jueves, 26 de septiembre de 2013

Todo por la pasta



Hay cosas de las que es difícil opinar. Yo diría que de casi todas. Se pueden analizar, reflexionar sobre ellas, pero emitir un juicio definitorio es tremendamente peliagudo porque a nada que nos descuidemos ya estamos metiendo de por medio nuestros intereses. E incluso sin descuidarnos, que ya sabemos de lo que es capaz el inconsciente para que llevemos el agua a nuestro molino sin necesidad de construir presas ni cauces. 

Así y todo, sin entrar en el fondo de la cuestión, hay, por ejemplo, leyes por las que uno declara sin ambages su simpatía. Es el caso de la ley antitabaco. Aunque durante toda mi vida profesional fui un claro beneficiario del hábito tabáquico -ejercí como neumólogo-, no por eso dejo de reconocer que fumar es una actividad sumamente invasiva que condiciona a la fuerza la vida de los que rodean al fumador. Y eso, sencillamente, no me parece justo... porque fumar, digan lo que digan acerca de sus supuestas cualidades apaciguadoras e, incluso, integradoras, es una actividad superflua a efectos de beneficio social y, eso, unido a su invasividad lo hace, sencillamente, reprobable. Luego, respecto a las repercusiones que pueda tener sobre el sujeto de la adición, ni entro ni salgo porque me parece algo muy personal. 

En resumidas cuentas, que aplaudí esa ley cuando la promulgaron y no sé muy bien qué pensar ahora cuando anuncian excepciones por tal de atraer unas inversiones que dicen serán cuantiosas. Sin duda es un dilema moral. Todo el mundo sabe lo resbaladizo que es el terreno de las excepciones. Privilegios en definitiva. ¿Por qué para ti y no para mí?, se empezará a preguntar mucha gente. Y con razón. Así es como comienzan a extenderse las transgresiones y al final, me temo, tendremos que volver a poner la ropa a airear cuando lleguemos a casa. 

No es que yo, creo, sea un talibán. Pero hay una cosa que detesto profundamente: la transgresión de la ley, incluso hasta cuando soy yo mismo el sujeto de la acción. Aunque sé que en estas sociedades sureñas se considera que eso es algo con lo que hay que ser tolerante porque contribuye a rebajar la tensión ambiental, personalmente prefiero la rigidez, o intolerancia, de los norteños a los que, por otra parte, no veo yo más tensos ni mucho menos de lo que lo estamos nosotros a pesar de que nos pasamos por el arco de triunfo lo que nos viene en gana. 

No sé, pero si me tuviese que definir sobre la realización de ese proyecto de Las Vegas a costa de transgredir la ley antitabaco quizá optase por el no. Por una cuestión de índole moral y también de pragmatismo. En definitiva, porque la experiencia de la vida me ha enseñado que son las soluciones milagrosas las que más contribuyen a precipitarte en los infiernos.    

2 comentarios:

  1. Esta ley antitabaco es que no la entiendo, de verdad. En este país en el que vivo no hay ley ninguna sobre los locales. Si el dueño quiere que se fume, se fuma; si no quiere que se fume, pone un cartel a la entrada y nadie fuma. Yo, cuando veo que no está el cartelito, pregunto y si me dicen que se puede fumar, me voy a otro garito. En la medida en la que no pongan a la gente una pistola en el pecho para abligarla a entrar en un bar en el que se fume, no entiendo por qué tiene que haber una ley. Para lo que tendría que haberla es para prohibir el que la gente fume en la calle, en los parques, en la parada del autobús, en fin, en todos los lugares verdaderamente públicos, pero en los recintos privados, que decida el dueño, que para eso lo es.

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    1. Creo que este tema ya lo tenemos comentado. ¿Cuál no? Desde luego que hubiera sido interesante que aquí se hubiese ensayado el mismo procedimiento que en Japón. Supongo que si no se ha hecho es por la desconfianza que hay en la educación ciudadana. Las autoridades de todo tipo aquí todo lo hacen en plan pastorear el rebaño. A lo mejor, quién sabe, dejando de meterse en la vida de la gente podría haber grandes sorpresas.

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