domingo, 8 de septiembre de 2013

No se me amohínen



Después del calentón, el dolor de huevos. Es lo que tiene el meterse en camisas de once varas que en el mejor de los casos se acaba haciendo el ridículo. Como todas esas masas que anoche nos topábamos de frente cuando huían de la celebración que no pudo ser. Se les notaba la compunción en la cara. Se les había escapado la doncella cuando ya pensaban que era cosa hecha. 

Me imagino que algunos, o muchos, que no sé, se habrán alegrado por lo que piensan que es una desgracia ajena. Ya saben, el triste consuelo de los miserables que se toman como triunfo propio las supuestas derrotas de aquel al que envidian. Con su pan se coman su equivocada alegría. Porque, a mi modo de ver, ni ha sido una derrota ni mucho menos una desgracia sino todo lo contrario. Lo que ha pasado ha sido, ni más ni menos, un mero escaparse por los pelos, porque esa doncella no convenía en absoluto. Era un regalo emponzoñado para una sociedad desbastada por las celebraciones. Un querer curarse con la misma medicina que ha causado la enfermedad. Más obras, más pisos, más pelotazos, más rimbomborio en definitiva. Por no hablar, claro está, de ese rastro de deyecciones de todo tipo que van dejando a su paso las masas low cost que se pretendían atraer con la notoriedad que proporcionan unos juegos olímpicos. 

No, ya digo, para mí una magnífica noticia a la que, si se cumple, tendría que añadir la que acabo de leer esta mañana: el gobierno no piensa cambiar la ley antitabaco para favorecer la venida de ese ingenio barato que le dicen Eurovegas. Lo contrario, considero, sería un error garrafal. Sería el error propio de unos gobernantes chisgarabises que ignoran por completo el valor irrempazable de lo simbólico para un saludable discurrir de las sociedades. Dales a entender que todo vale por la pasta y prepárate para lo que venga.  

Así que les diré lo que a mi juicio necesita Madrid: un alcalde vital que se coloque el gorro y la chamarra y se suba a la bicicleta para ir al trabajo las soleadas y frías mañanas de invierno. Que ensanche las aceras para los peatones y quite aparcamientos a los coches para hacer carriles bici. Que ponga escaleras mecánicas donde haya duras pendientes. Que exija a la ciudadanía cumplir las leyes en vigor, sobre todo las relativas al ruido y limpieza. Y, sobre todo, que no se empeñe en organizar el ocio de las masas. ¡Por favor, déjelas usted que se aburran! ¡Lo necesitan tanto!

Pues sí, no se amohínen que hoy todo son buenas noticias para los madrileños. Aunque, así, a primera vista, no se lo parezca. 

2 comentarios:

  1. Jesús, qué cruz. En la biblioteca central de la Universidad llevan una temporada con una banderola de apoyo a lo de la candidatura olímpica. Yo les dije que me parecía el sitio menos adecuado y que, de todas maneras, si se lo tenían que dar a alguien, pues que se lo dieran a Estambul, que a Japón ya le había tocado dos veces y a España, una.

    Al final, ya ves: lo van a hacer aquí. Trabajando yo en la universidad con la mejor tradición deportiva del país supongo que me debería alegrar, pero lo cierto es que me estomaga bastante el que de vez en cuando haya algún listillo que en las encuestas me llame la atención porque, habiendo nacido en el país mejor en el fútbol del mundo mundial me dé más o menos lo mismo. En fin.

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    1. Pues chúpate esa. Vais a tener banderitas hasta en la sopa. Os va a parecer que estáis en Cataluñas. Es que nada sale gratis.

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