poco común del cambio. Del cambio por el cambio, o sea, del puro y duro "donjuanismo" por decirlo con un término tirando a técnico.

Pues bien, mirando ayer por aquí y por allá de pronto di con algo que pudiera orientarme al respecto y de paso ayudarme a salir de un cierto marasmo si no de culpabilidad sí de la molesta conciencia de ser un chisgarabís. En realidad no es nada nuevo. Ya lo apuntó Miguel de Molinos en su "Guía Espiritual" y no pocos trastornos que le trajo el invento. Es lo que tiene adelantarse varios siglos a su época. Decía que no debemos atormentarnos por lo que hayamos hecho, sea lo que sea, porque en todos los casos no será sino la consecuencia de un designio divino. O sea, exactamente lo mismo que sostiene hoy día la ciencia más sofisticada: donde dije designio divino digo diseño genético. Por lo visto, dicen los sabios, hay una versión más larga del gen receptor de dopamina. D4DR le llaman. Dopamina, ya saben, esas pastillas que consume a espuertas el Sr. Dragó para poder estar todo el día como una moto. Es decir, buscando emociones. 

En definitiva, que los hay que nacen con esa versión más larga del gen y no necesitan las pastillas del Sr. Dragó para ser incapaces de evitar estar todo el día de aquí para allá poniendo en riesgo, ya sea la vida, ya sea la estabilidad o lo que sea, con tal de poder echarse unas cuantas emociones al coleto. 

Así que no hay nada más allá de lo que sostiene el mono del anís: "Es el mejor. La ciencia lo dijo y yo no miento". Y no hay que darle más vueltas aunque ello nos plantee muy serias cuestiones morales. ¿Deberemos castigar en adelante a los niños traviesos? ¿Tiene sentido mantener abiertas las prisiones? No sé, pero si la ciencia lo dice...

viernes, 23 de agosto de 2013

Si Palmira levantase la cabeza



Llevo unos días que, por razones de índole doméstica, vivo desenganchado de la realidad social que campea a mi alrededor. Así y todo, me ha llegado por los más variados vericuetos una noticia que me ha dejado estupefacto. Al parecer, ciertos trabajadores de un hospital de Madrid se han manifestado a gritos delante de dicho hospital pidiendo la expulsión de una enferma que allí lucha por conservar la vida. Da la casualidad de que la enferma es una política importante de un partido de los que dicen de derechas... como si no lo fuesen todos al margen de lo que pregonen.

Al hilo de esa noticia he indagado un poco y me he enterado de que en eso que por lo visto va a cambiar el mundo y que llaman redes sociales, han sido muy numerosas las personas que han manifestado su deseo y esperanza de que la susodicha señora estire la pata. Una sinceridad como nunca se había visto, porque en estos asuntos que hacen referencia a la desgracia ajena, quitando a los vascos de pura cepa, lo común siempre ha sido reservarse la opinión o reprimirse el sentimiento por una mera cuestión de decencia... o, si quieren, por no parecer que no has bajado todavía de los árboles. 

El caso es que estas cosas dan para pensar un rato. ¿A qué puede ser debido que personas tenidas por normales e, incluso, por tirando a buenas, puedan hacer gala de semejante degeneración moral cuando no de deterioro intelectual? Son trabajadores de un hospital, cobran un sueldo respetable, tienen su mes de vacaciones, cierto prestigio social, y, en su mayoría, estoy seguro, hacen lo que les gusta como se suele decir. La verdad, no lo puedo entender. Debe de ser que hay gente que no es tan inteligente como pretende aparentar con sus discursos. Tienen mucha teoría, pero a la hora de la praxis, la de la verdad, demuestran que no tienen nada debajo del pelo. 

