Tal día como ayer del 2001 estaba yo en Barcelona completamente ajeno a los fastos que a pocos metros de mi casa tenían lugar. Como la inmensa mayoría de la gente con la que me trataba consideraba toda aquella tramoya cosa de gente tirando a oligofrénica. Que si silbaban a Serrat por cantar un trozo en castellano... cosas así para entretener a cuatro desgraciados. Acababa de comer y, como cada día, me dirigí al salón para, desde mi butaca superrelax, ver lo que decían los chicos de la CCN, o BBC, o cosa por el estilo. Una de las torres gemelas de New York aparecía en pantalla echando humo y el locutor especulaba sobre la causa. Una avioneta despistada era la interpretación que parecía más plausible. Y en esas vimos como un avión fue a estrellarse sobre la otra torre. Lo demás ya lo saben. En resumidas cuentas, que nunca en toda mi vida había visto cosa semejante y pido a los dioses que nunca más yo ni nadie tenga que volverla a ver.
Doce años apenas y ya, lo de las torres, sólo es una reseña perdida entre las últimas patochadas que dicen y hacen los políticos. Sin embargo, lo de los silbidos de los oligofrénicos a Serrat ha ido rodando montaña abajo como una bola de humo y ya alcanza tales dimensiones que, así, de entrada, nos impide ver la realidad. Pero el humo, ya saben, sólo hay que soplar para que se disipe. Y entonces, ¿qué es lo que se ve?, pues muy sencillo, que las cosas son como no puede ser de otra manera. Que después de treinta años machacando en medios de comunicación, escuelas, y, si me apuran, hasta en los ascensores, una mayoría, la de los que tienen algo que perder, hace como si no pasase nada y sigue su vida con normalidad. Un poco molestos, es verdad, por la tabarra que dan los oligofrénicos, pero ¿quién se libra?, y en dónde. Son los inconvenientes consustanciales a las ventajas del vivir en democracia y, además, si te cansas, coges, agarras, y te vas con la música a otra parte.
Por lo visto, ayer, dicen, fue tremendo. Pero es mentira. Como eran mentira aquellas movilizaciones pagadas con dinero público de cuando Franco. Es la chusma que se apunta a todo con tal de no quedarse en casa. Luego está la manipulación de los arteros que quieren sacar tajada sin dar golpe. Eso es todo. Como en Escocia, puestos contra los hechos consumados, apenas un 23% quieren la secesión. O sea, irrelevante.
En resumidas cuentas, que la vida sigue y unos van hacia delante y otros hacia atrás. Y no por mucho predicar se da más trigo ni por mucho callar se anda menos al loro.
Comparar esta chorrada nacionalista con las concentraciones de Franco me parece muy oportuno. Por las fotos que he visto, el personal que tomó parte era muy parecido al que aparece en los documentales de la época: jóvenes falangistas, ociosos jubilados y tal. Eso sí, he visto un porcentaje curioso de gente con sobrepeso, lo que en la época del Franquismo no se daba.
ResponderEliminarCon todo creo que esto no da para más, y no lo hace por toda la gente que se quedó en casa y que no salió a la calle a descojonarse de estos desgraciados, o no salió al día siguiente a mostrar que son más de el doble. En fin, con su pan se lo coman y como el mantener esta idiotez cíclicamente no tendría sentido, nada: que hagan el referéndum. Me juego algo bueno a que saca más votos lo de la independencia en el resto de España que en Cataluña. Luego, ya se sabe: expulsión de la UE, salida del Euro, aranceles a los productos catalanes, permisos de trabajo a los currelas catalanes con las mismas condiciones de los no comunitarios, expulsión de los profesores catalanes de los centros del Instituto Cervantes y del resto de los organismos públicos y repatriación de las empresas españolas y de su capital. En fin, nada te tan amigos: independencia sí, pero a cara de perro. Unos por salir a la calle y otros por no hacerlo se lo han ganado.
Como esto ya sólo tiene sentido como cantera para los humoristas, te recomiendo que mires el blog de Santiago Gonzalez de ayer. Reproduce una escena de la película "Coge el dinero y corre" que lo explica todo.
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