Del mismo modo, hay otro sector que piensa exactamente lo inverso. Público, corrupción. Privado, bondades. Bueno, a estos, por lo general, no les he visto hacer remilgos con las mujeres públicas siempre y cuando, claro está, se las llame scort y eufemismos por el estilo.
El caso es que ayer pasaba por la Plaza de las Atarazanas y pude ver que en un estanque que han colocado las autoridades allí, con la única finalidad de colocar algo, supongo, alguien ha hecho una pequeña pintada de las de plantilla que reza lo siguiente: "ni derechas ni izquierdas, sentido común". Luego, a lo largo de mi paseo, pude ver varias veces la misma leyenda por aquí y por allá. Tiene pinta, pensé, de ser la obra de un iluminado que actúa en solitario. Era una pintada muy discreta como corresponde, por otra parte, a la filosofía que propone.
Ya se sabe que no porque el juego de palabras resulte gracioso deja de ser verdad que el sentido común es el menos común de los sentidos. Y ahí es donde reside el quid de todo este estúpido alboroto que nos traemos entre manos. Porque la realidad que se impone son los intereses y las posibilidades de cada cual a la hora de tomar una decisión que le concierne directamente. Cuando concierne a los otros, entonces, cómo no, todo el mundo es muy consecuente con su ideología.
En realidad todas estás antinomias las tiene planteadas la humanidad desde el principio de los tiempos y para mí tengo que son irresolubles. No por nada sino porque de todos los preceptos que se airearon con los evangelios el menos compartido por el común sentir es ese que nos pide tratar a los demás como nos gustaría ser tratados. Sí, claro, eso está muy bien, pero sólo cuando hay de todo para todos. Y cuando digo de todo no me estoy refiriendo sólo al pan. Ni mucho menos, me refiero sobre todo a las cosas del espíritu. La cultura, el conocimiento, la educación, el civismo, llámenlo como quieran. Porque es que sólo estando en posesión de tan altas propiedades, afirma la ciencia, se puede hacer frente a ese gen del egoísmo que campea con fuerza por las hélices de nuestro ADN.
Si tratas a los demás como quieres que te traten a lo mejor te llevas una decepción, porque no todo el mundo tiene necesariamente los mismos gustos que tú...
ResponderEliminarTambién es verdad, que diría Ángela, mi hija. Lo mejor es lo de siempre, las tablas de ley que son todo deberes. No tal, no cual... Luego vinieron los russonianos y todo eran derechos y se fastidió el invento.
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