Una verdadera pena en cualquier caso, porque si en términos estadísticos han sido cuatro gatos, el síntoma tiene algo de inquietante. Es como si la chusma, perdida toda esperanza, se estuviese poniendo en plan suicida. Algo así como lo de "revolución o muerte" de Fidel. No sé, pero creo que frente a este tipo de comportamientos todos tenemos una tarea que hacer. Si la chusma se sincera no menos debemos hacerlo los demás que somos la inmensa mayoría. Porque como dijo Nosequién los mayores desaguisados de la historia no vinieron de la mano de los malvados sino de la de los tibios que callaron cuando debieron haber hablado. Y no me gusta señalar, pero buen ejemplo tenemos de ello con nuestros vecinos de aquí al lado de donde estoy, en medio de la cornisa Cantábrica. 

martes, 20 de agosto de 2013

Dianas y Afroditas




Lo que va de Mark&Spencer a Pirelli. Las mueres más influyentes de Inglaterra en un caso, modelos de pasarela en el otro. Distanciamiento apolíneo, contra amontonamiento dionisiaco. 

Antaño hubo un Mark&Spenser en la Plaza de Cataluña de Barcelona al que me encantaba acudir. Lo mismo por la ropa de arriba de la que todavía conservo algo que por la comida preparada que había en los sótanos. Un buen día decidieron cerrar porque por lo visto no les salía a cuenta tenerla abierta. Me llevé un disgusto. Porque para mí Mark&Spencer era mítico. Como quien dice lo primero que hacíamos los españoles que íbamos a Londres en los años sesenta era pasarnos por el Mark&Spencer de Oxford Street a comprar jerséis. Eran increíblemente buenos, bonitos y baratos. Y un signo de distinción, pensabas. Londres, Oxford Street, Mark&Spenser, se lo contabas a la gente de a pie y se quedaba boquiabierta. Y ahora, ya ven, esas señoras tan imponentes en todos los sentidos dejándose retratar a mayor gloria de la marca. The Tower Bridge y The Sharp como fondo. Tradición y modernidad. Y unas grúas a un lado como dando a entender que siguen en la brecha. ¡Pena que se fuesen de España! 

Lo de las chicas Pirelli es otra cosa. Cosa de camioneros. Por cierto que una vez que anduve por la Segarra arreglándome una casa contraté los servicios de un herrero para que me hiciese un balcón voladizo sobre el barranco. Bueno aquello no es que quedase como el de "Con la muerte en los talones", pero resultó cosa notable. El caso es que el herrero hacía honor a su patrón Hefestos en lo de la cojera y, también, en su querencia por las mujeres de arquetipo venusiano. Así era que su taller en Freixenet, una preciosa nave modernista de ladrillo rojo, estaba literalmente forrada por las portadas de los calendarios Pirelli. Sin duda aquel hombre era más sabio que Hefestos porque en vez de las de carne y hueso se conformaba con las estampas. Hubiera hecho igual Hefestos y de buenos líos se habría librado, que ya es sabido la propensión que tienen las venusianas a colgarse de los guerreros. De venusiana a bacante, ya se sabe, sólo un paso. Y luego pasa lo que pasa que ni con una red de hierro se la puede sujetar. 

En fin, les dejo que tengo un montón de cosas que hacer. 

domingo, 18 de agosto de 2013

Choses de la vie



Las altas temperaturas invitaron a vecinos y turistas a disfrutar de la playa, reza el pie de foto. La verdad, no lo entiendo, porque por lo que se puede ver más parece Treblinka o un campamento en Gomá, que un lugar placentero. Altas temperaturas y masificación, el cóctel perfecto para incitar al asesinato a poca sensibilidad que se tenga.


Y hablando de sensibilidad, ya hay que tenerla distorsionada para dar en la primera plana de un periódico de Santander la noticia de que un delfín bebé ha aparecido muerto en una playa de Almería. Claro, con este amor estremecido que se les ha cogido a los animales cualquier cosa. Así es que la gente habla con ellos como si fuesen personas. "Te he dicho que me voy, así que si no vienes ahí te quedas solo", oí que le decía ayer una señora a su perrito. 


"Trazado ideal para los runners", dicen. Bien, da la casualidad de que estuve viviendo hace un par de inviernos a dos pasos de ese trazado ideal. Y paso en el tren con frecuencia justo a una decena de metros de donde está ese provecto optimista. Sólo les diré una cosa: no se fíen en la vida de una foto porque es la cosa más engañosa que hay en el mundo. Esas aguas que se ven son pestilentes, justo al lado hay una siderúrgica que no para de echar humo y a menos de cincuenta metros una rotonda con un tráfico infernal. Y, por si eso fuera poco, debajo del puente por el que pasa el tren hay pobre gente refugiada que tiene todo el entorno como huelga describir. 


