domingo, 1 de septiembre de 2013

Bicicletas al tren



El otro día agarramos las bicicletas y las subimos al tren. No fuimos los únicos como ocurría hace cuatro días. Ahora es rara la vez que no vayamos acompañados por gente del gremio, aunque eso sí, ni por asomo hay uno, o una, que no vaya adecuadamente uniformado para la ocasión. Se diría que todos, y todas, van preparados para correr la Vuelta a Francia. Supongo que algo tendrá que ver en ello aquella vieja creencia que sostenía que los uniformes favorecen mucho. Y, si no, pues como que dan seguridad en uno mismo por cuales quiera razones que sean que no voy a entrar ahora en consideraciones al respecto. 

Subimos al tren nos acomodamos, sacamos el kindle y en menos de lo que cuesta contarlo ya estábamos en Reinosa. Hacía allí un frío que pelaba. Nos dirigimos sin mediar palabra hacia Las Nieves para tomar algo con el fin de coger las fuerzas que sin duda íbamos a necesitar. En Las Nieves hacen unos pinchos y dan unos cafés de lo más apropiados para combatir los rigores del lugar. Bueno, el caso es que Reinosa está a 850 metros de altitud y a donde queríamos llegar antes de comenzar la gran dégringolade, el alto de Palombera, esta a 1260. 410 metros de ascensión en definitiva para un recorrido de unos 10 kilómetros, calculo. Y todo ello a pelo, es decir, sin uniforme. No fue moco de pavo. Y ni que decir tiene que los grandes repechos, y los menos grandes, los subimos todos a pinrel. 

Tengo que confesar que culminé hecho unos zorros. Me tumbé sobre el césped a esperar a María que como se toma estas cosas con más calma tardó en llegar. Corría un viento muy frío por arriba así que nos colocamos entre la ropa todos los trapos y plásticos que llevábamos en las alforjas. Hay que tener en cuenta que desde los 1260 de la cumbre a los 128 de Cabezón de la Sal hay, si no me fallan los cálculos, 1132 metros de caída para un recorrido de casi 50 kilómetros sin la menor subida. Comprenderán la gozada y el porqué del extenuante esfuerzo previo.

Pero, aunque me haya extendido demasiado, no era de la bicicleta como herramienta de ocio de lo que quería tratar aquí sino de la bicicleta como instrumento liberador de las asfixias del tráfico ciudadano. Huelga comentar hasta qué grado de ordinariez se ha llegado en las ciudades por culpa del tráfico rodado. Sólo la necedad consustancial a las masas hace posible que se tolere semejante incomodidad. De hecho, las sociedades en las que el individuo adquiere un papel relevante vienen desde hace tiempo ideando procedimientos que alivian el problema, cuando no lo eliminan. Y el principal entre todos ellos es la utilización de la bicicleta como medio de trasporte. Para ir al trabajo, a comprar, a la opera, a donde sea que en las sociedades todavía enchusmatizadas van en el coche. Claro, acondicionan las ciudades convenientemente para ello y no como hace el "chusma" que rige nuestra ciudad que pretende engañarnos con unos carriles bici construidos a expensas de quitar espacio a los peatones y nunca a los coches. El pobre es tan provinciano que todavía no se ha dado cuenta de que la función de esos carriles no es tanto incentivar el uso de la bicicleta, que eso va de soi, como el ir desincentivando el uso del coche por el sencillo procedimiento de ir robándole espacio. Ya digo, es sencillo y hay una experiencia contrastada que avala su eficacia y bondad. 

¿Hacer desaparecer los coches? No es eso de lo que se trata, sino de racionalizar su uso. Hay actividades, un número reducido por cierto, que por su naturaleza se facilitan utilizando el coche como herramienta. Para esas actividades se ha ideado en muchas ciudades europeas un sistema de alquiler por horas de una sencillez y agilidad sorprendentes. Por el móvil localizas el depósito de coches más próximo a donde estás. Por el móvil pagas y abres el coche. Es, dicen, cuatro veces más barato que tomar un taxi. Y ni que decir tiene el sin fin de molestias y gastos que te evitas al no necesitar ser propietario de un cachivache al que ya sólo la chusma más chusma adhiere prestigio social. ¡Por Dios bendito, si prácticamente los regalan! 

Bueno, el caso es que pese a quien pese y aunque su uso siga siendo mayoritariamente recreativo, cada vez hay más gente que se suma a la tendencia. Se diría que su incremento es exponencial, es decir, que este año no hay el doble que el pasado, sino el cuadrado. En fin, a ver si el regidor se percata y aunque sólo sea por los votos hace algo para facilitarnos la vida.  

  

2 comentarios:

  1. El padre de Feynman tenía un negocio de uniformes. El decía que fue una de las cosas que más influyó en su desarrollo como persona, en su falta de respeto por la autoridad y en su desprecio por las apariencias.

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    1. Decía un colega mío muy salao, gaditano por más señas, que era sorprendente ver como llegaban los médicos al hospital por la mañana completamente abatidos y todo era calzarse la bata y salir volando como superman.

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