martes, 18 de marzo de 2014

Marionetas



Por comparación, lo de Ucrania, pelillos a la mar. Estos días toca polución.  El aire de París está hecho un asco y, como todo el mundo sabe, París es mucho París y si, por lo que sea, no acuden turistas, todavía mucho más. El tema, claro, da para mucho debate que es, en definitiva, lo que más gusta a los franceses desde los tiempos de Rochefoucauld para acá.  

De momento las autoridades, que, por cierto, andan en trances electorales, se han limitado a poner en ejecución el paripé de las matrículas pares e impares. Ya saben, unos días circulan las pares y al siguiente las impares. Es decir, negocio para los vivillos que, además, con lo de internet lo tienen chupao. Coges, agarras, te vas a la página apropiada y por cuatro perras compras, o alquilas, la matrícula que te falta para poder circular sin problemas. Por lo visto se hacen unas 40000 transacciones de éstas al día lo que no está nada mal. Oye, tú, pase lo que pase, mi coche no me lo toquen porque me desmorono. ¡Qué horror! Andar por el mundo sin coraza, expuesto a todo tipo de asechanzas. ¡Yo, es que me bajo del coche y no soy hombre! O mujer. La verdad, esto me recuerda a cuando en el ejercicio de mis obligaciones recomendaba a ciertas mujeres que prescindiesen de la faja si querían respirar mejor. Siempre me contestaban lo mismo: si me quito la faja no soy mujer. 

El caso es que París, lo mismo que Madrid, y el mundo en general salvo honrosas excepciones, es una verdadera mierda en lo que al tráfico se refiere. Millones y millones de coches yendo de aquí para allá sin otra finalidad, en un alto porcentaje a determinar, que la de tener entretenidos a sus conductores. Es evidente que conducir le proporciona a la gente la sensación de estar haciendo algo interesante o, en su defecto, algo que ayuda y mucho a no pensar en lo que uno prefiere no pensar. Como cualquier droga, más o menos, que necesitamos fabricar miles de razones para justificar su consumo porque en el fondo de nuestra conciencia algo nos dice que estamos haciendo el payo. Tan en el fondo, bien es verdad, que suele ser fácil negar su existencia. 

Cuestión de dependencias para que nos entendamos. Uno depende de lo que pende y ni se entera. Hasta que un día se descuelga, ve lo bien que así se vive y es capaz de decirse, caray, no era culpa del complejo político-financiero-armamentistico-petrolero-ydemáshierbas, el cretino era yo que necesitaba estar colgado de lo fuere para sobrevivir.  

Ay, qué fácil se arreglaba todo si a la gente le diese por pensárselo dos veces antes de colgarse y convertirse en marionetas. Y luego, como cuenta Bukouski, vas y les dices, ¡eh, boy!, y ellos te contestan, ¡hey!, ¡hey!. Es para lo más que les da el caletre a las marionetas. 

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