En fin, sospecho que hoy no dormí bien. Menos mal que me entero de que todavía hay gente en el mundo que conserva el sentido común. Me refiero al ejército egipcio que ha manifestado por boca de su más alto responsable que no cederá a la violencia islamista. Y de momento parece que están cumpliendo su palabra. Nos va demasiado en ello. 

Sentido pésame



Uno siempre ha tendido a pensar que entre los humanos hay un pequeño porcentaje de intelectualmente privilegiados, otro porcentaje más o menos igual de cortos mentales y, luego, una inmensa mayoría de lo que podríamos calificar como normales, aureas mediocritas, por decirlo en latín que siempre queda bien. Pero, claro, eso, como todo lo que es ideología, es decir, basado en intuiciones indemostrables, con la llegada de la decrepitud se tambalea y hoy día ya no pienso nada al respeto. Me limito a admirar los actos que me parecen admirables y a despreciar los que me parecen despreciables con la casi segura convicción, siempre, de que cualquier ser humano puede darle a ambos palos sin que por ello se le caigan los anillos.

El caso es que estos días ha muerto una señora, Rosalía Mera, por muchos conceptos admirable. Las circunstancias de la vida acompañadas por un tesón y, sin duda, una inteligencia poco común, le habían encumbrado hasta lo más alto y, sin embargo, siempre se mostró discreta y comedida. Poco se sabía de su vida a parte de que había sido cofundadora de Zara, que tiene un hijo discapacitado, y que financia una fundación al parecer modélica para, precisamente, discapacitados. De su privacidad, al margen de su divorcio, nada ha trascendido nunca que yo sepa. Supongo que a todo ello habrá sido debido que su inesperado fallecimiento haya causado un bastante generalizado pesar. Y digo bastante generalizado porque no puedo decir total. Ya saben, los buscadores de mierda siempre se las apañan para encontrarla aunque sea a costa de sacarla de sus propias entrañas. 

Así ha sido que los de Comisiones Obreras no han perdido la ocasión para retratarse: un rico menos, han dicho. ¡Envidiosos y resentidos del mundo, uniros en el regocijo! Seguro que son unos cuantos. Quizá muchos. Difícil saberlo. Rematados idiotas en cualquier caso que no hacen sino, otra vez más, dar pistas de por qué son lo que son, están como están, y sufren como sufren... porque no lo olviden, esos idiotas, más, juraría, por haberse hecho que por haber nacido, sufren como mulas que arrastran una carreta cuesta arriba. 

Pero, ya digo, el que no le dé a ambos palos que tire la primera piedra. Así es que el otro día estaba con un par de amigos de los de ya va para medio siglo y como era hora de comer y nos pareció cuestión de principios el no aceptar el precio del menú que nos ofrecían en el lugar en el que nos hallábamos, nos levantamos al unísono y sin más preámbulos nos dirigimos a los comedores de Comisiones Obreras donde hubimos sabrosa pitanza por un precio acorde, ya digo, a nuestros principios, que no a nuestros bolsillos que, a D. G., dan para algo más sin desfondarse.

Pues sí, los comedores de Comisiones Obreras, un lugar sobrio, aseado, tranquilo, donde dan buen trato... no da el "perfil", desde luego, de ser lo que cabría esperar de algo gestionado por unos cafres envidiosos y resentidos. En fin, cosas de la vida, que quizá no haya mayor verdad que esa que asegura que Dios donde quita, pone. Y viceversa. 



viernes, 16 de agosto de 2013

WARNING¡





WARNING!
La página que está a punto de ver contiene material dirigido a adultos mayores de 18 años, responsables legalmente en la región en donde viven y contrarios a toda forma de esclavismo nacionalista, en especial el basado en las cadenas humanas.

