miércoles, 25 de septiembre de 2013
Gerontocracia
Tenemos un rey bastante viejo que no para de darnos sustos. Por las razones que sean tiene tendencia a caerse, cosa que, a mi corto entender, se acompasa mal con la dignidad real. Porque si lo de caerse cualquier persona tiene algo de ridículo, la mala pata que le dicen, cuando se trata del rey, que es puro símbolo, entonces, ya, ni te digo, la gente, sobre todo en Cataluña, no para de hacer chistes propios de gente miserable.
El caso es que, como la cosa iba de mal en peor, se ha formado un consejo de sabios para decidir las medidas que pudieran atajar el problema. Y la primera ha sido poner el asunto en manos de un gerontócrata. Un médico traumatólogo de origen gallego que, dicen, llegó a lo más alto en la Meca de la medicina. Un médico ya retirado, pero que desde su condición de emérito sigue dando no pocos frutos en los campos de la filantropía.
Y ahí está el punto al que quería llegar. El de la gente que sabe hacer cosas, a veces muy sofisticadas, en las que muy pocos pueden igualárseles y que, por causa de rigideces administrativas, son pasados al dique seco para que les corroa el aburrimiento y saquen a pasear el perro. O el perro les saque a ellos, como me dijo un día un querido colega que me encontré por la calle. Imagínate, todo un reconocido doctor recogiendo caquitas. ¿Se puede caer más bajo?
Para mí este es un tema de vital importancia. Suelen ser los mejores, los que más se han entregado en cuerpo y alma a su profesión, los que con más desgarro viven en el dique seco. Su pasión, por lo general, les impidió cultivar otros jardines con los que hubiesen podido paliar su triste no hacer nada. Porque, que nadie me venga con cuentos, no hacer nada para quien estuvo acostumbrado a hacer mucho es la cosa más triste que puede haber en la vida. Es como estar muerto. Y de nada valen esos viajes turísticos y demás sucedáneos de actividad en los que no hay que poner los cinco sentidos. Estarán visitando el Taj Mahal o jugando al golf en Sant Andrius y no se les ira de la cabeza que ya no sirven para nada.
Luego, hay por ahí gente que va proclamando a los cuatro vientos su felicidad por haberse jubilado. Lo siento por ellos. Creo que no puede haber forma más explicita de declarar el propio fracaso. El de haberse pasado la vida haciendo cosas que no les gustaban porque no tenían coraje ni capacidades para cambiar de profesión. De no ser así es inexplicable su alegría.
Bueno, ahí tenemos al rey, viejo y al parecer bastante cascado, pero con todo su valor simbólico intacto, que no se quiere apear del trono ni así le maten. Y cuando los apuros que le acongojan son graves llama a otro viejo como él para que se los solucione.
En fin, como para pensárselo. Y hacer lo que sea para no convertirse en un imsersato.
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Estarás de acuerdo conmigo que el problema no es lo viejo que sea, sino lo viejo que está por su mala cabeza.. Una prueba: la operación se hace al últimas horas del día porque tiene que recibir a media docena de embajadores no por otro motivo si no para mostrar que no hay nadie más chuleta que él. Siendo el jefe de estado, a quién le va a resultar raro el que en nuestro país las cosas se hagan mayormente por cojones.
ResponderEliminarLuego están las infecciones. A mí me lo tenéis que explicar los que sabéis de esto, porque es que no me entiendo. Nos dicen que ha sido pura mala suerte, que solo se produce, en casos normales, en un dos por ciento de los pacientes. Pero es que este no es un caso normal: es de suponer que por ser vos quien sois, habrán tenido un cuidado exquisito a la hora de vigilar la asepsia, con lo que las probabilidades de contaminación supongo que serán mucho menores. Ergo, o nos apuntamos a la teoría de la conspiración -hay una enfermera republicana que cuando el equipo médico habitual miraba para otro lado le echó un lapo a la prótesis-, o hay algo que se escamotea al sufrido público, y por eso han traído a un superfigura de América. En fin, una historia ejemplar donde las haya.
Siempre me dio la impresión de ser un poco tocho este rey. Sin embargo, en lo fundamental, parece que ha sabido cumplir. Seguramente por estar rodeado de buenos consejeros y, por otra parte, porque lo más probable es que no le hayan dejado nunca mucho margen de maniobra. Los Jefes de Estado en realidad son floreros que tienen una función mayormente de pedagogos de costumbres, y eso, éste, con sus motos, cazas, y deportes en general ha sido un perfecto paladín de la chusma. Su máximo logro fue dar el nombre de "cojonudos" a una marca de espárragos. Todo el mundo le rió mucho la ocurrencia. Por lo demás lo de la infección, apostaría que ha sido debida a que, como les pasa a todos los sin sorga, no puede parar quieto. A este le pones un mes a lecturas y demás actividades del espíritu y le matas. En cualquier caso, parece que está dispuesto a morir con las botas puestas de lo cual me congratulo.
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