Al hilo de esa noticia he indagado un poco y me he enterado de que en eso que por lo visto va a cambiar el mundo y que llaman redes sociales, han sido muy numerosas las personas que han manifestado su deseo y esperanza de que la susodicha señora estire la pata. Una sinceridad como nunca se había visto, porque en estos asuntos que hacen referencia a la desgracia ajena, quitando a los vascos de pura cepa, lo común siempre ha sido reservarse la opinión o reprimirse el sentimiento por una mera cuestión de decencia... o, si quieren, por no parecer que no has bajado todavía de los árboles.
El caso es que estas cosas dan para pensar un rato. ¿A qué puede ser debido que personas tenidas por normales e, incluso, por tirando a buenas, puedan hacer gala de semejante degeneración moral cuando no de deterioro intelectual? Son trabajadores de un hospital, cobran un sueldo respetable, tienen su mes de vacaciones, cierto prestigio social, y, en su mayoría, estoy seguro, hacen lo que les gusta como se suele decir. La verdad, no lo puedo entender. Debe de ser que hay gente que no es tan inteligente como pretende aparentar con sus discursos. Tienen mucha teoría, pero a la hora de la praxis, la de la verdad, demuestran que no tienen nada debajo del pelo.
Una verdadera pena en cualquier caso, porque si en términos estadísticos han sido cuatro gatos, el síntoma tiene algo de inquietante. Es como si la chusma, perdida toda esperanza, se estuviese poniendo en plan suicida. Algo así como lo de "revolución o muerte" de Fidel. No sé, pero creo que frente a este tipo de comportamientos todos tenemos una tarea que hacer. Si la chusma se sincera no menos debemos hacerlo los demás que somos la inmensa mayoría. Porque como dijo Nosequién los mayores desaguisados de la historia no vinieron de la mano de los malvados sino de la de los tibios que callaron cuando debieron haber hablado. Y no me gusta señalar, pero buen ejemplo tenemos de ello con nuestros vecinos de aquí al lado de donde estoy, en medio de la cornisa Cantábrica.
El 10 de junio de 2008 publiqué en mi blog de por entonces, "Las casas del canal" la siguiente entrada:
ResponderEliminarPiquetes o "cargados de razones"
Durante los años que permanecí en el Hospital de Valdecilla de Santander, primero como aprendiz y luego como oficial, tuve el honor de trabajar al lado de una persona excepcional. Se llamaba, y espero que se siga llamando, Palmira. Palmira nunca se cargaba de razones: ella estaba allí para servir y lo demás, los sabios análisis que cuestionaban el sistema, no le interesaban una higa. Siempre estaba al quite y, si la tensión subía, tenía la respuesta oportuna, ya en forma de chiste, ya de consuelo. Sin duda Palmira formaba parte de una especie en vías de extinción. El caso es que con la llegada de la democracia y sus consiguientes libertades, Palmira tuvo que hacer frente a quienes pretendían imponer una huelga en la sanidad por motivos que a ellos les parecían irrefutables. Palmira, así como quien dice, les mandó a la mierda. ¡Pues no faltaría más! Ella estaba allí para enfrentar a un enemigo que nunca da tregua, el sufrimiento ajeno. Y lo tenía claro: el que está en esa lucha, cabalga en solitario. Así que a ella, que le dejasen de reivindicaciones gremiales y demás zarandajas, que con el reconocimiento al que se hacía acreedora ya estaba pagada y de sobra. Todos la querían.
El caso es que siempre que hay huelgas y se ven en los telediarios a esos piquetes que imponen por el terror sus procedimientos, lo primero que se me viene a la cabeza es la valentía de Palmira. Bueno, y también, lo reconozco sin rubor, Chuck Norris. ¡Qué inmenso placer no hubiese sentido el otro día si en vez de aquel pobre hombre se hubiese bajado del camión Chuck Norris y les hubiese dado unas cuantas "explicaciones" a los energúmenos del piquete que le impedía avanzar!
Resumiendo, que, como a mí maestra Palmira, me importa un bledo que me llamen facha, reaccionario, o lo que les venga en gana a los detentadores de la verdad gremial, pero eso de los piquetes me parece absolutamente intolerable y, si por mi fuera, se llevarían su merecido, pero multiplicado por dos. Y que conste que no tengo nada contra las huelgas. Incluso en ocasiones me parecen un sano recurso para mejorar ciertas actitudes prepotentes del poder en cuestión. Pero nadie tiene derecho a imponer "su verdad" por la fuerza. Y menos todos esos indignados sobrecargados de razones con las que tratan de revestir de respetabilidad, si no su imbecilidad, que sí en muchos casos, sí, al menos, su manifiesta incompetencia para desenvolverse en el mundo como individuos libremente constituidos.
En fin, lo dicho, que en ocasiones me gustaría ser Chuck Norris para poder parar los pies a esos cretinos que pretender aplastarte con el peso de sus pobres razones. Y poder seguir mi camino en solitario. Para poder ser solidario si me da la gana.
Desde luego que pocas cosas se han visto últimamente tan bajas, miserables y repugnantes como la manifestación de esos hijos de mala madre delante del hospital. Creo que alguno de los capos sindicales se ha visto obligado por mínima decencia a desmarcarse del asunto. En fin.
ResponderEliminarA mí me ha pasado lo mismo siempre con las huelgas de mi gremio: no las he entendido. Si hay que protestar, se protesta; pero dejar de enseñar, con lo privilegiados que somos los que podemos hacerlo y con toda la ignorancia que hay por el mundo, venga, hombre...
Enseñar, curar, actividades al margen de cualquier ideología partidista. Actividades monárquicas por así decirlo. O sagradas, si quieres. Sólo los idiotas no pueden comprender eso.
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