Hay una creencia muy extendida por ahí que consiste en achacar a los catalanes la costumbre de levantarse por la mañana con una sola idea en la cabeza: a ver que se me ocurre hoy que pueda fastidiar a los españoles. Una cosa así como cuando Dña. Urraca veía en lontananza a Caramillo. "Por allí viene Caramilo, a ver que faena le puedo hacer hoy." Pues bien, nada más falso. Desde luego que hay en Cataluña gente encabronada, miserables para entendernos, que solo encuentran consuelo inventando hechicerías que piensan pueden hacer mal al prójimo. Hay otros, igual de miserables o más, que se mantienen callados y expectantes a ver de qué lado se inclina la balanza. Pero hay otros muchos a los que la vida les sonríe y quieren trasmitir su bienestar a los demás haciendo gala del más refinado ingenio.  Y por eso es que ha habido siempre en España un sofisticado plantel de cómicos catalanes. Sin ellos, no me cabe la menor duda, hoy estaríamos bastante más atrasados de lo que estamos, en términos comparativos, quiero decir, en esa cosa tan esencial para el desarrollo humano que es el saber reírse de uno mismo. 

Entonces, estando en esas, va Boadella y piensa que le han puesto a huevo a la que pintan calva, es decir, la ocasión de descojonarse un poco a costa de sus paisanos. Porque es que a sus paisanos, a los miserables y a los más miserables todavía, se les ha ocurrido hacer una cadena humana que estrangule cualquier intento de libertad individual en la región. Es el fascismo puro y duro de las sociedades pequeñoburguesas venidas a menos. Pero eso es ya otro tema. A lo que iba, que es que Boadella ha emitido el comunicado acompañado de las fotos que les muestro en el encabezado. 

jueves, 15 de agosto de 2013

El pais tanga



Dice Pedro que Egipto es el país tanga. Y, efectivamente, pocos nombres le podrían ir tan de molde como ese porque apenas es el triangulito del delta por delante que se prolonga por detrás por el cordoncillo que es el Nilo encastrado entre unos enormes glúteos de arena.  

Lo que pasa es que en Egipto no están para bromas. Es como si el agujero negro del inconsciente asesino se les quisiera llevar por delante. De sobra es sabido que, nosotros, porque estamos bastante educados y además, a D. G., nos sobra de casi todo que si no... porque el ADN que nos configura está programado para la supervivencia a costa de lo que sea. Y cuando digo lo que sea, quiero decir las mayores barbaridades si la ocasión lo demanda. Y ahí esta el quid de la cuestión, que parece ser que en Egipto ni hay mucha educación que digamos ni mucho menos opulencia. Allí se han liado a tener hijos y ahora no hay con qué alimentarlos, así que la primera tentación es quitarse los unos a los otros de en medio. Nada que difiera de todos esos documentales sobre la vida salvaje en el Serengeti con los que las televisiones oficiales tratan de poner en guardia al personal contra todo tipo de veleidades románticas. 

Así que nada de particular por muy doloroso que parezca. Es la historia de la humanidad que se repite una y otra vez. Lo que llamamos violencia también lo podríamos llamar cirugía. Todo ese tejido tumoral que estrangula los conductos por donde fluye la vida hay que extirparlo so pena de sucumbir. El tejido tumoral y también las malas costumbres que fueron su principal fuente de alimentación. Costumbres, la dichosa "nuestra cultura", que no es más que burda coartada para justificar la evolución hemipléjica. Es el estúpido y letal "me apunto a los adelantos de la ciencia que vienen de un más allá perverso, pero conservando intactos mis queridos atavismos". Atavismos o "leyes coránicas" que le dicen ellos como queriendo darle un cierto aire de racionalidad. Y ahí está el resultado, el de toda hemiplejia, que no se puede caminar. 

