Hoy me apetecía cambiar de chiringuito. He optado por Trébol, en la Avda. Felipe II. Es un lugar en apariencia anodino, pero nada más lejos. Mantiene su alto crédito desde los tiempos de la Restauración, por lo menos. Desde luego que los camareros no son improvisados. Y la clientela menos. Se nota allí sintonía como para parar un tren. Pido café con leche y panecillo tostado. Sobre la barra hay pequeñas botellas de aceite para que te sirvas a demanda y esas viejas azucareras con pitorro de acero inoxidable. Lo único que me llama la atención es que las azucareras tienen un color rosáceo. Decido endulzar la aceitosa rebanada y, ¡oh, sorpresa!, son rosadas porque contienen tomate. ¡La Mare de Deu! ¿Conocerá este detalle Jordi Pujol? Que en Madrit no sólo se desayuna pan tumaca sino que, además, se ha ideado la forma de suministrar el tomate a demanda reutilizando las arrumbadas azucareras. Quizá, pienso, alguien debiera irle con el cuento, aunque no creo que admitiese que lo del tomate en las azucareras sea invento madrileño... en fin, en cualquier caso, pudiera servir para acercar posiciones. Por intentarlo...
Entonces, ya en mi ergástula, voy y abro un periódico digital cualquiera. "Nadal es omnipotente" a toda plana. Por cien mil demonios hirsutos que lo necesitábamos. Ellos nos habrán dado en la cresta, pero nosotros se la devolvemos en plan cien a uno. ¡Que se chupen esa! "El trofeo me hace feliz. Pero lo que realmente me hace feliz es lo que hice para ganar este trofeo: trabajar duro durante esos momentos difíciles", ha dicho el manacorí. He aquí un comentario con fuerza. Omnipotente por así decirlo. Ahora, ya, pienso, solo hay que seguir las instrucciones para conseguir la gloria colectiva. Tabajar duro... esos apolos y dianas que vi esta mañana en el gimnasio, y esos creativos que transforman las azucareras en tomateras. Tesón e ingenio, la fórmula infalible. Quizá, me digo, si fuesemos capaces de dar el salto ahora, con todo ese bagaje a las espaldas, desde la cancha y el bar al laboratorio y el aula...
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