Sirva la batallita de preámbulo a lo que les quería contar que es que andando yo ayer de paseo di en pasar por delante de unas instalaciones deportivas que estaban separadas de la calle por unas llamativas mamparas de cristal. Pues bien, esas llamativas, o lujosas, mamparas estaban por aquí y por allí serigrafiadas con unos incomprensibles garabatos, lo cual me llevó a pensar...
Primero.- Que para dibujar sobre cristal es preciso cubrir primero toda su superficie con un cera especial. Luego se dibuja sobre la superficie retirando la cera con un punzón. Después se arroja por la superficie ácido nítrico a una elevada concentración. El ácido corroe entonces el vidrio desprovisto de cera y ya sólo queda retirar el ácido, después la cera restante y ya está la obra de arte completada.
Segundo.- Que hace ya bastantes años vi en la televisión belga un reportaje sobre la costumbre que se estaba estableciendo entre ciertos sectores de la adolescencia europea que consistía en dar carácter de permanentes a sus garabatos por el ingenioso método de untar las brochas en una solución altamente concentrada de ácido nítrico y luego aplicarlas sobre las cristaleras de los escaparates de las grandes avenidas.
Tercero.- Que siguiendo una costumbre muy extendida entre las comunidades musulmanas el otro día arrojaron ácido por la cara a un par de chicas británicas que pasaban su tiempo dedicadas a enseñar a leer y escribir a los niños de Zanzibar. Cosas de la sharia por así decirlo.
Cuarto.- Que entre unas cosas y otras, es decir, lo a mano que debe de estar para cualquiera conseguir ácido, lo mucho que se están extendiendo por todas las partes los encantos de la sharia, el escaso interés que pone la clase política en plantar cara a cualquier cosa que no sea conseguir votos para mantenerse en el poder, etc., he llegado a la conclusión de que lo más prudente va a ser que, antes de salir de casa, no digo ya si es para ir a Zanzibar, nos embadurnemos la cara y partes expuestas con una cera similar a la que se emplea para serigrafiar el cristal. Bueno, claro, para los ojos tendremos que pensar algo.
Recuerdo haber visto a mi hermana hacer eso que dices cuando ella estaba en la facultad de Bellas Artes. Me parecía terriblemente cansado y tedioso y no lo habría hecho por nada del mundo; sin embargo ella disfrutaba como una tonta. Por otro lado a ella le daban mareos cuando entraba en mi habitación y veía algún libro mío abierto sobre la mesa en griego, latín u otra lengua que ella no entendiera: yo había intentado inculcarle la afición por los idiomas cuando ella hacía el bachillerato y me había sido imposible. Parece mentira cómo dos personas, hijos de los mismos padres y educadas en el mismo ambiente pueden resultar tan opuestas en sus gustos y en su comportamiento ante la vida.
ResponderEliminarBueno, este comentario no tiene mucho que ver con el tema de la entrada. O a lo mejor sí. Ya lo decía Pessoa...
Sí, es un misterio, aunque siempre se suele conservar un aire de familia. O como decía Juan Torrente, una ventosidad.
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