 Pido a Alá que preserve a Egipto, ha dicho Al Baradei, la cabeza más visible de la modernidad en ese país. Bien, es una forma de hablar, pero también podría haber dicho algo más, como que tener más hijos no le hace a alguien más respetable sino todo lo contrario. Porque si no empiezan por ahí...

domingo, 11 de agosto de 2013

Garabatos al ácido



Iba  Pessoa un día en el tranvía y dio en fijarse en el adorno hecho a ganchillo que llevaba en el cuello la señora que iba delante de él. Se puso a pensar en el asunto y no tardó en caer en la cuenta de que en aquel adorno estaba resumida la historia del mundo. Desde las plantaciones de algodón de América, los astilleros que construyen los barcos que lo transportan, las fundiciones que hacen el hierro para el ganchillo, etc., etc.. Porque es que no hay cosa que no lleve a otra y esa a otra y así hasta que lo abarcamos todo. Es algo inevitable y también muy necesario para que seamos conscientes de que las consecuencias de nuestros actos van bastante más allá de lo que pudiera parecer a simple vista. 

Sirva la batallita de preámbulo a lo que les quería contar que es que andando yo ayer de paseo di en pasar por delante de unas instalaciones deportivas que estaban separadas de la calle por unas llamativas mamparas de cristal. Pues bien, esas llamativas, o lujosas, mamparas estaban por aquí y por allí serigrafiadas con unos incomprensibles garabatos, lo cual me llevó a pensar...

Primero.- Que para dibujar sobre cristal es preciso cubrir primero toda su superficie con un cera especial. Luego se dibuja sobre la superficie retirando la cera con un punzón. Después se arroja por la superficie ácido nítrico a una elevada concentración. El ácido corroe entonces el vidrio desprovisto de cera y ya sólo queda retirar el ácido, después la cera restante y ya está la obra de arte completada. 

Segundo.- Que hace ya bastantes años vi en la televisión belga un reportaje sobre la costumbre que se estaba estableciendo entre ciertos sectores de la adolescencia europea que consistía en dar carácter de permanentes a sus garabatos por el ingenioso método de untar las brochas en una solución altamente concentrada de ácido nítrico y luego aplicarlas sobre las cristaleras de los escaparates de las grandes avenidas. 

Tercero.- Que siguiendo una costumbre muy extendida entre las comunidades musulmanas el otro día arrojaron ácido por la cara a un par de chicas británicas que pasaban su tiempo dedicadas a enseñar a leer y escribir a los niños de Zanzibar. Cosas de la sharia por así decirlo.

Cuarto.- Que entre unas cosas y otras, es decir, lo a mano que debe de estar para cualquiera conseguir ácido, lo mucho que se están extendiendo por todas las partes los encantos de la sharia, el escaso interés que pone la clase política en plantar cara a cualquier cosa que no sea conseguir votos para mantenerse en el poder, etc., he llegado a la conclusión de que lo más prudente va a ser que, antes de salir de casa, no digo ya si es para ir a Zanzibar, nos embadurnemos la cara y partes expuestas con una cera similar a la que se emplea para serigrafiar el cristal. Bueno, claro, para los ojos tendremos que pensar algo. 






viernes, 9 de agosto de 2013

Va de Antonios




Leyendo la entrevista que le hacen hoy en ABC a Antonio Banderas entiendes perfectamente el porqué de que ese chico haya llegado a donde ha llegado. Derrocha inteligencia y sentido común.  De la misma manera, lo que no me cuadra en absoluto es que alguien con tanto prestigio como Antonio Gala diga que "España no se merece, por ligera de cascos que sea, estar desgobernada por esta pandilla de rateros engreídos". Bueno, la verdad es que a mí siempre me pareció que Antonio Gala tiene más de portera que de genio, pero claro, quién soy yo...

¿Rateros engreídos? Mal asunto en cualquier caso porque lo que se le supone al ratero es ser precavido y discreto so pena, caso contrario, de acabar en el trullo a la primera de cambio. "Es muy difícil emitir un juicio real de como se están haciendo las cosas porque los resultados se verán dentro de unos años. Por eso, sinceramente, no me atrevo  pronosticar nada, entre otras cosas porque soy actor", puntualiza Antonio Banderas.  

De lo que sí habla Banderas con seguridad es de lo que se trae entre manos. Entre otras cosas de una fundación que tiene montada para conseguir la financiación de becas para la Universidad de Málaga. Claro, dime con quién andas y te diré como razonas y a qué te acabas dedicando. 

