Era un sueño largamente acariciado. Recorrer las calles de Madrid en bicicleta. Mi hermana Coqui lo hace habitualmente y mis sobrinos también. Pero para uno que viene de provincias la cosa tiene su miga porque Madrid será cualquier cosa, pero desde luego que no friendly con los ciclistas... al menos, por lo que me han contado, por comparación con cualquier otra capital europea.
Así es que me llegué hasta Calmera, en la calle Atocha, y me agencié una bicicleta. La tuvieron que bajar por una trampilla del techo porque la tenían arrumbada en uno de esos almacenes para productos invendibles. Quizá por eso fue el que me costase 250€ y, además, puesta en casa. Es una maravilla, se lo juro.
Total que la primera salida fue para ir a Madrid Río. Yo seguía a Coquí en plan "dos cabalgan juntos". Aceras, calzadas, puentes, parques, preguntando sin parar, incluso recibiendo alguna agria amonestación, al fin llegamos a Legazpi y nos metimos por El Matadero hacia las avenidas de Madrid Río. Mereció la pena. La segunda fue hasta la plaza Castilla, por Retiro, Serrano, Castellana, una verdadera gincana porque quitando el ridículo carril de la calle Serrano lleno, por cierto, de peatones irritados, ¡bicicletas de los cojones!, todo lo demás era un sin parar de sortear obstáculos, por no hablar de los baches de la calzada que a nada que te descuidabas te tragabas uno que en eso sí que se nota que el ayuntamiento de la capital anda como tres con un zapato.
Resumiendo, que andar en bicicleta por Madrid es enormemente estimulante. De alguna manera te hace sentir como si fueses Kirk Douglas en "Lonely Are The Brave". Con todo en contra y, sin embargo, sigues cabalgando. Es la magia del tesón. Yo, la verdad, le pediría a quien quiera que sea el alcalde que no cambie las cosas, que no intente facilitar la vida a los ciclistas, que nos permita seguir disfrutando de esta ya casi última oportunidad de aventura de riesgo a la misma puerta de casa. Porque es que, además, estoy seguro de que, siguiendo así las cosas, se puede atraer un tipo de turismo que podríamos llamar de adrenalina ciudadana. Nada de bajar rápidos en canoa ni escalar montañas, mucho mejor cruzar Madrid en bicicleta que, además, cuando quieres, paras y te tomas una caña en cualquiera de las terrazas que jalonan el recorrido. En fin, que si siempre se dijo que "de Madrid al cielo", ahora, recorriéndolo en bicicleta, muchas más probabilidades de conseguir tan ansiada meta.
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