lunes, 23 de septiembre de 2013

Sin coches en el garaje



Ayer fue el día sin coches. ¿Sin coches, dónde? Obviamente en el garaje. Claro, hacía un día tan bueno que era preceptivo sacar el invento a pasear. Por otro lado también fue día de bicicletas y, por tal, el paseo de los coches se vio no pocas veces perturbado por las numerosas caravanas de ciclistas organizadas por las agrupaciones locales. Por Puente Agüero nos cruzamos con una considerable que llevaba protección policial y sanitaria y, también, una larga estela de automovilistas supongo que desesperados. Nosotros pedaleábamos en dirección contraria a la caravana, así que fueron muchos los que nos invitaron a cambiar el rumbo y sumarnos a la manada. No nos conocían, claro. Los gregarios son incapaces de comprender que "Lonely Are the Brave". Es su gran tragedia y, también, su salvación. 

Anyway, lo que es evidente es que el uso de la bicicleta crece de forma exponencial y, aunque todavía, por así decirlo, es incipiente, la cosa no quita para que ya se atisben las subsecuentes disfunciones propias de la inadaptación a los cambios. Las autoridades, como es su deber por otra parte, tratan de paliar el malestar con bellas palabras que no cuelan y unos cuantos parches mal pegados. Será sólo cuando la fuerza amenace ahorcarles que se tomarán la cosa en serio. 

Ahora bien, ¿por qué esta moda de la bicicleta? Para mí sólo hay una posible razón, que se tarda en llegar a los sitios, conservando, eso sí, la total independencia de acción. Tardar en llegar a los sitios, eh ahí el gran hallazgo.  Coges, agarras el coche y en dos minutos te plantas en donde sea que quieras ir. ¿Para hacer qué? Se lo diré, por lo general nada. Nada que no sea comerte el coco como lo estabas haciendo en casa hace cinco minutos o media hora. Sin embargo, coges la bici y entre que echas el bofe, paras a charlar con alguien y tal, pasas la mañana sin darte cuenta y luego te encuentras divinamente. No digo ya nada si la utilizas para ir de viaje, entonces acabas por comprender que lo importante no es el destino final, donde suele haber más de lo mismo, sino el camino que suele ser un gran proveedor de sorpresas. 

En cualquier caso, no le den más vueltas, porque sí, la bicicleta hace la ciudad más sostenible, disminuye los ingresos hospitalarios por enfermedades cardiovasculares y un montón de cosas más que parecen muy deseables, pero, sobre todo, le da al tiempo otra dimensión y, por tal, otra percepción de la realidad que, juraría, es más amable. Nunca vi discutir a dos ciclistas por cuestiones de prioridad de paso y sí veo a diario que hay una solidaridad entre ellos en caso de dificultad sobrevenida como los pinchazos y tal.

Resumiendo, hagan sus recados en bicicleta y pronto comprobaran que les sobra menos tiempo. Una verdadera bicoca. 

2 comentarios:

  1. Oye, para mí es al revés: caminar al curro, diez minutos; en bici, tres o cuatro. Eso sí: nunca me he sacado el carné. Un día Pascual, cuando era alumno suyo, me encontró por la calle camino de la Facultad y me subió en su coche. Me recomendó que no aprendiera a conducir y le hice caso. Hay que fiarse de los sabios.

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    1. Bueno, lo tuyo es excepcional. Pero imagínate que quieres dar un voltio por Tierra de Campos. En coche en una tarde lo dejas trillado. En bicicleta, échale un mes y me quedo corto.

      Desde luego que el consejo de Pascual fue bueno. Y mejor, por más difícil, tú por haber sido capaz de seguirlo.

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