Quizá, me digo, si agarrásemos a todas esas porteras encumbradas que pontifican en este país y les mandásemos una temporadita a hacer las Californias, alomejó, quién sabe, hasta acababa por merecer la pena leer los periódicos y ver las televisiones nacionales.    

jueves, 8 de agosto de 2013

Saciedad de vida





Ayer quedé a comer con Fede, un amigo de los de ya va para más de medio siglo. Aunque ya hace mucho que nos vemos de tarde en tarde, allá, por los años de la juventud tardía, compartimos no pocas correrías lo que, sí quisiésemos, nos podría dar para mucho compartido abandono a las dulces tristuras de la melancolía, pero nada más lejos, porque nosotros, cada uno a su manera, somos de los de toujours sur la bèche, así que, ayer, después de bien comer y beber en una terraza del muelle, nos dedicamos en prolongada sobremesa a desmenuzar "Amsterdam". A la "Amsterdam" de McEwan me estoy refiriendo que la otra, la ciudad, para poco desmenuce da a quienes hacen de la vida viaje.

Dos amigos hablan con naturalidad de la muerte como para allanarle el camino. Hacen un pacto de los que dicen de sangre: cuando a uno de nosotros se le aparezca lo inevitable en el próximo horizonte, el otro se compromete a arrancarlo de los garfios de la mafia médica y llevárselo a Amsterdam. Eso es todo. Luego McEwan, para hacerlo literario y vendible le da un desenlace humorístico tirando a negro. 

Darse el lujo supremo de elegir la salida. Evitarte y evitarles malos rollos. Instinto de muerte que decía Freud o "saciedad de vida" como me dijo Fede que lo llama Novoa Santos. Saciedad de vida, es decir, el "confieso que he vivido" que se esconde tras cualquiera de las grandes autobiografías. Esa es la cuestión, sentir que en el mejor de los casos poco te queda por añadir. 

Memorable reencuentro en cualquier caso. 

  

martes, 6 de agosto de 2013

Las Navas de Tolosa



No estoy muy seguro pero creo que una vez, hace ya muchos años, estuve en Gibraltar. Es lo que tiene cuando se va a los sitios para nada que la cosa no tarda en pasar a la nebulosa de la memoria donde los límites entre lo vivido y lo soñado son difusos y engañosos. En cualquier caso, haya o no haya estado allí, recuerdo haber conocido un día del verano del 73 a su gobierno en pleno con motivo de tener por entonces un amigo que era hijo de uno de los ministros. Como es largo de contar y sin ningún interés les ahorro el trago. Luego, una vez, aquel amigo vino por aquí a bordo de un Morgan, se agarró una cagalera, yo le proporcioné un largo trago de láudano que le hizo dormir como un tronco veinticuatro horas, se levantó como nuevo, agarró el Morgan, se largó y hasta hoy. 

De todas formas,como cualquiera de mi generación y status, tengo grabada a fuego en mi inconsciente la humillación gibraltareña. "Gibraltar, Gibraltar, tierra amada de todo español. A mi patria te robaron, etc...", la de veces que no lo habré cantado. Claro, lo de Gibraltar es un asunto que tiene la inmensa virtud de proporcionar un enemigo. Con lo que por aquel entonces se necesitaba a los enemigos para unir al rebaño. Enemigos muy aparatosos a la vez que inofensivos que son los buenos. Los que procura promover el poder tiránico en cualquier caso. Luego, ya adolescente y un poco más, lo de mostrar indiferencia e, incluso, cierta simpatía por el Gibraltar británico se convirtió en uno más de los juegos tocapelotas con los que desgastar al régimen franquista.  

Han pasado los años y ahí sigue Gibraltar convertido en una especie de cueva de Alí Babá. A los españoles en general se la trae bastante al pairo, excepto, quizá, a los excursionistas del Imserso que les encanta ir allí a ver monos que hacen monadas. Rafa el Proscrito fue una vez y quedó tan impresionado por lo que le cobró un taxista por llevarle a ver los monos que no había tarde de paseo por el monte que no nos recordase la anécdota. Por lo demás, como en todas las cuevas de Alí Babá, está lleno de tesoros que no dejan de extender su benéfica influencia por un amplio espacio a su alrededor. Campos de golf, puertos deportivos y todo eso. 

La verdad es que aquello da el cante. Y más en tiempos en los que las circunstancias invitan a meter mano a los tejimanejes financieros que en buena medida están en el origen de muchos de los problemas que nos afligen. Así que, según dicen, una parte no despreciable de la clase política británica está hasta las narices de seguir manteniendo el invento. Porque, además, qué valor estratégico puede tener para un imperio que ya no existe y, más, estando Rota a dos pasos. La realidad es que Gibraltar para los británicos, más que nada, es dinero tirado por el retrete.

En resumidas cuentas, que sea por lo que sea, los que aquí mandan ahora han considerado que éste es buen momento para dar otra vuelta de tuerca al asunto. Y no deben ir muy descarriados porque hasta los lectores del periódico de la burguesía catalana, según encuesta realizada, están muy mayoritariamente a favor de seguir apretando. Ya ven, señalas un enemigo y hasta los catalanes arriman el hombro, como cuando Las Navas de Tolosa.  

lunes, 5 de agosto de 2013

Nausicaa



Parece ser que la moda de este verano en Cantabria es morirse en la playa mientras se pasea o cosa por el estilo. Bien es verdad que si es una moda para viejos no epargne a los de mediana edad que se tienen por jóvenes. El otro día la palmó uno de treinta y cinco que andaba jugando a las palas. Fue un caso muy desgraciado porque los chicos de la Cruz Roja en principio prepararon un protocolo para ataque epiléptico, después, al ver que no funcionaba, se pasaron a otro para ataque cardíaco y, como para rematarle, se les cayó de la camilla cuando le trasladaban a la ambulancia. En cualquier caso siempre quedará el consuelo de saber que se dispone de un equipo de avezados psicólogos que, una vez realizadas las preceptivas averiguaciones, se encargarán de trasmitir a los familiares del interfecto la luctuosa noticia. El equipo vaselina, por así decirlo.  

A mí todo esto de la playa tengo que confesar que, cuando niño y adolescente, me rechiflaba, luego, de jovencito, también, pero por las chavalas y, ya, hacia los treinta o treinta y tantos empezó a producirme sentimientos encontrados que no tardaron en desembocar en un discreto rechazo de todas esas salvíficas propiedades que se le achacan. Hoy día, todo lo que no sea pasear fuera de temporada por las kilométricas orillas de esos arenosos sables que se forman en los estuarios de los ríos me parece un soberano tostón al que a veces me someto porque soy consciente del poder integrador de la contemporización con las preferencias de los demás. 

Preferencias que no creo equivocarme si digo que están entre esas que podríamos etiquetar de fetiches, es decir, que no tienen vuelta de hoja porque se ha dado en considerar que la rentabilidad de su cumplimento es tal que cuestionar su autenticidad es casi actividad suicida... a efectos sociales quiero decir. Así es que las únicas reticencias que he escuchado en mi vida al respecto fueron de boca de un extraterrestre llamado Poirot que al ver a unos veraneantes dormitando al sol en una playa del Adriático dijo a su acompañante: like walking dead, n´est pas? Bueno, a mi padre tampoco le iba ese rollo, pero es que él también era un poco extraterrestre. 

En resumidas cuentas, lo que ni Poirot, ni mi padre, ni yo, por muy extraterrestres que pudiéramos ser, podemos poner en cuestión es el enorme poder de atracción que tiene la playa sobre el común de los mortales y las gigantescas repercusiones que eso tiene sobre la economía mundial. Lo vio ya Homero y por eso se inventó lo de Nausicaa y sus amiguitas jugando en la playa a la espera del héroe que por fuerza tendría que llegar en forma de Odisseo. Fue el primer gran anuncio del turismo de playa y no ha importado que todo acabase en un gran chasco para Nausicaa. Porque es que  los héroes a la playa sólo llegan cuando vienen de un naufrágio. Y sólo permanecen en ella el tiempo necesario para recuperar el conocimiento. O despertar a la vida. 

En fin, que me lo pensaré. 

viernes, 2 de agosto de 2013

Edipo Rey



Decíamos ayer que un tipo, Abraham concretamente, dice que le ha dicho Dios que mate a su hijo... bueno, parece, si nos atenemos a la mitología clásica, que hay tipos de esos a montones. Padres que mandan exponer a su hijo recién nacido a las fieras del bosque porque hay un oráculo que anuncia que será destronado por él. Luego, por lo general, se pone por medio un pastor que salva al chico y le educa y, al final, cuando ya adulto, enterado de su origen vuelve a casa, se encuentra por el camino a un hombre malencarado que no le deja pasar. Lucha con él y le mata. ¡Vaya por Dios, resultó ser su padre! El resto ya lo saben.

Creo que fue Aristóteles con su afán clasificador el primero en diferenciar al hombre del resto de los animales. No estuvo mal, lo que pasa es que seguramente erró el argumento. Desde luego, en cualquier caso no es cuestión de racionalidad e irracionalidad. Porque ni los unos son tan racionales ni los otros tan irracionales. Y si no, cómo explicar las tonterías que hacemos sin parar a todo lo largo de la vida los humanos. Y algunos animales, por instinto o lo que sea, se organizan tan divinamente bien que parece que hasta saben resolver integrales. 

Decir que el hombre es racional es lo mismo que decir que en el universo todo es materia visible. Olvidamos entonces los agujeros negros con su inmenso poder gravitacional. Pues bien, lo mismo que en el universo, en el hombre hay unos agujeros negros que no se conocían hasta que llegó Freud y los tildó de inconsciente. Es decir, esa parte del desear que tira más que soga de marinero o carreta de bueyes y sobre el que no podemos ejercer el menor control. Ese querer cargarse a los hijos por parte de los padres, por ejemplo. 

En definitiva, que seguramente no es más que ese agujero negro, el inconsciente, que tenemos en la materia gris el que hace que la historia de la humanidad esté tan llena de despropósitos. Llena de querer matarse los unos a los otros porque se da la circunstancia de que todos no pueden ser el jefe de la manada que se aparea para perpetuar la especie. Y cuesta mucho aceptarlo.  

jueves, 1 de agosto de 2013

El reino de lo absurdo



Un tío va y dice que Dios le ha dicho que tiene que matar a su hijo para demostrar no sé qué fidelidades y sin pensárselo dos veces se pone a la tarea. Bueno, parece ser que Dios, en el último momento, detuvo la mano asesina a la vez que decía que sólo había sido una broma o algo así. El caso es que tal despropósito es el hito del que arranca gran parte de la cultura que ha conformado la historia del mundo. Es el triunfo de la superstición, lo absurdo, la irracionalidad en definitiva, sobre la razón.

Y en esas estamos y al parecer estaremos hasta la noche de los tiempos. Coges, vas y les dices a unos en apariencia ciudadanos normales, ya, pero eso que ustedes pretenden les puede costar muchos muertos entre sus familiares y amigos, por no hablar de los años de hambre y desolación, y, por otra parte, tal como están ahora no parece que les vaya tan mal. Dará igual, ellos ya se habían hecho a una idea fantástica de la realidad futura y tirarán hacia delante sin mirar a los muertos que van quedando en las cunetas. Es difícil entenderlo y, sin embargo, no hay hecho que se haya repetido más a lo largo de la historia que semejante majadería. 

Y lo más curioso de todo es que esa devoción por lo absurdo no es exclusiva de las masas iletradas. Por contra, hemos podido ver como son muchas veces los más ilustrados los que encienden la mecha junto a los depósitos de gasolina. Porque es que lo que yo creo que pasa es que nadie es bueno para todo y si sobresales mucho en algo es casi seguro que cojearás en todo lo demás. 

Así es que, entre unas cosa y otras, si bien lo consideramos la historia de la humanidad no ha sido otra cosa que un gran homenaje al absurdo. Quizá no ha podido ser de otra manera porque el ser humano no puede vivir sin humor. Y es que el absurdo, por muy catastróficas que sean sus consecuencias, no deja de tener su gracia. Las tonterías que llegamos a hacer en aras de aquellas creencias lunáticas, comentas con los amigos y te partes de risa porque, al fin y al cabo, lo que cuenta es que conseguiste superarlo.